viernes, 15 de abril de 2011

Mi primer remate

Al primer remate que fui en mi vida, fui acompañando a mi abuelo, yo tendría 9 o 10 años. Mi viejo nos había regalado la Family Game para navidad (todavía viajaba a Misiones a cerrar la venta de la casa y esas cosas y viajaba a Brasil con frecuencia a comprar boludeces). Como me pasaba horas enfrente de la tele y a mi familia le empezó a hinchar las pelotas, mi abuelo decidió regalarnos la TV para nosotros (estamos hablando de otra época, donde las cosas salían muy caras, mi abuelo era albañil, y la mitad de su sueldo se le iba en insulina y banditas reactivas).

Recuerdo que estabamos en un galpón, en un pasillo largo, lleno de gente, nosotros en el fondo, había un sector para cosas chiquitas y otro para materiales de construcción, atrás nuestro un pequeño barcito, mucho olor a comida. Mi abuelo con su boina de costado, el pañuelo en el cuello, la camisa de trabajo, su cara seria (siempre seria) miraba todo el tiempo a un tipo que se sentaba en un banco alto alto, era como si estuviese en un banco arriba de una mesa sobre otra mesa. Cuando llego el momento de las TVs, empezó a ofertar por una para nosotros. La pagó 50 de la moneda del momento (no se que serían, pero si me acuerdo que eran 50). Compró una TV blanco y negro, vieja, muy vieja, a válvulas, que tardaba como 10 minutos en encender y cuando la apagabas parecía que había dejado de funcionar la Central nuclear de Atucha (por el ruido, no te dabas cuentas del mismo hasta que dejaba de funcionar), siempre quedaba un punto de luz brillante en medio de la pantalla. La pusimos en el ropero de nuestra pieza, así que yo llegaba del colegio, me sentaba en el piso y me ponía a jugar a las carreras de auto ahí, siempre lo disfrute muchísimo. Todo se disfruta mucho más cuando se sabe el esfuerzo que se hizo para poder conseguirlo.

Años después empecé a frecuentar los remates como negocio. Compraba boludeces, las vendía un poco más caras en las páginas de Internet. Nada para llenarse de plata, pero si lo suficiente como para invitarla a comer a la plaza a la flaca.

Una de esas noches estaba parado en el remate Jorge, uno que estaba justo en frente de las vías, a pocas cuadras de la estación de La Plata. La gente fue ingresando al lugar y me fue deslazando hacia el fondo. Yo esperaba que rematen las impresoras para ver si podía comprar alguna barata, y los materiales de construcción empezaron a taparme toda la vista. Me di vuelta, descubrí un bar al fondo del remate, compré una gaseosa en el mismo, me adelante un poco y observaba como el tasador dirigía todo desde arriba de su banco, uno de esos que usan los árbitros de tenis para dirigir, pero con rueditas para que lo puedan ir girando. Miré hacia un costado, hacia al otro, hacia el frente, hacia atrás y descubrí que ese momento ya lo había vivido, yo ya había estado ahí, miré al lado mío y no encontré a mi abuelo, lo busqué pero él no estaba (se había ido hace mucho tiempo ya). Sentí pena, fue una verdadera lástima, siempre quise tenerlo un solo minuto más al lado mío para agradecerle por todo el amor que nos había regalado.

2 comentarios:

Ariel dijo...

Mucho Egu, muchisimo!!!!
Siempre quise ir a un remate. Algún dia me vas a tener que acompañar!!!

Jorge A. Lozano dijo...

Diegote pensar que conoci un remate gracias a vos, la primera vez que fui a uno me llevaste vos, y compramos esa cinta de caminar que nunca anduvo jaja pero fue toda una compra. No me acuerdo bien el lugar pero era por la terminal de omnibus. Y yo como un boludo queria comprar todo y vos me decias nooo aquel que canta esta levantando el precio, aque trabaja para el remate, jaja todo un experto del rubro. abrazooo