miércoles, 26 de marzo de 2008

Robos

Alguna vez conté que tuve que cerrar el ciber a causa de los robos que sufrimos el último mes, pero nunca conté con detalles como sucedieron. Aquí va esta hermosa historia.
La primera vez que intentaron robarnos fue a la tarde, en el local había tres o cuatro computadoras ocupadas e ingresaron dos jóvenes de unos 14 o 15 años preguntando si teníamos alguna disponible. En el momento que me decido a ofrecerles una pc, uno de los jóvenes se coloca la mano en la cintura, a la altura de la espalda, por debajo de la ropa, y me dijo “dame toda la plata”, mientras el otro joven se había parado en la puerta como vigía, entrando y saliendo continuamente del local. La primera reacción que tuve fue decir “no”, y el pibe se quedo helado mirándome sin entender demasiado la situación, “no que, no te hagas el boludo, esta lleno de pibes, dale que te quemo alguno” fue su respuesta. En ese momento salí del mostrador y sin quitarle la vista de encima seguí diciéndole, “no te doy nada” a medida que avanzaba sobre él. El joven empezó a retroceder buscando la puerta del local, mientras el otro gritaba alentando a su compañero e insultándome a mi. Cuando alcanzó el marco de la puerta con un movimiento rápido tomé la puerta y se la cerré en la cara, haciendo que el delincuente se golpee el rostro y caiga sobre la vereda. Tome un fierro que utilizábamos para trabar la cortina de chapa y me propuse a salir del local, en ese momento salieron corriendo en dirección a la villa que había a pocas cuadras. La policía no tardo más de cinco minutos en llegar al ciber, tomaron declaraciones de los clientes y mía y me pidieron datos personales de los delincuentes para buscarlos por la zona. Si bien no los agarraron la intención de la policía no fue mala, aunque bastante ineficiente ya que todos sabían donde buscarlos.
A los diez días me encontraba solo a la hora de la siesta, limpiando las computadoras, cuando golpearon la puerta dos jóvenes de unos 17 años, aspecto dudoso, pero uno no es quien para discriminar, a parte, una parte de mi clientela tenía un aspecto similar y sin embargo jamás tuvimos problema con ninguno. Les abrí la puerta y les ofrecí que pasasen por dos máquinas de uno de los rincones para que estén cómodos, en ese momento me dijeron “esto es un robo, dame toda la guita no te hagas el boludo, hace dos días que salimos de la cárcel por matar a un tipo y necesitamos plata” mientras apoyaban sus manos en la parte trasera del cinturón, por debajo del pulóver, imitando un arma. Yo, con bastante clama, me di la vuelta por el mostrador y me propuse a darles el dinero, mientras los delincuentes me seguían gritando y amenazando de muerte. Cuando estoy por entregarles la caja con la recaudación escucho que uno grita “rápido, dame la platita que nos queremos ir a Mar del Plara y ya sale el micro”, en ese momento me salto la térmica y el que comenzó a los gritos fui yo, con frases tales como “pero ustedes están todos locos, yo me rompo el culo laburando y ustedes se quieren ir de vacaciones” “me robaron hace una semana y ahora quieren más” “que barrio de mierda, que gente de mierda que vive acá” “por que no roban en otro lado, que se creen que soy, un banco?”, y varias cosas más, aumentando en forma considerable el tono de voy con cada nueva frase. Ante el desconcierto de los jóvenes que me miraban con asombro y un poco de temor, comenzaron a retroceder y a insultarme prometiéndome que volverían y me matarían. En este caso la policía tardo más de media hora en llegar, mandaron un solo patrullero, y me preguntaron simplemente si estaban armados, como no podía confirmarlo no continuó el interrogatorio y la policía abandonó el lugar. Ablando con los clientes del barrio, los delincuentes eran conocidos de la zona, era real que recién salían de la cárcel, y me pidieron que tuviese cuidado con ellos.
