miércoles, 26 de septiembre de 2012

Construyendo un hogar


Escribo esto desde el sillón de MI casa (resalto la palabra mi por todo el esfuerzo que nos llevó tenerla y sentirla propia), entre medio de cajas y bolsas de consorcio con decenas de cosas nuestras que no logramos desembalar ni acomodar.

Sí la tenemos, sí la disfrutamos, pero el esfuerzo fue mucho, y aunque seguro me olvide de algo, acá va una pequeña crónica de cómo logramos nuestro hogar.

Por agosto del 2011 se desarrollo en La Plata una muestra más de “La Plata Construye”. Con la flaca, y de puros chusmas, fuimos a ver los stanes de las mismas. Entre materiales de construcción innovadores y presupuestos varios, nos fuimos con la idea de que era posible construir nuestra casa, hace 5 años que veníamos alquilando y aunque nos sintiésemos cómodo de esa forma, nunca es lo mismo invertir en algo ajeno que uno sabe que nunca volverá.

Mi primer opción fue la casa prefabricada, una combinación de placas de yeso, planchas de aislación y ladrillos a la vista por el exterior. Al precio total no llegábamos, pero los lugares donde se comercializan brindan financiación y la garantía de que en 3 meses la teníamos a medio terminar (faltarían cerámicos y terminaciones en general).

Mi primo nos recomendó la construcción tradicional. “Yo tengo unos albañiles que trabajan bien y muy barato”, me dijo, me pasó el teléfono y comenzaron mis idas y vueltas con este rubro tan particular. El precio de mano de obra era barato, y asesorándonos en los materiales llegamos a la conclusión de que saldría lo mismo en prefabricado que en ladrillos, y el albañil nos garantizaba que en 2 meses la terminaba, no había forma de decirle que no, cerraba por casi todos lados, menos en el terreno y en el diseño de la casa.

La flaca tenía un terreno en el barrio San Carlos de La Plata, mitad de ella mitad de su hermano. Mi cuñado construyó ahí hace más de 3 años, nunca tuvo problemas. A mi sinceramente no me gustaba el barrio, lejos del casco urbano, lleno de casillas precarias de chapa y maderas, sin gas, poca luz, calles de tierra. Pero bue, era lo que había, y si queríamos comenzar con algo propio, ese era el lugar adecuado.

Una frase devastado para cualquiera que está construyendo comienza con “Ya que estamos…”. Como se supone que la construcción es por única vez y para toda la vida, uno intenta hacer lo mejor en ella, materiales de calidad, confort, durabilidad, el problema es que todo ello conlleva esfuerzo y dinero. Así pasamos de un plano hecho a mano por mí a un anteproyecto dibujado por un arquitecto, de una casa de 70 m2, a una de 110 m2 (sin contar el altillo), pasamos de 2 habitaciones a 3, de 1 baño a 2, de un sinfín de cosas suficientes para vivir a cosas suficientes para vivir cómodos. No estoy en contra del ya que estamos, pero esa frase nos llevo a endeudarnos con 4 créditos distintos y una cuota en la tarjeta de crédito difícil de saldar. Es cierto que nos ahorraríamos el alquiler a futuro, pero en el presente sangran los bolsillos.

Entre planos e ideas el proyecto se fue atrasando, y los albañiles comenzaron a trabajar el 20 de diciembre del 2011. El 21 a la flaca se le ocurrió cambiar toda la casa diseñada por el arquitecto, darla vuelta, quitarle el garaje pasante para agrandar el living, hacer una losa arriba de los baños para poder hacer un altillo allí, fueron algunas de las modificaciones de último momento. Quedaba bien, pero a último momento solo sumo descontrol y nerviosismo.

De lo que nadie nos habló de antemano era de la cantidad de gastos fuera de presupuesto que conlleva una construcción. De entrada tuvimos que sacar 2 árboles (daban justo en la cocina), poner un alambrado dividiendo el terreno del hermano de la flaca, rellenar el terreno con 5 camiones de tierra tosca, hacer el pozo ciego, etc, etc, etc, aparte de que los cálculos de materiales del albañil siempre se quedaban cortos, era todas las semanas salir corriendo a comprar cemento, cal y arena (y ver como los precios aumentaban día a día con respecto a la compra anterior). Salimos a comprar ladrillos y nos encontramos con el problema de que no estaban fabricando, la quita de los subsidios del gas por parte del gobierno hizo que las fábricas dejaran de producirlos y comenzaran a escatimar sus ventas, buscando hacerse de un stock para la hora del aumento. Por suerte el viejo de la flaca tenía un conocido que tenía una fábrica de ladrillos, nos vendieron 6000 al precio actual y pudimos comenzar.

