viernes, 4 de octubre de 2013

Haciéndose entender

La gorda tiene la extraordinaria capacidad de hacerse entender, tiene 1 año y 3 meses, pero a pesar de eso sabe lo que quiere y no escatima esfuerzos en demostrarlo.

Hace algunas semanas me sorprendió al enhebrar una frase completa, como si nada la miró a la madre y le dijo “mamaaa lichi am am am” (mamá quiero leche para tomar), abriendo y cerrando la boca con las últimas palabras.

Es cierto que los padres vemos más en nuestros hijos de lo que existe en realidad, interpretamos sus gestos, sus necesidades, sus deseos, de forma innata, por arte de magia. Pero no deja de sorprenderme lo que hace esta chiquita que apenas comenzó a caminar hace un mes. Sus gestos, sus palabras, todo tiene un porqué.

Estamos a cuadras de llegar a lo de mi suegra, que está cuidando a Santi, y comienza “tanti tanti tanti”, se baja del auto con una sonrisa señalando la puerta de entrada, apenas cruzamos el umbral se tira para abajo  para que la dejemos en el suelo, acelera sus pasitos torpes y desprolijos por el pasillo para llegar al living, vé a su hermano y sale corriendo desesperada para darle un abrazo. La mayoría de las veces lo tira al piso (Santi se deja tirar) y larga una carcajada de satisfacción y alegría.

A veces esa facilidad que tiene se me complica, sobre todo a la hora de la comida, porque no se deja engañar o alimentar con cualquier cosa, cuando ve o huele que se está cocinando algo de su agrado (milanesa o papas fritas) no hay manera de hacerla comer su papilla o el puré de turno, espera, se rehúsa, se queja, escupe, hace todo lo posible para evitar lo que se le ofrece y terminar comiendo lo que quiere.

A la hora de irse a dormir saluda con sus manitas a los presentes, le da un beso a su madre, a su hermano, y viaja a upa hacia la habitación sin problema y sin berrinches, sabe que llegó la hora de acostarse.

Ayer viajábamos en el auto los cuatro, Santi nos comenzó a contar que un amiguito del jardín de él todavía no pronunciaba bien ciertas palabras y que por eso no había que burlarse. En cierto momento nos preguntó si él tuvo problemas para hablar, le dije que sí, que estuve a punto de llevarlo al fonoaudiólogo porque me decía tatá en vez de papá (siempre estuve convencido que lo hacía a propósito, para hacerme enojar). Me dijo “todavía lo hago tatá”, y se rió, en ese momento la gordita comenzó “tatá tatá tatá” y largo una carcajada larga y sonora en complicidad con su hermano, los dos comenzaron con el tatá al unísono burlándose de su padre y riéndose entre sí. No había necesidad del tatá, ella me llama papá, sabe quién soy, como llamarme, lo hizo con la sola intención de reírse junto a su hermano. Vuelvo a repetir, tiene 1 año y 3 meses, pesa menos de 10 kilos y mide menos de ¾ de metro, es una bebé, sorprende que una cosa tan chiquita pueda llegar a ser mal intencionada y entender lo que está haciendo.

Es extraordinario ver crecer a los hijos, darse cuenta de sus capacidades, de sus avances, aunque de mucha lástima que todo pase tan pero tan rápido.

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