sábado, 6 de abril de 2013

Crónica de una tragedia en primera persona

Hoy es viernes, día de limpieza. Una ciudad entera se encuentra realizando la misma tarea.


Martes – Día 0: El Inicio

Terminamos de armar las guías para el portón con el Petizo cuando comenzó a gotear.

- Parece que se viene abuelo, mejor me voy.- me dijo mientras nos apurábamos a guardar las herramientas en su camioneta.

Nunca hubiese imaginado lo que se estaba por venir, la lluvia me gusta, sobre todo en verano, y aunque estamos en otoño un aguacero no viene mal para refrescar los casi treinta grados de calor. Todo el día había estado pesado, era el último día de un fin de semana muy largo (semana santa más feriado puente más día de los caídos en Malvinas), mucha gente en la ruta, muchos viajando, y nosotros tratando de reforzar la casa por culpa de los asaltos.

La llovizna se convirtió en lluvia, la lluvia en diluvio y sin que nos diésemos cuenta el patio de nuestra casa estaba repleto de agua. La noche ya había llegado y el agua había desaparecido de las canillas. Siempre pasa eso en nuestro barrio, ante las primeras gotas nos quedamos sin agua, por suerte la luz dura un poco más.

Por el noticiero nos llegaban noticias de Capital, inundaciones en varios barrios, 6 muertos, un desastre. Por suerte estamos en La Plata, pienso ingenuamente y miro por la ventana como el agua se lleva los 2 metros de arena y me moja todas las bolsas de cemento y cal.

Comenzada la media noche la lluvia empieza a parar. La Flaca desde hacía un buen rato se había subido al altillo y trataba desesperadamente de atrapar las goteras. El techo de nuestra casa de a penas 6 meses no había quedado bien, y ante tanta agua las filtraciones volvieron a aparecer. Para ella era una desgracia, el cielo raso del pasillo se estaba arruinando, afuera se arruinaba una ciudad.

Cualquier fatalidad (por pequeña que sea) para uno es la peor de las desgracias cuando está sucediendo, no podemos tener dimensión de lo que sucede fuera de nuestro entorno inmediato, no hay manera de estar en todos lados, y es imposible saber el futuro. Lo nuestro sería una simple estupidez comparado con el resto, pero ¿como darnos cuenta de eso en nuestro pequeño universo catastrófico? Que distinta puede llegar a ser la realidad.

Prendimos la radio antes de acostarnos y comenzamos a enterarnos que la ciudad estaba atravesando un momento difícil, 8 muertos, cientos de evacuados. Algo grave estaba pasando, pero no teníamos forma de enterarnos de qué. Los celulares no funcionaban, los canales de televisión habían agotado su programación, sólo quedaba esperar al día siguiente.

Miércoles – Día 1: La Triste Realidad

Me levante a las 6 menos diez, como todos los días. Mi cuñado (que vive al lado de nuestra casa) parecía estar levantado también, le mando un mensaje de texto preguntando qué hacía, si se quedaba en su casa haciendo tele trabajo o viajaba a Capital conmigo, “Me quedo” fue su repuesta, tomé un vaso de agua y arranqué.

El barrio donde vivimos aún tiene muchos tramos de tierra, el barro es una constante, las casillas de chapa, madera barata y ladrillos huecos a la vista forman el paisaje donde nos tocó vivir. Mi suegra tiene un terreno en este lugar alejado del centro de La Plata hace más de 15 años, hace 4 mi cuñado decidió construir en una mitad, hace 1 nosotros decidimos construir en la otra, el barrio nunca me gustó, y el robo que sufrimos hace apenas 2 semanas terminó de convencerme de eso, pero era la única opción que teníamos a mano, construir. Los precios de los departamentos están por las nubes, cada día en la ciudad aparece un nuevo edificio, miles de nuevas unidades a precios exorbitantes, cualquier casa es adquirida por una constructora, demolida, y vuelta a construir pero con 5 pisos por encima. La ciudad crece y crece, como los precios de las propiedades, y nuestra única opción es alejarnos del centro y construir.