Pasó el tiempo y la cosa parecía venir bastante bien, aunque algo lenta. El albañil que contratamos nos prometió 7 personas trabajando en todo momento, y con suerte nosotros encontrábamos 3 (la mayoría del tiempo tirados debajo de la sobra de un árbol tomando cerveza). Un día directamente dejaron de venir. Cuando pude contactarme con el albañil (después de varios días de gastar tarjetas y tarjetas de crédito del celular llamándolo) el tipo me salió con que tenía a la madre internada de urgencia, que no podía ir, pero que iba a mandar a la gente, para que no se atrasara nada. Nosotros teníamos que mudarnos en marzo (se nos vencía el contrato de alquiler) así que salir a buscar gente nueva estaba descartado en mis pensamientos. Al día siguiente apareció un solo peón a levantar ladrillos. Me enteré de que en realidad el albañil se había ido de vacaciones a Bolivia, y junto con él 2 de sus empleados (como así también me enteré de que era oriundo de Bolivia, cuando él aseguraba en todo momento que era jujeño). Este peón consiguió alguien que le ayudara, y entre los 2 estuvieron 40 días haciéndose cargo de la obra. Cuando llegó el albañil pidió disculpas, puso un par de excusas y se dispuso a continuar con la obra. La confianza ya estaba perdida.

Compramos los techos, el vendedor, techista de más de 30 años, nos recomendó que las chapas las colocaran de norte a sur, una sobre obra, que de esa forma evitaríamos tener problemas con sudestadas y vientos fuertes. Se le informó al albañil de ese detalle, pero por negligencia (o mala leche) hizo todo al revés, quedó así. A parte de perder la confianza, había encontrado desconfianza en cada cosa que hacían los albañiles, todo me resultaba que estaba mal.

De golpe y porrazo empezaron a venir sólo 2 días de la semana, todo siguió atrasado y marzo había quedado atrás (tuvimos que ampliar en contrato de alquiler por 6 meses más, con los costos inherentes que eso implica a pate de un aumento importante en el importe del mismo), y me encontré con que les había dado el 80 % del presupuesto cuando la casa aún no llegaba al 50 % del final. Terminaron de poner las aberturas y dejé de pagarles, prometieron volver en 2 semanas entre los 7 para terminar con todo, eso nunca se cumplió.

Así que no encontramos con una casa a medio construir, con un montón de deudas y con la certeza de que se nos acababa el tiempo en el departamento en el que estábamos. Y ahí, en medio del caos y la incertidumbre, apareció Pocho.

Pocho es un tío mío que se dedica a la construcción, tiene una empresa constructora a media con un socio y hace obras de todo tipo. No lo tenía en los planes de la casa porque quería evitar roces con la familia (a la flaca le gusta hacer las cosas a su manera, sin tiempo, y con lujo de detalles, y esto puede generar problemas con cualquier persona a cargo). Pocho se cargó la obra al hombro y comenzó, junto a un par de empleados suyos, a terminar todo lo necesario para que la casa aunque sea quedase cerrada (el miedo a los robos y a que se nos metieran en la casa era constante). El problema que teníamos con Pocho, es que él solo nos cobraba la mano de obra de sus ayudante, su trabajo, su tiempo, su esfuerzo, sus materiales, su infraestructura, nos la estaba regalando, entonces trabajar para nosotros a él le implicaba un gasto enorme, no solo por no ganar dinero en nuestra obra, sino por dejar de percibirlo en otras.

Con Pocho me di cuenta del mal ojo que tengo para los detalles ya que empezaron a surgir todos los problemas que tenía la obra. Caños arriba del nivel de los pisos, paredes fuera de escuadra, aberturas mal colocadas, loza que se llovía, cargas que se filtraban, eran algunos de los problemas. Todo lo intentaron corregir, pero tampoco son magos, aunque hicieron un buen esfuerzo. Así llegamos al punto de tener paredes revocadas, contrapisos completos, y aberturas colocadas, el problema era como seguir con los detalles sin continuar comprometiendo a Pocho.

