La gorda tiene la extraordinaria capacidad de hacerse
entender, tiene 1 año y 3 meses, pero a pesar de eso sabe lo que quiere y no
escatima esfuerzos en demostrarlo.
Hace algunas semanas me sorprendió al enhebrar una frase
completa, como si nada la miró a la madre y le dijo “mamaaa lichi am am am”
(mamá quiero leche para tomar), abriendo y cerrando la boca con las últimas
palabras.
Es cierto que los padres vemos más en nuestros hijos de lo
que existe en realidad, interpretamos sus gestos, sus necesidades, sus deseos,
de forma innata, por arte de magia. Pero no deja de sorprenderme lo que hace esta
chiquita que apenas comenzó a caminar hace un mes. Sus gestos, sus palabras, todo
tiene un porqué.
Estamos a cuadras de llegar a lo de mi suegra, que está
cuidando a Santi, y comienza “tanti tanti tanti”, se baja del auto con una
sonrisa señalando la puerta de entrada, apenas cruzamos el umbral se tira para
abajo para que la dejemos en el suelo, acelera
sus pasitos torpes y desprolijos por el pasillo para llegar al living, vé a su hermano y sale corriendo desesperada para darle un abrazo. La mayoría de las
veces lo tira al piso (Santi se deja tirar) y larga una carcajada de
satisfacción y alegría.
A veces esa facilidad que tiene se me complica, sobre todo a
la hora de la comida, porque no se deja engañar o alimentar con cualquier cosa,
cuando ve o huele que se está cocinando algo de su agrado (milanesa o papas
fritas) no hay manera de hacerla comer su papilla o el puré de turno, espera, se
rehúsa, se queja, escupe, hace todo lo posible para evitar lo que se le ofrece y
terminar comiendo lo que quiere.
A la hora de irse a dormir saluda con sus manitas a los
presentes, le da un beso a su madre, a su hermano, y viaja a upa hacia la habitación
sin problema y sin berrinches, sabe que llegó la hora de acostarse.
Ayer viajábamos en el auto los cuatro, Santi nos comenzó a
contar que un amiguito del jardín de él todavía no pronunciaba bien ciertas
palabras y que por eso no había que burlarse. En cierto momento nos preguntó si
él tuvo problemas para hablar, le dije que sí, que estuve a punto de llevarlo
al fonoaudiólogo porque me decía tatá en vez de papá (siempre estuve convencido
que lo hacía a propósito, para hacerme enojar). Me dijo “todavía lo hago tatá”,
y se rió, en ese momento la gordita comenzó “tatá tatá tatá” y largo una
carcajada larga y sonora en complicidad con su hermano, los dos comenzaron con
el tatá al unísono burlándose de su padre y riéndose entre sí. No había necesidad
del tatá, ella me llama papá, sabe quién soy, como llamarme, lo hizo con la
sola intención de reírse junto a su hermano. Vuelvo a repetir, tiene 1 año y 3
meses, pesa menos de 10 kilos y mide menos de ¾ de metro, es una bebé, sorprende
que una cosa tan chiquita pueda llegar a ser mal intencionada y entender lo que
está haciendo.
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