La gorda
decidió mudarse a la habitación de Santi. Si, si, así de golpe y porrazo, la
decisión fue suya y hasta el momento viene bien.
El domingo
fuimos a la plaza con ellos y con Nehuen (el primo de ambos). Cuando volvimos
llegaron todos dormidos. Santi se despertó y a pedido de la madre le armó una
camita al primo en su pieza, pero mi cuñado lo pasó a buscar, así que nunca
llego a acostarse. La que se despertó fue la gorda, y cuando la quisimos acostar
salto con ‘cama Santi’, así que la acostamos allí. A la noche lo mismo, ‘cama
Santi’, y al día siguiente, y así.
Uma dormía
en nuestra habitación desde que nació, tenía su cuna, pero siempre en el mismo
ambiente. Cuando se despertaba gritaba papi o mami, la íbamos a buscar y seguía
durmiendo un ratito más en nuestra cama. Desde que se mudó con su hermano no se
despierta de madrugada, se ve que está cómoda en su nueva cama grande, y si nos
llama no la escuchamos, así que calculo que seguirá durmiendo
igual.
Uno como
padre suele relajarse con el segundo hijo, quiere que las cosas sean parejas,
pero nunca lo son. El primero tiene mil fotos, doscientos juguetes, ropa nueva,
comida cocinada exclusivamente para él, miles de detalles de confort y comodidad
exageradas para su corta edad. Uno se preocupa de más ante cualquier fiebre o
tos, todo lo preocupa o le da miedo, intenta estar pendiente de cada detalle de
su crianza o de su crecimiento. Con el segundo nos pasa todo lo contrario, aunque no nos lo proponga. Usa la ropa del hermano o alguna que le prestaron, sólo
los juguetes que le regalaron o andan dando vuelta por ahí, no nos preocupamos
tanto de la higiene de lo que agarra, de lo que toca, de lo que se lleva a la
boca, si no lo escupe o no se pone amarilla está todo bien. La retamos cuando ya
está masticando el cable de corriente y no cuando se acerca al enchufe, si no
come la dejamos que se pare y se valla, ya tendrá hambre o sino no va a crecer,
algún día lo hará. Le leemos menos cuentos, nos sentamos menos con ella a jugar,
tiene el hermano para que nos ayude con esas cosas. Se que no es justo, pero los
padres no lo hacemos apropósito, simplemente sale así, con el primerizo
aprendimos que no hace falta preocuparse tanto y el segundo disfruta de esa
libertad. Pero no todo son ventajas para el primogénito, él debe sufrir los
miedos de los padres, las preocupaciones exageradas, los reproches desmedidos.
Si Santi no me comía la comida lo tenía sentado una hora sin moverse hasta que
lo haga, si Uma no come la dejo que se vaya y cuando le agarre hambre le doy lo
que sobró, a Santi le cocinaba especialmente lo que era bueno para él, Uma come
lo que comemos el resto, que se acostumbre a lo que hay.
Con la
hora del sueño pasó lo mismo. Con Santi quisimos acostumbrarlo a tener su
espacio propio desde chico, nos mudamos de nuestro primer departamento para que
pudiera tener su lugar, su cuarto. La gorda está a punto de cumplir los 2 años y
seguía en su cuna al lado de nuestra cama, tiene su cuarto propio pero ocupado
por la máquina de cortar el pasto, la escalera, y varias cajas con cosas
inservibles.
Nos
relajamos con ella, Uma tuvo que tomar la iniciativa del cambio, y hasta el
momento no nos podemos quejar. Ya me veo el fin de semana ordenando y pintando
toda su habitación porque cuando llego a casa me salta con un ‘papi cama Uma’, y
no voy a poder decirle que no.
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