Así dimos con René, por recomendación del cuñado de mi cuñada. El flaco era de Florencio Valera y se ofreció a venir todos los días en colectivo a terminar un baño y la cocina. Aceptamos el presupuesto (algo elevado para nuestros bolsillos), y nos garantizó que en 2 semanas terminaba todo. Tardó 4.

Cuando quisimos seguir trabajando con él (con el resto de los detalles), nos pasó un presupuesto, lo aceptamos, y no vino más. No volvimos a saber de René. Otra vez tuvimos que recurrir a Pocho.

Esta vez mi tío metió 3 personas de las suyas, para que pusieran los cerámicos, 2 más para que hicieran los cielos rasos, y algún otro para que terminara con todo lo de albañilería que quedaba dando vueltas. De la pintura luego me encargaría yo.

Cuando todo parecía continuar bien, a 50 metros de la casa un grupo de 40 personas, tomaron 2 manzanas completas, las lotearon y comenzaron a edificar carpas precarias a base de chapas y cartones. Nada hubiese sido alarmante sino hubiese sido porque comenzaron a robar las casas de los vecinos, a cobrar peaje a los que pasaran con el auto (con amenazas que cumplieron de romper el auto si no se les pagada), robos en todos los comercios de la zona, batallas a tiros todas las noches entre ellos para ver quien se quedaba con qué, y el intento de violación de una chica. El barrio se había convertido en tierra de nadie, la policía no hacía nada, la justicia trabajaba lento y las amenazas aumentaban a cada segundo, mientras nosotros seguíamos construyendo a escasos 50 metros de lo peor de la sociedad. Comenzaron las marchas a la legislatura con los reclamos de los vecinos, la intervención de la justicia dictaminando desalojar los terrenos en 6 meses, más marchas, corte de avenidas céntricas de la ciudad, abogados de derechos humanos defendiendo a los ocupas, más tiros, más robos, más descontrol. Teníamos menos de 3 semanas para mudarnos, y lo único que tenía como certeza era que ahí a mi familia no la llevaba.

Por suerte apareció un juez que viendo en lo que se había convertido el barrio se apiadó de la gente que vive allí, y ordenó el desalojo en una semana. El día anterior a que llegaran las fuerzas policiales la mayoría de los ocupas desalojaron los terrenos tomados, al día siguiente solo quedaban un par de familias compuestas por mujeres y niños. La policía nunca intervino, no hubo gases lacrimógenos ni maltrato de ningún tipo, pero aún así se fueron con la promesa de volver (y el amparo de la gente de los derechos humanos para poder hacerlo). Parece que en la repartija las garantías se las quedan los grupos organizados (todas las noche llegaban camiones con comida y agua para los ocupas) que se adueñan de lo ajeno a partir de la fuerza, la violencia y la amenaza, mientras que para nosotros solo queda el miedo.

A poco de una semana, la gente de Pocho pudo terminar lo necesario para que nos mudemos, los últimos días me la pasé pintando la casa nueva (y la flaca se la pasó limpiando todo).

Todo parecería terminar aquí pero aún faltaría la mudanza. Las mudanzas son de las situaciones más traumáticas (hay estudios que las comparan con un divorcio o un accidente automovilístico). 2 días enteros se la pasó la flaca embalando todo, 3 hs se demoraron en hacer el flete, y hubo muchas cosas que quedaron afuera (llevamos 2 camionetas completas de cosas al día siguiente con Pocho). Para mudarnos nos ayudó Ana, Nico, Laurita, Marisa, Beatriz, éramos 7 tratando de acomodar todo. Llegamos, nos instalamos y aún estamos acomodando (y lo seguiremos haciendo por varios días más ya que nos faltan terminar los roperos, los muebles de la cocina, armar los muebles del living, y un montón de cosas más).

Las canillas comenzaron a perder por todos lados, el calefón no quiso prender, la cocina explotó al intentar colocarla, el microondas no arranca por la baja tensión de la línea, el lavarropas no funciona por la poca presión del agua, y mil detalles más.

Estoy sentado escribiendo, viviendo en medio de un descontrol permanente pero feliz. Algún día todo esto finalizará y la construcción de la casa será solo una buena anécdota.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicitaciones por el nuevo hogar!!!! Besos!

Anónimo dijo...

el dia de mañana esto va a ser una linda anécdota,la casa esta hermosa diego.


Ceci dijo...

Ya estamos en la casa, todavia no teminamos de acomodar todo y yo ya quiero reformarla otra vez, todos los días le cambiaría algo. ¡¡¡Teneme paciencia!!!