viernes, 16 de noviembre de 2007

Mi niñez en Misiones – Tercera parte

Citando al gran filósofo y amigo quito, sin querer abrí ese cofre de los recuerdos, y más de lo esperado empezó a surgir. Así que dejaré volar a los recuerdos libremente y posarse en las ramas delgadas de este humilde blog.
Recuerdo a mi novia del jardín. Que raro son los recuerdos porque no logro acordarme su nombre, su rostro, tengo la idea de que era morocha, cara redonda, pero no logro reconocerla en realidad. Recuerdo que los recreos nos dábamos piquitos como un juego más. Recuerdo el reto de la maestra, el “eso no se debe hacer”, el “lo seguimos haciendo igual”.
Recuerdo mi primer día de clases, la primera vez en pisar la primaria. Recuerdo que no podía dejar de llorar, el miedo a lo desconocido, el miedo al cambio, mi madre desde el lado de afuera de la ventana del salón me alentaba, me miraba y me tranquilizaba, así por una larga semana sin parar. Recuerdo que me sentaron junto a un niño que me decía “no te hagas problema, no te va a pasar nada”, recuerdo que nos hicimos amigos hasta que misiones tuve que dejar.
Recuerdo el jardín de infantes de la tía Mónica, la carcasa del citroen que en los recreos jugábamos a manejar. Recuerdo una pared llena de bolsas de tela, a rayas rosa, a rayas celestes, colgadas con las galletitas que nos daban nuestras mamas.
Recuerdo la casa de mis abuelos, aquella que parecía una mansión. Sus muebles de cuero, un adorno de espadas en la pared. Recuerdo que tenían una tele grande y a colores, recuerdo que me gustaba sentarme en su alfombra símil vaca y cualquier cosa ver. Recuerdo que me quede con ellos un fin de semana que mis padres a Posadas tenían que ir vaya uno a hacer que. Recuerdo que me preguntaron que quería comer y papas fritas con huevos fritos respondí en mi inocencia, cuatro comidas completas en base a papas fritas y huevos fritos, una flor de indigestión me contó mi madre que me agarré.
Recuerdo los cortes de pelo en lo de los vecinos, el no haber pisado una peluquería misionera jamás.
Recuerdo el trabajo en la florería de mi madre, los ramos que armaba, los moños de cintas de papel.
No recuerdo los nombres de los chicos del barrio, no tengo imágenes de amigos, de sus padres, de sus mascotas, de nada que los puedan identificar. Hace poco fui de visita y un par de jóvenes de mi edad me saludaron como si me conocieran desde mucho tiempo atrás, me sonaban sus caras, pero se me habían borrado sus recuerdos.
Tengo algunas imágenes de saltos y arroyos, pero ninguna de las cataratas en mi niñez, por más que veo fotos de esas épocas, no logro recordar como fue.
Estos son mis recuerdos, alguno que otro de largo seguro me pase. Se que no son muchos, pero si variados e intensos, se que tuve una hermosa niñez. No recuerdo lujos ni dinero, no recuerdo nada que sobrara, nada de más. Pero recuerdo que mis viejos hicieron su mejor esfuerzo, como en algún momento yo también lo voy a hacer.

2 comentarios:

Capitán Manija dijo...

Egú, tanto vos como yo tenemos que estar agradecidos de que nuestros padres no nos brindaran cosas de sobra... mejor dicho, cosas materiales de sobra...
la niñez se hace más hermosa cuando uno emprende aventuras sin tener nada que perder... sólo se necesitan pocas cosas como una bicicleta con las gomas infladas, una caña de pescar, y la libertad de andar por donde se quiera sin preocupaciones...

gracias por los recuerdo gran egú...

un abrazo.
quito.

LeO dijo...

no tengo dudas de que algún día tu hijo podrá contar sus grandes recuerdos en lo que sea que disponga la tecnología para reemplazar estos benditos blogs dentro de 20 años.
Ojalá puedas educarlo lejos de las miserias materiales que rigen el día a día de este mundo que cada vez deja menos para las cañas de pescar y las zapatillas con tierra y más para pendejos de 15 años con problemas de stress, dolores de espalda y anteojos antireflex.

Un gran abrazo