jueves, 15 de noviembre de 2007

Mi niñez en Misiones – Segunda parte

Recuerdo como mi viejo gritaba los goles en la final del mundial 86, como golpeaba las ventanas desbordado de felicidad. Recuerdo haber ido al centro a festejar, la gente en caravana, todos abrazados viendo a los autos pasar y festejar.
Recuerdo los domingos, siempre se almorzaba en nuestra casa o en la de mis abuelos, siempre turnándonos una y otra vez. Recuerdo que mi abuela no era muy amante de la cocina y que prefería que fuésemos a algún restaurante. Recuerdo que después del almuerzo era la hora de ir al cine, al matinée. Recuerdo esas salas repletas de chicos, ET, Mazinger, Popeye, Bambi, y un montón más de películas que no logro recordar.
Recuerdo la heladería del flaco Lopez, su cartel con miles de tachuelas que brillaban más que el sol, recuerdo que se llamaba 2001 y que la atendía su mujer, que el helado se vendía por bochas, que tenía un montón de confites y cereales para el que le quisiera agregar.
Tengo pocos recuerdos de nuestros autos, una camioneta Toyota que era del trabajo de mi padre, un de esos autos chicos que parecen colectivitos con ruedas de triciclos, un fitito que tuvimos por pocas horas que era un regalo para mi madre, que antes de dárselo fuimos a probarlo con mis hermanos y mi padre, que nos quedamos en el camino y se terminó por devolver. Recuerdo que algún auto pensamos que nos robaron y como la calle eran en bajada al otro día al fin de la misma entre los pastos fue a aparecer.
Recuerdo la bicicleta que le regalaron a mi hermano, aquella que nunca pude aprender a manejar. Recuerdo que era azul y alta para mis seis años, que nos llevaba en el volante de la misma y bajábamos la calle pensando que Randy Mamola podíamos ser.
Recuerdo la pileta del club, esa inmensa pileta donde aprendí a nadar. Recuerdo que tenía piloncitos de largada y un gran trampolín, que medía cincuenta metros y que tenía cinco de profundidad, que nos sumergíamos en lo hondo ayudados con los escalones de la escalera, que era toda una hazaña llegar al fondo, hacer pie. Recuerdo que había cancha de rugby, de fútbol y de golf, las cuales nunca usamos ni vi usar. Recuerdo que siempre pedíamos plata para comprarnos un picole, ese heladito de agua que los cuarenta grados de calor por un rato nos hacía olvidar.
Recuerdo las chicharas de verano, su incansable cantar. Recuerdo que un hilo de coser le atábamos al cuerpo y que como un barrilete las hacíamos volar. Recuerdo que una chica que ayudaba a mi madre les arrancaba la cabeza y el jugo se tomaba, cosa que nunca me animé a hacer.
Recuerdo los piques, esos pequeños bichitos que parecen astilla en la piel. Recuerdo que picaban y picaban y uno no podía dejarse de rascar. Recuerdo que una aguja te clavaban con cuidado, intentando evitar la bolsa de sus huevos romper porque sino una infección se iba a aparecer. Recuerdo el alcohol en el agujero, el soplido de mi madre para que arda menos de lo real.
No recuerdo vacaciones en mi niñez, salvo una a Brasil. Un tío de mi viejo nos presto su casa de Garopaba, un pequeño pueblo habitado por pescadores en el sur de Brasil. Recuerdo a Bonei, un joven de piel oscura que se encargaba de hacer las changas de mi tío. Recuerdo el haber usado un walkman por primera vez, recuerdo una canción de Porcheto sonando en un casete. Recuerdo un racimo de bananas que el tío de mi padre no nos dejaba de ofrecer. Recuerdo festejar el año nuevo, o navidad, no se bien. Recuerdo las olas inmensas, una en particular que me hizo perder, que me agarro por la espalda, que diez vuelta carnero me hizo hacer, que al levantar la cabeza estaba perdido, lejos de mi grupo familiar, no recuerdo si me encontraron o yo los encontré. Recuerdo que encontramos al auto fantástico, bueno algo parecido, tampoco tan delicados hay que ser. Recuerdo un almuerzo en un tenedor libre, una bailarina con botellas en la cabeza, galetos, mamón de postre, feyuada y un montón de cosas para comer. Recuerdo que acompañe a un primo a un supermercado a comprar cosas, que al llegar a la caja agarro un chocolate y yo contento pensaba que era para mi, recuerdo que se lo dio a la cajera, que ella avergonzada se rió y una mirada cómplice le regalo, recuerdo que con ganas de comer chocolate me quede.
Recuerdo las medialunas de los domingos, dos para cada uno, para los adultos tres. Recuerdo las sopas paraguayas, las chipas guazú, el rayar los choclos, el cortar el queso a granel.
Recuerdo ese álbum de figuritas tan deseado de los superamigos que nuestro padre nos había comprado, recuerdo mi reproche por no tener figuritas para pegar, el reto por mi egoísmo por reclamar algo de más, recuerdo que saco varios paquetes de su bolsillo que a mi hermano le dio diciendo que eran solo para él. Recuerdo mi amargura, mi bronca por no poderlas pegar, recuerdo que mi hermano me las daba aunque eran de solo para él.
Recuerdo una tarde de lluvia que mi hermanita vino tinto empezó a tomar, una botella destapada que sin querer en la mesa fue a quedar. Recuerdo que la corríamos alrededor de la casa bajo la lluvia y que gritaba y se reía sin parar, recuerdo que no la podíamos agarrar. Recuerdo a mi madre enojada que bajo la ducha fría la puso para que la borrachera se le pasara.
Recuerdo la visita de primos lejanos que desde la capital vienen a conocernos. Que distintos eran esos chicos, que forma rara de hablar, mezcla de orgullo y asombro. Recuerdo que se me pegó la tonada porteña y que los conocidos me cargaban sin parar.
Como cambian los recuerdos con el tiempo, las cosas pierden dimensión. El cine del pueblo para mi era inmenso, las calles muy empinadas, la pileta gigante y todo más lindo y dulce que en lo que realidad es. Será que mis recuerdos son falsos, que son solo mezcla de fotos y fantasías, será que la realidad pasada solo es un fantasma que viene de vez en cuando a regalarme un poco de eso perdido, de eso añorado, de eso que no podrá volver a ser.

