miércoles, 17 de septiembre de 2014

Desesperantemente inquita

Yo creía que Santi era inquieto, hasta que creció Uma.

Santi a los 2 años jugaba todo el tiempo, pero lo ponías enfrente de la tele y se podía pasar 3 hs sin moverse. Ese era nuestro truco para cuando necesitabas hacer algo y que él estuviese quieto, dibujitos y tema solucionado. Hoy en día cambió la tele por la compu, pero el remedio sigue siendo el mismo, una dosis de electrónica y a cortar el pasto tranquilo que por 2 hs sabés que no se mueve del sillón.

La gorda con sus 2 añitos y 3 meses es todo lo contrario, ayer me volvió loco. Arrancó con que quería dibujar, le traje hoja, lápices, pinto por 5 minutos, se levantó y empezó de nuevo a pedir otra cosa, que dibujitos, que leer cuento, que comer, que leche, que jugar, que esto que aquello, cuando se le acaba las opciones sale corriendo a molestarlo al hermano y la ronda vuelve a empezar. Nada dura más de 5 minutos. La Flaca trata de convencerme con teorías de Maestra Jardinera y de libros de psicología infantil, que eso es normal, que es parte de la edad, que está bien, que significa que está sana, que todos los chicos son iguales, pero no hay caso a mi me vuelve loco. Hasta la hora de la cena es un trastorno, los primeros 5 minutos come perfecto, después empieza la posesión endemoniada en su cuerpo y no hay manera de mantenerla quieta, si la llamo entre actividad y actividad viene y come, ese no es el problema, porque come a la par nuestra, pero nunca todo de sentada.

Ayer fue el colmo, me sacó y de bronca me fui a lavar los platos (me desquito con la mugre, y mientras hago algo productivo, es mi forma de canalizar). La gorda me persiguió, se sentó en la puerta de la cocina y comenzó:

- Papi, hoja dibujar
- Papiii, hoja
- Papiiiiiiii, hoja
- Paaaaaaapiiiiiiiiiiiii, hoja

Estuvo un rato largo así, siempre con el mismo tono de voz, sin perder su paciencia ni insistencia, hasta que descubrió que no conseguiría nada y dijo en vos alta pero para si misma:
- Papi no escucha, hoja mami

Se paró sin decirme más nada, se puso en frente de la madre y comenzó:
- Mami, hoja

Hasta que la madre cedió y le dio la décima hoja de la noche para dibujar.

Sé que se tiene que tener paciencia, que pensándolo en frío nada es tan grave, pero a veces la paternidad me supera.




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