Volver al pasado

Últimamente me encuentro con la necesidad de compartir con Santi ciertos aspectos de mi niñez. No lo hago a propósito, simplemente me nace así. Si veo un yoyo o un balero o un trompo de madera se lo compro con gran emoción y se lo regalo como si fueran más que simples objetos obsoletos y arcaicos para esta época. Santi, siempre con una sonrisa, acepta todo lo que venga de mi parte sabiendo que el producto en sí incluye una historia que le contaré quiéralo él o no.

Esta necesidad se extiende a cualquier cosa, no sólo a los juguetes. Música, películas, comidas, video juegos, dibujos animados, todo lo que es de “cuando era chico” se lo acerco sin darme cuenta que lo estoy haciendo. Quizás sea un mecanismo de defensa de nuestra memoria intentando perdurar a la fragilidad que le impone el tiempo, o simplemente sean las ganas de compartir nuestro pasado con nuestro futuro en la figura de nuestros hijos. No estoy seguro de qué será pero estoy consciente de que no puedo evitarlo.

Mi viejo hacía lo mismo conmigo, recuerdo que los domingos se ponía a escuchar el disco de Banda en Fuga de Paul McCartney (hasta que mi hermana lo agarró con sus pinturitas y lo convirtió en una obra de arte casi inservible) o los clásicos de Carlitos Gardel. De vez en cuando nos sentaba frente al televisor a ver películas como Los Diez Mandamientos o Ben Hur (peliculones sean de paso), o series como los 3 chiflados o Pepe Biondi, o nos enseñaba a jugar alguno de sus juegos de la infancia. Yo lo observaba y lo acompañaba sin demasiado entusiasmo pero siempre con absoluto respeto y hoy atesoro esos momentos con gran cariño.

Hoy corremos con la gran ventaja de que todo perdura en la internet, no hace falta esperar a un domingo para que al canal de aire se le ocurra pasar un clásico para la familia, hoy podemos bombardear a nuestros hijos en vivo y en directo las 24 hs con nuestros recuerdos.

Anoche nos encontrábamos cenando, la flaca se había ido a dormir a Uma, y con Santi nos quedamos haciendo sobremesa. La memoria contagiosa salió a escena.

- ¿Qué te parece Santi si te pongo una peli?
- Dale, una de Ben 10
- No hijo, te voy a poner una especial, una que está buenísima, se llama “Volver al Futuro”
- ¿De qué trata?
- Es un chico que viaja al pasado a través de una auto que resulta ser una máquina del tiempo y tiene que arreglárselas para volver al futuro después de haber conocido a sus padres y poner en peligro su propia existencia
- Dale .- me dijo sin demasiado entusiasmo hasta que le aclare que era la película del autito gris que se le levantan las puertas para arriba. La generación de Santi nació con el merchandancing debajo del brazo sin saber de dónde proviene

Terminamos de verla, lo llevé a bañarse y nos pusimos a hablar sobre la película.
- Papi, ¿y si viajamos al futuro?
- ¿Te gustaría tener una máquina del tiempo? ¿A dónde irías?
- A cuando yo sea grande
- ¿Y al pasado no?
- Si!!! -  se entusiasma - a cuando vos eras chico y tenías mi edad
- ¿Y qué harías conmigo de tu edad?
- Jugaríamos al fútbol
- Pero yo siempre fui malo jugando al fútbol
- No importa papi, yo te enseño. Vos serías el arquero y yo el jugador. Después te traigo conmigo al futuro. ¿Hoy es el futuro papi?
- No, en realidad el momento que vivimos se llama presente, el futuro es algo que todavía no llegó
- Ah, entonces te vendrías al presente
- ¿Y qué harías conmigo de tu edad en el presente?
- Jugaríamos al pato ñato con Nehuen (su primo). Y después viajaríamos a cuando yo estaba naciendo o cuando Uma estaba naciendo o cuando vos y mami eran jóvenes y no existía yo ni Uma
- Pero yo sigo siendo joven hijo
- No papi, vos ya sos viejito, mirá todas las arrugas que tenés - y ahí se empezó a matar de risa mientras me apretaba las patas de gallo

La memoria tiene sus propias armas para defenderse, y pareciera que nuestros hijos son su objetivo preferido para perdurar por siempre.