Meses complicados los últimos del año para nuestra familia.
Diciembre lleva consigo una caravana de eventos, uno trata de estar en todo
pero es prácticamente imposible. Este año se me sumo un cambio de trabajo, de
horarios, de rutina. Pero arranquemos por el comienzo.
Este año Santi egresó del jardín de Infantes, en
noviembre tuvimos reuniones orientativas, informativas, actos, obra de teatro
de los padres, kermese, festejos, buzos de egresados, uff, montón de
actividades que nos fueron preparando (entrenando) para lo que se estaba
acercando.
Luego llegaría el 8 de diciembre y a preparar el
arbolito. Era la primera vez que la gorda participaba de ese ritual, por lo que
todo se complicó un poco y era pura novedad y magia para ella. No dejaba de
arrancarle las bolitas, lo tiraba varias veces al piso mientras lo armaban, y
soplaba las lucecitas y aplaudía cada vez que las mismas se prendían y apagaban.
A los pocos días comenzamos con el cumpleaños de
Santi. Para los que son padres saben que esta es una tarea desgastante, son tres
horas de fiesta que arrastran como mínimo 3 semanas de preparativos, donde uno
hace lo imposible porque todo salga perfecto, pero siempre, siempre falla algo.
Debemos de haber recorrido 30 casitas de fiestas con la Flaca antes de decidirnos
por una de las primeras que habíamos visto. Ella tiene la teoría de que buscando
siempre se encuentra algo mejor, por lo que rara vez se queda con lo primero
que ve aunque esto cierre con todo lo necesario. Así caímos un par de semanas
antes del cumple a señar la casita y el encargado de la misma con una sonrisa
nos dice “la acaban de alquilar para esa fecha hace una hora, recién recién”, tirando
abajo semanas de esfuerzo y mandándonos como si nada a la línea de partida del
juego. Seguimos buscando y nos quedamos con lo que más nos cerraba, sin darle
demasiada vuelta al asunto. El día del cumple hizo 36 grados de calor pero como
la casita tenía aire acondicionado (que se rompió a la media hora de haber
comenzado el cumpleaños) nos quedamos tranquilos. Un par de días antes
compramos y cocinamos para 50 adultos y 40 chicos, el día anterior se me bajaron
25 adultos y en el mismo día 20 chicos. No se imaginan lo frustrante que es enterarse
a último momento que la mitad de la gente que invitaste (la que elegiste
rigurosamente dejando a unas cuantas afuera porque no dan las cantidades de la
casita) no va a venir. Te ves envuelto en decenas de subvenirse de más, en
sanguches de miga que sabes que se van a pudrir en tu heladera, en botellas por
toda la mesada porque no tenes lugar en la heladera, todo se complica, pero ahí
no está el mayor problema, lo que más te duele como padre es pensar que va a
sentir tu hijo al ver que la mitad de sus amigos o gente querida no fue a su
cumple para estar con él. Por suerte Santi sabe adaptarse muy bien a las
circunstancias o no muestras señales de tristeza en público porque no preguntó
por ninguno de los ausentes, se divirtió toda la fiesta, y volvió con una
sonrisa en el rostro a casa. Quizás todos los temores que tengo por él sean exagerados,
pero no puedo evitar sentirlos.
Luego llegaría navidad, hasta el mismo 24 no supimos
donde la pasábamos, salir corriendo a comprar cosas para cocinar, alguna que
otra compra de último momento que no se tenía prevista, hacer que duerman los
pibes para que lleguen bien a media noche, aguantarse la alteración de Santi repitiendo
cada dos minutos “cuando llega Papa Noel”, la comida que uno devora de más, el
alcohol en exceso que se ingiere sin darse cuenta, y mucho mucho cansancio
acumulado.
A los poco días surgió otro imprevisto, a Santi se le
aflojaron 2 dientes, sus primeros dientes flojos. Así que una nueva etapa en su
mundo. Uno de los mismos tardó solo 2 días desde que se aflojó hasta que se cayó
realmente. Santi llamó a sus tíos y a sus abuelos para contarles que se le había
caído y le mostraba a cuanto se cruzaba por su camino el agujero en su sonrisa.
Esperó con ansias al ratón Pérez y terminó dándole poca importancia al dinero
del intercambio, sólo le importaba el hecho de que se le había caído un diente,
la plata que recibiría por el mismo no era algo de su interés, raro pero real.
Luego llegaría fin de año, de nuevo lo mismo que el
24, corridas de último momento, excesos de todo tipo, pero con la diferencia de
que en La Plata
los 31 se sale a ver muñecos. Así que a la tarde salimos a verlos enteros (caravanas
de autos haciendo lo mismo que nosotros, transito muy pesado, difícil, pero linda
experiencia por vivir), y a la noche vimos como se quemaban los del barrio
nuestro (un Minions gigante a 2 cuadras, un Pou chiquito justo en frente de
casa, y un bicho azul lleno de aerosoles por adentro a media cuadra).
Por último ayer llegarían los reyes, caravana por la
casa de su abuela y tíos dejando zapatillas de Santi y de Uma, cortada de pasto
del fondo, tachos con agua para los camellos, plato con galletitas para los
reyes, y el segundo diente de Santi que se le cae pocos minutos antes de
acostarse. A Santi le surgió la duda de si el ratón se animaría venir estando
los camellos, si se pelearían entre ellos, si no lo confundirían y se lo querrían
comer. ¿Y si él se comía su propio diente sin darse cuenta? ¿Cómo haría el ratón
para dejarle el dinero? ¿Se haría chiquitito y se metería por su nariz hasta su
estómago para agarrarlo y dejarle la moneda ahí? En eso, mientras trataba de dormirlo
y filosofábamos apareció la gorda por el pasillo comiéndose las galletitas de
los Reyes, al rato la encontraría sentadita a los pies del arbolito tomándose
el agua de los camellos, un peligro dejarla sola, aunque sea dos segundos.
Meses agitados si los hay, recibidas, cumpleaños,
festejos, novedades. Ahora solo queda esperar las vacaciones e intentar reponer
un poco de energía para lo que vendrá en este fabuloso año.
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