Esa mañana el barrio estaba desierto, nada de perros ladrándome a mi paso, nada de obreros en sus bicicletas, nada de nada. Raro, pienso, pero sigo mi camino. Llego a la parada del micro y me sorprende no ver gente. Suelo viajar en el Oeste que pasa a las 6:20, y aunque sea de noche, el mismo siempre viene repleto de personas que viajan a sus trabajos. Esa mañana no había movimiento alguno. Espere media hora y me fui a una remisería cercana.

- Maestro, ¿no sabe si está pasando el Oeste?

- No señor, el barrio está aislado, no están entrando los colectivos ni saliendo, y nosotros sólo nos estamos moviendo por la zona, no se puede salir, desbordó el arrolló de la 138, no hay manera de cruzarlo.

La noche anterior Lucho (mi primo) me llamó para ver como estábamos, me contó que no estaban pudiendo llegar a su casa por el agua (viven a 6 cuadras de nuestro hogar) y pensaban pasar la noche en un hotel del centro.

- Tené cuidado Egu cuando salgas mañana al trabajo – me dijo – escuchamos por la radio que están robando sobre la 38, apedrean a los autos y luego los roban, fijate por donde andas.

No puede ser que aún este lleno de agua, pensé, y decidí volverme a casa y ver como podía hacer para trabajar desde allí (aún con la contra de no tener luz para prender la PC).

Llegué, dormí otra horita, me desperté, me fui a lo de mi cuñado, prendí la tele mientras trataba de trabajar en la casa de él (ellos sí tenían luz), y comencé a enterarme de la magnitud de lo que había pasado.

21 muertos y más de 2000 evacuados en La Plata, decían los noticieros, en todos los canales era lo mismo. Las imágenes eran desgarradoras, calles inundadas, autos apilados, gente llorando, casas bajo agua, y todo pasaba en los lugares más exclusivos de la ciudad. Barrio Norte, Tolosa, La Loma, fueron los barrios más castigados, luego se le sumaría Barrio San Carlos, villa Elvisa, villa Castel, Berisso, zona este, toda La Plata. Los accesos a la ciudad habían sido bloqueados por la gendarmería, camino Centenario, Belgrano, Autopista, Ruta 36, todo estaba bajo agua. La ciudad estaba aislada, no había forma de entrar ni salir. Había mucho desconcierto, las noticias no eran claras, los servicios habían colapsado, el gobernador había dado asueto, los colegios decidieron no abrir sus puertas, y yo intentando conectarme a internet.

La era de la comunicación se caracteriza por la paranoia que nos genera no poder comunicarnos. Hoy en día podemos prescindir de casi cualquier cosa, pero que no deje de andar el celular porque entramos en pánico. A lo largo de la mañana comencé a recibir decenas de mensajes de texto preguntando como estábamos, cómo nos había tratado el agua. Comencé a comunicarme con familia, amigos, conocidos, con quien tuviera en la agenda para ver como estaban, si estaban bien. A mi suegra le había entrado diez centímetros de agua, se le podía arruinar el parquet y se le calló parte del cielo raso de la cocina. Mi viejo no puedo abrir la agencia de lotería por miedo a los saqueos, los rumores de robos en distintas partes de la ciudad iban en aumento, la policía brillaba por su ausencia, todo estaba librado a la mísera suerte. A Nico (un amigo) la lluvia lo agarró dentro del auto cuando conducía por la Av. 13, él y su hijo vieron crecer el agua hasta tapar el volante de su auto, cuando pudieron se bajaron y se fueron caminando a su hogar. A Pocho (mi tío) y a Nadia (una amiga) no podíamos ubicarlos por ninguna parte, y justo ellos viven en la parte más castigada por el temporal.