La tercera vez que me robaron ese mes me encontraba nuevamente solo, sentado en el umbral de la puerta, esperando que lleguen los clientes. Un hombre de unos cuarenta años estacionó su bicicleta en la puerta del local, me sonrió y me pregunto si vendía cigarrillos, ante mi negación me comento que entonces llevaría alguna golosina. Me paga con un billete de 20 pesos y yo me agacho a buscar el vuelto, al no tener cambio me levanto sin mirarlo diciéndole “disculpa pero no tengo cambio, después me lo pagas” y al mirar en frente me encuentro con un revolver apuntándome la frente. Me pidió que me vacíe los bolsillos y que me encierre en el baño. Desde el mostrador me pedía más cosas de valor y el lugar donde guardábamos el dinero grande, pero como no existía el mismo le respondía que no teníamos ni para el cambio mucho menos donde guardar plata. Luego de varias veces de decirle que no teníamos nada de valor que valiese la pena y al no recibir respuesta salí del baño y me encontré con que me había robado el celular, el dinero y nada más. La policía en este caso ni se acerco para preguntar que había pasado. Comentando lo sucedido con la gente del barrio me enteré que el ladrón era el padre de los jóvenes que me robaron la segunda vez, que había salido el día anterior de la cárcel y que por lo visto necesitaba efectivo para comenzar su nueva vida.
A los pocos días llegaría el robo que rebalsara el vaso. Era de noche, a pocos minutos de cerrar, pero como la concurrencia estaba en su tope y no los podíamos echar seguíamos con el local abierto. Yo estaba sentado jugando en una máquina mientras la flaca le cobraba a los clientes y asignaba las PC. Escuche que golpeaba la puerta sin prestar demasiada atención en realidad, cuando la flaca abrió la puerta, un hombre le apuntó un arma en la cabeza y otro por detrás ingreso apuntándonos a los que estábamos jugando. Nos hicieron tirara a todos al piso y nos obligaron a entregarles las billeteras, mientras el otro de los delincuentes vaciaba la caja y todo lo que encontraba a su alrededor. A la flaca le robaron las tarjetas de crédito, el celular, los documentos, llaves, de todo, mientras que se llevaron los documentos de varios clientes, y más de 300 pesos. A penas abandonaron el local, me levante y toqué la alarma antipánico, que supuestamente estaba conectada directamente con la policía y los alertaba sin que los ladrones notasen el movimiento, pero no fue tan así, a la policía hubo que llamarla para que viniese y la alarma antipánico hizo un ruido infernal al tocarla, por lo que agradezco que a la flaca no se le ocurrió usarla en el momento del robo porque hubiese terminado en una masacre.
Saldo de los robos le quedo un trauma atroz a mi novia, no puede estar sola en un parada de micro sin desconfiar de cada persona que pase caminando, una indignación tremenda por la felicidad con que se mueven estos personajes, un descreimiento total hacia la fuerza policíaca ya que ninguno de los cuatro robos fue resuelto, y una persiana baja con un cartel de “cerrado definitivamente por los robos”. A mi me quedó la sensación de que no puedo controlar estas situaciones, siempre pensé que no hay que reaccionar en estos casos, sino simplemente entregar el dinero, total es solo eso dinero, pero ante situaciones extremas uno no razona, simplemente actúa, y a mi entender las primeras dos veces actué muy mal.
Por suerte pude vender el ciber bastante rápido y rescindir el contrato de alquiler sin haberse cumplido los primeros 6 meses del mismo, por lo que no tuve grandes pérdidas. Me quedo un recuerdo amargo de un nuevo emprendimiento frustrado, la indignación de no poder hacer nada al respecto, la confirmación de que el sistema policiaco no funciona en absoluto, varios dolores de cabeza, y una pila de juegos de PC.

2 comentarios:

LeO dijo...

Linda manera "a lo Egú" de contarlo.
Por supuesto que el contenido no es para nada feliz y creo que las sensaciones que comentas se suman a la impotencia y al pensar que tal vez en todos lados pasa lo mismo y algún día uno no va a poder ni salir de su casa..

Como no hay que por bien no venga, tuviste que conseguir laburo de otra cosa y nos terminamos conociendo así que eso también lo podés sumar entre los resultados finales. Además de los juegos, claro.


Abrazo grande

Luis Luchessi dijo...

Creo que no hay mejor manera de contarlo! Yo estuve cerca cada vez que te pasó cada uno de esos robos, la verdad que lo único que queda después de eso es la sensación de impotencia, de no poder hacer nada para evitarlo.
Yo tuve la suerte de terminar dedicandome a una profesión bastante exenta a los robos. pero igual he tenido mil problemas en la calle, y siempre uno queda mal aún cuando lo logra evitar porque sabemos que tarde o temprano nos va a volver a pasar o a alguna otra persona.
Un abrazo egu!!!!