3 comentarios:

Luis Luchessi dijo...

Una cosa que no entiendo es que al principio de la entrada dijiste que no tenías muchos recuerdos de la niñez... a mi me parece que sí, quedate tranquilo porque en sí nadie tiene demasiados... la mayoría creemos que son nuestros recuerdos pero en realidad son cosas que nuestros padres nos contaron o porque vemos fotos. Yo los pocos recuerdos que tengo son de una invasión de vívoras que hubo en el 86 en La Plata (algunas era muy grandes) pero no me acuerdo nada del mundial (tenía 4 años). Y quedate tranquilo, ya va a aparecer el productor que te descubra y te llenes de oro con la literatura

Capitán Manija dijo...

egú... qué grandes y multitudinarios recuerdos tenés chaval!!! es una hemorragia de placer leer estas líneas y ver caer de a poquito, goteando, los recuerdos de uno mismo, de la propia niñez...
yo recuerdo menos que vos, o al menos con con menos detalle, pero todas esas cosas que tiene el interior son fantásticas... yo recuerdo que a los 9 años agarraba mi bicicleta aurorita (que me daba vergüenza) y me iba a pescar con otro amigo al arroyito paz, anguilas o bagres... pescábamos y nos bañabamos toda la tarde... conocimos muchos arroyos así...
recuerdo el río, las corridas bajo la lluvia entre todos los del barrio (impagable el meterse bajo los chorros de los desagües de los techos altos)...
ayer recordé a nippur de lagash, jackaroe, dennis martin, dago, o el capitán camacho... todas historietas que leía de chico porque mi viejo las había comprado cuando era joven...
hiciste algo grandioso egú... abriste el cofre de los recuerdos no sólo tuyos, sino de muchos otros... yo al leer todo esto descubrí que no tengo tan nublada esa parte de mi vida... siempre estuve agradecido de la niñez que me permitieron vivir, y soy un convencido de que eso marca a fuego el camino del resto de la vida... jaja... y tmb recuerdo haber pensado lo mismo de aquellos chicos de capital que venían a caer a veces por nuestros pagos...
me enorgullese a veces que me gasten por ser un "gaucho"... porque cuando camino por arrecifes, por aquellos lugares que me cobijaron en muchos momentos, siento ese guiño incomparable de aventuras únicas que ninguna playstation puede reproducir...
mi sueño: ofrecerle a mi(s) hijo(s) la oportunidad única e irrepetible que tuve a mi alcance desde el momento en que nací... ojalá este mundo no se vaya a la mierda y nos lo permita...

un abrazo grande egú!!!
chaval... vos sos de esos tipos que dona felicidad... que no pide nada a cambio... vos sos un tipo excepcional...

quito.
www.brodeldiome.com.ar

Unknown dijo...

Yo fui parte de la niñez de Egu, soy su tio, hermano de su padre, soy de los que formaban parte del almuerzo familiar de los domingos, yo soy 10 años mayor que el, y tambien recuerdo esa epoca, esos tiempos imborrables de un domingo en la casa de O y de Be(sus padres) y el siguiente a un restaurante por que mi madre(su abuela) no era fanatica del arte culinario y a mi padre(su abuelo)nunca lo vi hacer un asado.
Que lindos recuerdos, que emocion volver a revivirlos gracias a tu relato.
Se los extraña mucho por estas tierras coloradas.