El día fue pasando, los muertos ascendieron a 48, las pérdidas eran incalculables, los políticos realizaban sus tradicionales visitas a la zona de la tragedia, facebook explotaba con mensajes de ayuda, todos buscaban a alguien, todos pedían ayuda, donaciones, lo que se fuese, lo que se tenga de más o haya sobrevivido al agua. Lo peor se empezaba a notar.

Jueves – Día 2: Lo Restos

Esa mañana me volví a levantar a las 6, mi cuñado decidió viajar, así que fuimos con su auto hasta la parada del Plaza. Detuvimos el colectivo y me sorprendió verlo vacío, son micros preparados para 48 pasajeros, y donde nosotros lo tomamos suele haber 2 o 3 lugares disponibles, ese día hizo el viaje a Capital sólo para nosotros dos.

A medida que avanzaba el micro fui dándome cuenta de las proporciones reales de la catástrofe. Decenas de autos estaban abandonados en las calles, mal estacionados, sobre las veredas, en contra mano, dados vueltas, apilados, llenos de barro, llenos de hollín. Las veredas y las paredes de las casas estaban llenas de basura, bolsas, hojas, mugre en general. La Av. 32 estaba destruía, en la desesperación la gente subió sus autos a la rambla, a algunos no les alcanzó, sus autos flotaron y chocaron contra postes de luz, casas, otros autos. Era un paisaje desolador y desgarrador.

Llegamos a Capital en tiempo record, la autopista estaba casi vacía, nadie viajaba hacia allí. Mis compañeros me esperaron preocupados, el día anterior fue la primera vez que había faltado al trabajo en toda mi carrera, y muchos no sabían por qué. Dino (un compañero de La Plata), me contó que su preocupación no era el agua, sino el incendio en la destilería de YPF. 10 edificios se habían prendido fuego el martes, y hasta el miércoles a la mañana no pudieron controlarlo. Esta información no salió en ningún noticiero y casi en ningún medio gráfico, hubiese generado un caos general. Un incendio en YPF puede llegar a generar una explosión en cadena en el polo petrolero del gran La Plata, Berisso, Ensenada, y gran parte de La Plata quedarían reducidos a cenizas, el resto del municipio se vería afectado por una lluvia de producto petrolífero que a una gran velocidad barrería con la vida de más de 500 mil personas. Vivimos parados sobre una bomba de tiempo, pero la ignorancia de eso es lo que nos mantiene mansos y nos deja continuar con nuestras rutinas.

En La Plata mientras tanto comenzaban con la ayuda a los necesitados, las colectas en toda la provincia habían sido muy grandes, la gente en estos casos dona sin mirar a quien, somos un pueblo muy generoso, sobre todo en las desgracias. Algunos vivos aprovecharon la situación y comenzaron a saquear supermercados, casas de electrodomésticos, comercios en general, los mismos camiones con la ayuda solidaria y hasta a sus propios vecinos. Esa tarde cuando volví del trabajo me enteré en lo de Beto (mi verdulero) que había grupos de banditas organizadas que ofrecían su ayuda a las personas mayores y cuando la gente los dejaba pasar les robaban todo. La luz no había vuelto en gran parte de la ciudad, Beto tenía conectado 6 celulares de distintos vecinos y venían a pedirle conectar otros más. La calle era pura indignación, las personas corrían insultando a los políticos, a las empresas de servicios a quien fuese, habían perdido todo, por qué no darles el derecho a insultar. Los comercios continuaban cerrados, el agua mineral era imposible de conseguir, así como la lavandina y otros productos de limpieza. La Flaca paso a buscarme y en camino de regreso a casa nos topamos con 2 piquetes con vecinos reclamando por ayuda, y nos comentaron que habían muchos más por toda la ciudad. Las calles continuaban a oscuras, todo era miedo e incertidumbre en general. La frase “lo perdimos todo” se escuchaba en cada cuadra, a quien no le entró un metro de agua le entro 50 cm, o tenía un vecino o un amigo o un pariente que la pasó muy mal. Los muertos ascendieron a 51, y se buscaban muchos más.

