El viernes pasado estábamos llegando a casa, doblé la esquina previa y vi que la reja de entrada (una vieja reja oxidada que hace de entrada a nuestra casa) estaba toda doblada hacia fuera. Estacioné, le dije a la flaca “Se nos metieron en casa, quedate acá con los nenes” y bajé a ver si se veía movimiento. Efectivamente la reja estaba forzada (los hierros que hacen de trabas estaban todos rotos) y la puerta de entrada a nuestro hogar estaba abierta. Antes de ingresar decidí llamar al 911, “quédese ahí señor, no ingrese solo por seguridad suya y de su familia”, me dijo una voz femenina del otro lado “ya le estamos enviando un patrullero”. 50 minutos tardaron en llegar y en acompañarme para confirmar mis sospechas, forzaron la puerta de entrada (rompiendo todo) revolvieron toda la casa, robaron todo lo de electrónica que teníamos, y los pocos ahorros que nos quedaban de haber construido, incluido los ahorros de Santi y de Uma (que tan generosamente habían acumulado gracias a Abuelos, tíos y gente querida).
Tal cual le sucedió a Homero Simpsons cuando se enteró de que estaba envenenado e iba a morir, pasé por muchos estados anímicos en algunos breves minutos. Bronca por lo sucedido, odio hacia los ladrones, ira (mucha), sed de venganza, negación (quizás no se llevaron esto… la puto, si se lo llevaron), resignación (podría haber sido peor, o, menos mal que no estábamos, o menos mal que no quemaron la casa) y hasta lástima (por los efectivos policiales, por el estado paupérrimo en que trabajan, por la escases de sus recursos). Pero al final de todo solo queda un sentimiento apretando el pecho y carcomiéndome por dentro, impotencia. Esa es la palabra clave, impotencia, el saber todo perdido, el saber que no hay nada que se pueda hacer al respecto causa mucho dolor (sobre todo el sicológico).
La Flaca suele asimilar las cosas un poco más lento que yo, se arraiga a sus ideales y piensa que puede llegar a obtener algo con solo buscarlo. Ella y su hermano se dedicaron a preguntar en el barrio a conocidos de ellos si habían visto algo, si sospechaban de alguien, lo que fuera para obtener un dato preciso (o no tanto) que nos llevase a recuperar nuestras cosas. Algunos les dieron algunas pistas y con ellas se dirigió a la policía. El oficial no hizo más que ignorarla e intentar convencerla de que todo estaba perdido. No convencida se dirigió a la DDI (dirección de investigaciones). La misma noche del robo la Flaca poco más me obligó a exigir que mandaran a la policía científica a tomar huellas (vieron a las 4 de la mañana, estuvimos 8 hs con todo abierto sin tocar nada), y quería saber cómo seguían las investigaciones. Muy amablemente le dieron a entender de todo estaba perdido, que las cosas no se recuperan, que solo queda resignarse. Solo queda una sensación dando vueltas, impotencia (y rogar que no vuelva a suceder lo mismo).
No solo nos vaciaron la casa y nos quitaron todo lo que logramos en 7 años de esfuerzo, sino que nos comprometieron con deudas y trabajo. Tuve que salir corriendo a comprar ese mismo día una puerta, tuve que comprometer a mi tío para poder colocarla, tuve que pedirle ayuda a mi cuñado para reformar las rejas que dan al fondo, tengo que contratar urgente un albañil para hacer el paredón de entrada (no tiene sentido arreglar la reja que rompieron, no tiene solución). No solo se llevaron todo, sino que me metieron en deudas. La Flaca vive en un estado de nerviosismo constante, de inseguridad, de bronca. Yo vivo estresado y cansado. Lo que más lamento de todo esto es la notbook, dentro de la misma estaban todas las fotos y videos desde que Santi tenía 1 año hasta el momento, incluyendo las fotos de Uma. Nos quedamos sin recuerdos multimedia (sólo quedan los de nuestras memorias, que van desapareciendo o mutando), y eso es imposible de recuperar.
Por suerte está Santi, que siempre encuentra la forma de hacerme sentir mejor, aún en los peores momentos. Este diálogo se dio la misma noche del robo, poco tiempo después que decidimos que la Flaca se quedara por un tiempo en lo de su hermano y yo dormiría en lo que quedó de nuestra hogar.
- Toma papi – me dijo Santi con una sonrisa, mientras me acercaba una moneda de 1 peso que tenía en la mano
- ¿Para mi hijo? ¿Y por qué?
- Para que puedas comprarte la Play de nuevo
- Gracias hijo, pero vamos a estar un buen tiempo sin la Play, lamentablemente sale mucho más que una moneda y no tenemos dinero para comprarla
- Pero no te hagas drama, yo te doy mis ahorros – en ese momento me dio lástima aclararle que eso también se lo habían llevado
- Gracias hijo, pero igual, aunque compremos la Play no vamos a tener tele para enchufarla
- No te preocupes, vos comprate la Play para vos, o yo te la regalo ahora para tu cumple, después vemos como compramos la tele
Me dio su moneda, me dio un fuerte abrazo y se fue a seguir jugando con su primo. El tipito me había visto mal, bajoneado, estaba muy preocupado por eso, y su forma de ayudarme era darme todo lo que tenía para que pudiera comprarme lo que él suponía que era importe para mí, no para él, no para la casa, sino para mí.
Todo se recupera, solo es cuestión de tiempo, es solo dinero, pero el tener un hijo como Santi es invalorable.
1 comentario:
Egu, que otra cosa esperabas? estamos en Argentina!!!!
Vamos Argentina Carajo.... cada día estamos peor, pero algunos creen que vamos por buen camino....
VOLVE MENEM, VOLVE!!!
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