Ayer estaba cocinando con la gorda y se puso molesta, comenzó
con el ‘leche, leche, leche’ que repite incansablemente hasta que se le de algo
de comer. Le corté un pedazo de queso y
le propuse ir a ver dibujitos, sabiendo de ante mano que esa no era la mejor
opción para mantenerla quieta, no dura más de 5 minutos en frente del
televisor, no hay programa que le llame la atención ni que la haga quedarse
sentada, pero no teniendo otras alternativas me jugué por esa.
La siento, le prendo la tele y comienzo a hacer zapping.
Con cada programa que pasaba ella me decía ‘no gusta eso’, y yo cambiaba, ‘no
gusta eso’, ‘no gusta eso’, ‘eso si gusta’, presto atención y justo estaban
pasando El Chavo. La miro y le digo ‘no preferís la princesita Sofia, los Bachardigans
o Wini Poo’. ‘No no, a mi gusta eso’, me respondió señalando la tele. Dejo el
control y huyo hacia la cocina esperando el grito instantáneo que la vaya a
buscar o algo así, cosa que nunca llegó.
Puse la carne al horno, las papas en la sartén y me
senté a su lado a ver El Chavo, hacía mucho tiempo que no me ponía a verlo. Con
cada chiste del Chavo, enojo de Don Ramón o llanto de Quico, Uma se mataba de
risa. No podía creer que ese programa que veía yo de chico y que veía mi viejo cuando
él era chico todavía tuviese tanta vigencia en los niños. Los chistes no son
los mejores, los colores, vestuario y escenografía de la serie deja mucho que
desear, las escenas y situaciones se repiten una y otra vez, lo guionistas por
lo visto no se esmeraban demasiado en innovar ni cambiar la estética del
programa, pero a pesar de todo eso aún logra mantener entretenida a una nena de
2 años y 4 meses.
Creo que después de los Simpsons, el Chavo es la serie
de la que más conozco, y esto no solo me pasa a mi, somos una generación que
creció queriendo comer tortas de jamón pensando que era algo mágico y delicioso
sin darnos cuenta que era un simple sanguche de jamón cocido, si alguien tira
el chiste ‘te doy hasta que Don Ramon se ponga al día con la renta que le debe
al Sr. Barriga’ se que todos se van a reír porque entienden de qué se está
hablando, sabemos identificar el llanto del Chavo del de la Chilindrina del de
Quico del de Ñoño, sabemos como hace el profesor Jirafales cuando se enoja o lo
que le invita a tomar doña Florinda cada vez que él le lleva un ramo de flores,
podemos nombrar 10 personajes del programa en menos de 30 segundos sin soplar y
sin repetir, y estoy seguro de que todos nos sorprendimos cuando nos enteramos
que el Chavo estaba casado con Doña Florinda en la vida real, que locura.
Qué hace que algo sea eterno, que trascienda a las
generaciones, que guste a pesar de las décadas. Creo que sólo tiene una
explicación, el Chavo es arte, no es fanatismo, no es nostalgia, es puro y
simple arte.
Yo, mientras, aprovecho su poder hipnótico para
escaparme a sacar las papas del fuego antes que se quemen, sino nos vamos a
quedar con más hambre que el Chavo.
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