Cuando nos mudamos de Misiones hacia La Plata yo tenía a penas 8 años de edad (ahora tengo 34). Con la venta de la casa mi viejo tenía dos opciones para comprar, una casa en frente de las vías del tren o una en frente de un arroyo, él eligió la segunda. Esa elección hizo que sufriéramos 3 inundaciones grandes en nuestra casa, con agua que tapaba la mesa, o más. Eran momentos difíciles, éramos unos 10 o 20 vecinos que la pasábamos feo, que perdíamos varias cosas materiales, pero seamos sinceros, vivíamos en frente de un arroyo, podía pasar. Lo de estos días afectó a todo a una ciudad, no fueron decenas, sino miles de personas que sufrieron los caprichos del agua. Fue sólo cuestión de minutos lo que decidió la muerte de 51 personas (la mayoría sorprendida por el agua dentro de sus casas, o dentro de sus autos, o arrastrados por correntadas al intentar cruzar un río en plena ciudad). Esta vez no fue la mala decisión de una persona, sino que cualquiera podía ser victima del temporal, todos fueron víctimas del temporal. Los barrios más pudientes y lindos de La Plata quedaron tapados por barro, nadie estuvo a salvo del agua.

Viernes – Día 3: La Limpieza

Hoy, cuando volví del trabajo, me bajé en 13 y 32 y comencé a caminar hacia lo de mi suegra. Tenía que hacer un poco de tiempo esperando a la Flaca, y quería aprovechar para ver como estaba la ciudad. Me sorprendió ver que en cada casa, en cada frente, en cada edificio, había una montaña de cosas. Libros mojados, cartones, botellas, muebles desechos, computadoras rotas, heladeras, lavarropas, cualquier tipo de cosas conformaban esas montañas de mugres. Los edificios tenían en sus puertas conteiners para los desechos, y motores con mangueras gruesa extrayendo agua de sus entrañas. Casi todos los autos estacionados tenían abiertas sus cuatro puertas, sus alfombras por los pisos. Las casas abiertas de par en par, los vecinos limpiando y sacando agua. Hace tiempo no veía tanta gente junta haciendo la misma tarea, es como si alguien hubiese dado la orden general de limpiar y deshacerse de un montón de objetos viejos e inútiles, y todos la hubiesen acatado sin pensar. Algunos grupos de niños y jóvenes jugaban alrededor de estas montanas urbanas y se reían sin parar. Todos compartían anécdotas de los días anteriores, donde estaban, cómo los agarró, qué tan mal la habían pasado. Todos repetían: “lo perdimos todo” o “tal perdió todo, no le quedó nada”.

La Flaca pasó a buscarme y nos fuimos hacia lo de Nadia. Ella vive en Tolosa y tuvo 2 metros de agua dentro de su casa.

- El problema no fue la cantidad de agua – nos dijo – sino que estuvo 15 horas sin bajar, todos los muebles se destruyeron, nada soporta 15 horas de agua.

Afuera de su casa se veía la marca del agua, la misma pasaba la puerta, quizás un poco más. Todos en el barrio estaban en las veredas, centenares de muebles destruidos se mezclaban con bolsas de basura y barro.

- Sacas algo y al toque viene alguien y se lo lleva – nos comenta, y pienso que la basura de unos es el tesoro de otro, aún estando mojada.

A ella la agarró el agua en 36 y 22, a unas 25 cuadras de su casa. No tuvo otra opción más que caminar. Cuando llegó a la esquina de su casa el agua la tapaba casi por completo, le llegaba al cuello.

- No lo pensé, sé que fue una locura, pero yo sabía que mi hermano estaba solo en casa y quería llegar con él, mi hermano y mi mamá son lo único que tengo

Y se mandó a nadar. Por suerte pasó un gomón de la gendarmería y la rescató del agua, si no se ahogaba, nos confesó al rato. Mientras los gendarmes la alcanzaban hasta su casa, su hermano le sacaba fotos desde la ventana del primer piso y no paraba de reírse de ella.

