Uno de los recuerdos más antiguos que conserva mi
memoria gastada está relacionado con el mundial 86, precisamente con el día en que
salimos campeones.
Recuerdo a mi viejo parado, atento a la pequeña TV de
nuestra casa, sus ojos sin pestañar, su rostro tenso, concentrado, lejos de
toda realidad distinta a esas imágenes, y
de repente un grito de deshago desde lo más profundo de él, no recuerdo si fue
en el gol de Burruchaga o cuando terminó el partido pero si lo recuerdo a él gritando,
saltando, golpeando las paredes y las ventanas de nuestra casa para sumar un
poco de ruido al barullo general que existía afuera. Luego la escena se
traslada a la avenida principal de Eldorado, mucho celeste y blanco, mucho auto
tocando bocina, la gente abrasándose, todos contentos.
Tenia la edad q tiene Santi ahora, su misma falta de experiencia en lo q se
refiere a fútbol, a mundiales, a alegría colectiva. Tengo otros recuerdos
anteriores, pero a ninguno podría ponerle fecha tan precisa como a éste.
Porque será que un juego basado en patear una pelota
puede tener semejante efecto en la gente, en un pueblo, en la memoria de un
niño. Uno nace con un apellido, una religión y un equipo de fútbol al hombro,
se puede cambiar de mujer, de trabajo, de vida entera hasta de sexo, pero uno
jamás cambiará el cuadro de fútbol al que pertenece. Podemos nombrar el equipo titular
completo del seleccionado y no sabemos el nombre de 11 diputas o senadores que
nos representen. Nos peleamos por fútbol, discutimos, insultamos, odiamos,
amamos, reverenciamos, nos tatuamos, nos mudamos, cometemos bajezas, mentimos,
opinamos sin saber, todo por el poder de una simple pelota pateada por
millonarios de veintipico de años. Si hoy naciera Jesús de nuevo sería el capitán
de algún seleccionado desconocido, y los apóstoles serían 10, sus compañeros
dentro de la cancha.
Estoy a
menos de 10 días de saber si Santi registrará en su memoria estos mismos
recuerdos, los de un padre eufórico por un triunfo deportivo, los de un pueblo
feliz a pesar de la economía, la crisis, la corrupción y las catástrofes
naturales.
El fútbol
tiene otros efectos raros. Santi me está pidiendo desde principio de año
arrancar a jugar, ir a una escuelita, y yo lo vengo evitando. Estuve tratando
de convencerlo de empezar otros deportes, básquet, tenis, rugby, algo con menos
presión y menos competitivo, pero él no quiso sabe nada, quería futbol. Hace un
par de semanas me di por vencido y lo llevé por primera vez, vuelve feliz de
los entrenamientos, lleno de ganas de contar lo que hizo con sus nuevos amigos.
El primer día me quedé escondido mirándolo (no quería que supiera que estaba ahí
para no sentirse intimidado), eran 30 pibes de 5 y 6 años corriendo atrás de la
pelota, todo desprolijo, descontrolado, los nenes caían al piso, la pelota
viajaba de un lado al otro sin sentido, una masa de pequeñas cabecitas al unísono.
La cosa cambiaba un poco cuando alguien metía un gol, el autor material del hecho
corría hacia un cotado de la cancha con los brazos en alto, el resto de su
equipo lo perseguía hasta abrazarlo y palmearle la espalda, y después todo
volvía a ser lo mismo. En cierto momento le tocó atajar a Santi, le gusta el
puesto, lo que no tiene en cuenta es su pequeño problemita con la charla (se la
pasa el día hablando), en un ataque del equipo rival lo encontró a Santi
charlando con un compañero que estaba defendiendo, cuando se avivó que tenía
que cuidar el arco ya fue demasiado tarde.
Hasta la
flaca se enganchó con el Futbol, antes de cada partido de la selección decora
toda la casa de celeste y blanco, viste y pinta la cara de los nenes, pide
silencio a penas empieza el partido y sale al patio a tocar cornetas y silbatos
con cada gol. Una noche me dejó pasmado, llegamos a la tarde después de la
jornada laboral y puse el tiempo suplementario de USA-Bélgica, a penas termina
el partido voy a cambiar de canal y me dice ‘Qué haces? Dejame ahí que estoy
escuchando los comentarios del partido’. Imposible.
Hasta en
familia la cosa pegó fuerte, los fines de semana ya no estamos yendo a pasear o
a tomar mate, salimos tipo 3 de la tarde con dirección a Plaza Malvinas a
cambiar figuritas del mundial. Entre la Flaca y Santi se pasan un par de horas
intercambiando figuritas con otros padres y niños, son como 200 personas
tiradas en el piso con sus álbunes y tus tocos de figurita gritando ‘late late
late nola’ y de vez en cuando un ‘llene el albún’ seguido de una serie de
aplausos del resto de los presentes. Con la gorda nos vamos a los juegos o a
comer pochochos mientras ellos siguen en su afán de conseguir la foto del 3 de
Camerún.
2 comentarios:
MUY buwno !!!1 y Muy CIERTO. Me gustó mucho. se pueden leer los sentimientos.
MUY buwno !!!1 y Muy CIERTO. Me gustó mucho. se pueden leer los sentimientos.
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