jueves, 19 de marzo de 2009

El juego

Se refregó los ojos irritados, deseando que el día termine a las 11:23 hs de ese día viernes. En su casa lo esperan parientes, amigos, familiares, su mujer y su hijo, para festejarle un cumpleaños más. En la esquina lo esperaba la muerte, con su túnica negra y eterna, y una guadaña más que afilada para llevarlo al más allá.
Ese día había sido insufrible, su jefe le reclamaba, sus compañeros le reclamaban, la vida le reclamaba un esfuerzo que nunca estuvo dispuesto a entregar. Los años se le caían encima, y sus brazos cansados y mal nutridos gracias a una vida sedentaria, los dejaban escapar.
De niño soñaba con ser un gran atleta, alguien reconocido por todos, la vida lo arrastró a una oficina oscura, donde el reconocimiento suyo se repartía entre los de arriba, dejando una mísera migaja con forma de lapicera con logo corporativo que le regalaron hace ya una eternidad.
Apagó el monitor de su PC, un poco más tarde comenzó a saludar a los últimos rezagados que peleaban por terminar sus aburridos trabajos.
En la calle se encontró con el ruido cotidiano, el auto que acelera, el ruido de unos reumáticos frenando, la bocina perdida de algún apurado, mucho ruido y nada de paz.
Caminaba con la cabeza gacha, pensando en como dibujar esa sonrisa de compromiso, esa que no decilucione a nadie, esa que esperaban los demás.
En la parada de la línea 100 un policía coimeaba a una camioneta cuyo dueño no tenía dinero ni para poderla lavar y la carga del antiguo vehículo tapaba la luz roja del único semáforo que tenía la bondad de funcionar. Por la avenida el chofer del colectivo aceleraba la marcha para cruzar la esquina, apurado por llegar lo antes posible a la terminal para poder ir a defecar.
Vio la luz verde de frente y continuó caminando cruzando despacito por la senda peatonal, mientras, se volvía a refregar los ojos cansados por permanecer tantas horas fijas frente a un viejo monitor el cual la empresa no estaba dispuesta a cambiar.
Escucho una frenada fuerte, una bocina estridente, el silbato de policía de fondo, y un olor a tierra que de repente se intensificó e invadió todos sus sentidos.
Al abrir los ojos vio la imagen asustada de un chofer que no llegaba a frenar, la mano de un policía desesperado que intentaba evitar una tragedia, y al final de senda peatonal una figura oscura, esbelta, con un brillo extraño sobre su cabeza. Todo se detuvo, menos la imagen que comenzó a avanzar, su rostro cubierto por una túnica negra, sus manos, flacas y blancas, sosteniendo una vieja guadaña que comenzaba a sangrar.
La figura se detuvo justo enfrente suyo, él había dejado de respirar.
“Un juego, si ganas te quedas, si pierdes te vienes conmigo”, escucho decir a la figura, mientras asentía con la cabeza e intentaba tragar la poca saliva que le quedaba en la boca.
La muerte bajo su arma y trazó dos líneas paralelas, luego otras dos líneas más perpendiculares a las anteriores, que las atravesaban por la mitad. Luego marcó una X en el centro y espero su turno para volver a jugar.
El primer partido fue empate, el segundo también, aunque el tercero fue distinto también tubo el mismo final, y los siguientes terminaron uno a uno en empate y ambos volvían a empezar.
Se dio cuenta que solo era cuestión de tiempo, que no podía ganar, que la muerte solo jugaba con sus ganas de vivir, solo lo probaba ya que tenía toda la eternidad para volver a empezar. Se dio cuenta que deseaba mucho vivir, que no quería perder ese juego. Se dio cuenta que se había dejado vencer hace tiempo, cuando renunció a sus sueños por no animarse a más. Marco un círculo en un lugar equivocado y espero el final.

1 comentario:

Luis Luchessi dijo...

la verdad nunca voy a terminar de entender tu fascinación por la muerte, y mucho menos aún tu capacidad de entenderla y hasta aún más de imaginarla tan nítidamente. Me encanta leer todo lo que escribís la verdad es un placer!!!
Un abrazo dieguin!