martes, 11 de marzo de 2014

La primaria

Santi comenzó la primaria.

Uf, como pasa el tiempo, todavía me acuerdo mi primer día de clases, no muy lejos de hoy (o de esa forma me engaña mi cerebro para no sentirme viejo), ¿cómo puede ser que tenga un hijo que esté atravesando esa misma etapa? Una locura.

Es increíble la diferencia que hay entre Santi y quien escribe. Yo me largué a llorar a penas entré al aula mi primer día de clases, Santi entró con una sonrisa de oreja a oreja. Yo no quería quedarme, mi madre tuvo que quedarse toda la primera semana parada al lado de la ventana de mi aula para que pudiera verla y no me largara a llorar, Santi a penas si registró la presencia de su madre, estaba rodeado de amiguitos corriendo, gritando, riendo, no paró un segundo, feliz de esta nueva etapa. Apenas terminó su primer día de clase se fue a la casa de un compañerito a jugar y a tomar la leche, yo me abracé a las piernas de mi madre para que no me suelte y me llevase a casa.

¿Cómo pueden existir dos personalidades tan distintas con genes tan parecidos? Porque el pibe se me parece mucho en la forma de ser, pero aún así cuando suceden estas cosas me deja totalmente asombrado.

Uno siempre tiene preparado un plan B en la manga por si la cosa llega a complicarse, me estuve imaginando un discurso por si Santi me saltaba con que no le había gustado el cole, por si me decía que no quería volver a ir, tenía pensado llevarlo a tomar un helado para festejar su primer día, para motivarlo, llevarlo a Mac Donals como premio o algo parecido para que sienta que fue un paso importante. Nada hizo falta, el tipo desapareció en la casa de un amigo. A duras penas pude sacarle lo que hizo durante su primer día, y en vez de no querer seguir yendo me terminó mangueando guita para el kiosquito así lo usaba al día siguiente.

Mientras en casa la tenemos a Uma, que agarra el guardapolvos de Santi, se lo pone y sale corriendo. Agarra sus pinturitas, se pinta toda la cara y los brazos y los muestra orgullosa. Espera que llegue el hermanito para darle un abrazo y ponerse a jugar con su cartuchera y sus cosas. Es un terremoto disfrazado de una nena de no más de 11 kilos.  

Ella también comenzó el maternal, pero ya hace dos semanas, con una semana de paros en el medio. Le encanta ir, arrastra a la madre hasta la puerta de su salita, se mete adentro, le dice chau con las manitos y se va a buscar algún muñeco. Su juego es más individual, no le gusta que la jodan tanto, si tiene un par de muñecos a mano en su salita es feliz.


Los chicos lamentablemente crecen, aunque por suerte felices y contentos.

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