El viernes por la noche cenábamos en familia y la gorda comenzó a darle de comer en la boca a Santi. “Am am am” le hacía con la boquita para que Santi habrá la suya y poder meter en la misma el pedazo de tarde de espinaca que tenía pinchado en su tenedor.
Uma tiene 1 año, Santi 5, pero a pesar de la gran diferencia se edad se llevan a la perfección, juegan juntos, se buscan, se protegen. Santi quería tener una hermanita y a Uma le tocó el mejor hermano.
Al mediodía la flaca lo deja a Santi en lo de su madre, en ese momento Uma llora como loca, no quiere que se vaya. A la tarde pasamos a buscarlo (después que la flaca y Uma me buscan a mi). La gordita baja con una sonrisa en el rostro y ni bien abren la puerta comienza a buscarlo por todos lados, no le da pelota a nadie hasta que no ve a su hermano.
Lo besa, lo abraza, le da palmaditas en la espalda, lo cabecea, todas muestras de afectos hacia una de las personas más importantes en su vida.
Pero la cosa no es solo de la gorda hacia Santi, él también vive pendiente de su hermana. Si está acostada en nuestra cama la tapa, la rodea de almohadas para que no se caiga por los lados, le quita los juguetes chiquitos que pueden hacerle mal, la cuida, la protege todo el tiempo.
- No gorda eso no – Le dice a cada rato. Ella llora pero aún así Santi no da el brazo a torcer – Se me encaprichó papi, pero no importa, no puede jugar con esto, se lo puede tragar
- Papiiiii, la gorda tiene cacaaaaa, tenes que cambiarla
- Mami, dale la teta a la gorda, no ves que está cansada y se quiere dormir
- No gordita, los cables no se tocan, toma jugá con este chiche – y le da uno de él para que su hermanita se entretenga
Es muy grande la unión que hay entre ellos, aunque a veces, se pasan de exagerados. Si había algo que me molestaba de Santi a esa edad era que no me decía papá, sino tatá. Me reventaba de sobremanera que me mirase con una sonrisa en el rostro y me disparase el tatá para que yo me enoje. Desde que nació Uma que Santi la jode con el tatá. “No, gordita, tatá decile a papi…”, pero Uma nunca le hizo caso, hasta la semana pasada. Yo estaba convencido de que no iba a pasar por lo mismo con ella (me dicía papá, estoy seguro), pero es más grande la unión con su hermano que la rabia de su padre.
- Tatá – dice la gorda, y Santi se descostilla de la risa de fondo
- No gorda, Papá, papá, papá – le repito yo entre dientes
- Tatá – y se ríe
- Santi, decile que me diga papá o te fajo
- Gordita decile tatá
- Tatá
- Carajo, papá, papá, la señora sapa se compro una capa con ella se tapa la señora sapa, papá PAPÁAAA
- Tata – y los dos se matan de risa adelante mío
Qué lindo que son los hermanitos, salvo algunos pequeños tatalles.
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