De ahí nos fuimos a lo de Pocho, que vive a unas 10 cuadras de lo de Nadia.

- A nosotros no nos entró nada, pero hizo desastre en el barrio.

La noche de la tormenta, cuando se detuvo la misma y Pocho se aseguró que no corrían riesgo las nenas, las dejó solas encerradas, y con mi tía y mi abuela se fueron a ayudar a la gente del barrio. Alrededor de 20 personas rescataron desde los gomones y botes que usan los vecinos para ir a pescar, casi todas eran personas mayores que no pudieron salir de su casa a tiempo o tenían algún problema motriz. Muchos no quisieron salir, todavía están encontrando cuerpos y hay decenas de personas desaparecidas, la cifra oficial de 51 muertos es totalmente irreal.

Pocho me contó que se encontró con el Narigón, el Gordo y Nico (el mismo Nico que unas horas antes tuvo que abandonar su auto repleto de agua), todos estaban tratando de ayudar. Ellos viven en City Bell, en frente del arroyo que nos inundaba cuando éramos chicos. Paradójicamente a ninguno le entró agua y decidieron salir a ayudar. Como ellos centenares de vecinos se movilizaron espontáneamente para dar una mano a algún desconocido. Es increíble la cantidad de historias de gente que fue rescatada del agua por personas que jamás vieron en sus vidas ni volverán a ver.

Todos tuvimos nuestras desgracias, pequeñas o grandes, no importa, es muy difícil de valorar. Está el caso de la amiga de un compañero que tiene criadero de perros, el agua la sorprendió y como pudo los metió a los 16 animales en un pequeño altillo donde a penas había lugar para respirar. O el caso de una compañera de mi tía, que es discapacitada y que gracias a los vecinos que se acercaron a ver como estaba pudieron rescatar a su hija de 11 años y a su bebe de 1 año de edad cuando los estaba tapando el agua. O el caso de Walter (uno de los albañiles que me terminó la casa), a quien el agua le arrancó la casa del terreno y se la llevó por completo con todo lo que tenía dentro. O el caso del novio de mi hermana que zafó del agua por tener una casa de dos pisos, pero a pesar de eso bajaba al agua para cebarles mate a las personas que tenían sus autos llenos de agua y no podían moverse de ese lugar.

Para todos fue una catástrofe, que se pudo evitar.

El Futuro – Lo Que Vendrá.

Hoy los políticos se echan la culpa de la tragedia entre ellos, se pasan la bola intentando quitarse la culpa por algo que podría haberse evitado. Las causas de la inundación fueron muchas. 400 milímetros en apenas 3 horas (por año suele llover 1100 milímetros en total), decenas de nuevos edificios que suman miles de nuevas personas que saturan un sistema cloacal y pluvial obsoleto y gastado, dos barrios nuevos que nunca fueron terminados por el gobierno nacional cerca de la autopista que hicieron de paredón para el agua haciendo que la misma no pudiera llegar al río, obras inauguradas pero nunca terminadas por intendencias anteriores y actuales que se supone que evitarían este tipo de catástrofes y cuyo presupuesto desapareció sin dejar rastro alguno, mugre, que sea otoño, y vaya uno a saber cuantas explicaciones más. Fueron muchas cosas juntas que se unieron para hacer de este comienzo de abril una de las fechas más tristes para la ciudad.

Nada garantiza que no vuelva a pasar lo mismo, estamos a merced de personas que piensan solo en el ahora, que juegan con la popularidad actual en son de una reelección próxima a venir. Nadie proyecta a futuro, se necesita inversión, tiempo, esfuerzo, y parece que no existen políticos dispuestos a ello.

La ciudad se limpiará, el pasto volverá a crecer, los comercios abrirán nuevamente sus puertas, los vecinos volverán a trabajar. El tiempo hace que todo se supere, pero la sensación de impotencia y bronca quién será capaz de limpiar.

1 comentario:

Unknown dijo...

Diego,

Testimonio desgarrador... me dejó sin palabras.

Un abrazo grande.