Escribo esto desde el sillón de MI casa (resalto la palabra
mi por todo el esfuerzo que nos llevó tenerla y sentirla propia), entre medio
de cajas y bolsas de consorcio con decenas de cosas nuestras que no logramos
desembalar ni acomodar.
Sí la tenemos, sí la disfrutamos, pero el esfuerzo fue
mucho, y aunque seguro me olvide de algo, acá va una pequeña crónica de cómo logramos
nuestro hogar.
Por agosto del 2011 se desarrollo en La Plata una muestra más
de “La Plata Construye”. Con la flaca, y de puros chusmas, fuimos a ver los stanes
de las mismas. Entre materiales de construcción innovadores y presupuestos
varios, nos fuimos con la idea de que era posible construir nuestra casa, hace
5 años que veníamos alquilando y aunque nos sintiésemos cómodo de esa forma,
nunca es lo mismo invertir en algo ajeno que uno sabe que nunca volverá.
Mi primer opción fue la casa prefabricada, una combinación
de placas de yeso, planchas de aislación y ladrillos a la vista por el
exterior. Al precio total no llegábamos, pero los lugares donde se
comercializan brindan financiación y la garantía de que en 3 meses la teníamos
a medio terminar (faltarían cerámicos y terminaciones en general).
Mi primo nos recomendó la construcción tradicional. “Yo
tengo unos albañiles que trabajan bien y muy barato”, me dijo, me pasó el
teléfono y comenzaron mis idas y vueltas con este rubro tan particular. El
precio de mano de obra era barato, y asesorándonos en los materiales llegamos a
la conclusión de que saldría lo mismo en prefabricado que en ladrillos, y el
albañil nos garantizaba que en 2 meses la terminaba, no había forma de decirle
que no, cerraba por casi todos lados, menos en el terreno y en el diseño de la
casa.
La flaca tenía un terreno en el barrio San Carlos de La
Plata, mitad de ella mitad de su hermano. Mi cuñado construyó ahí hace más de 3
años, nunca tuvo problemas. A mi sinceramente no me gustaba el barrio, lejos
del casco urbano, lleno de casillas precarias de chapa y maderas, sin gas, poca
luz, calles de tierra. Pero bue, era lo que había, y si queríamos comenzar con
algo propio, ese era el lugar adecuado.
Una frase devastado para cualquiera que está construyendo
comienza con “Ya que estamos…”. Como se supone que la construcción es por única
vez y para toda la vida, uno intenta hacer lo mejor en ella, materiales de
calidad, confort, durabilidad, el problema es que todo ello conlleva esfuerzo y
dinero. Así pasamos de un plano hecho a mano por mí a un anteproyecto dibujado
por un arquitecto, de una casa de 70 m2, a una de 110 m2 (sin contar el
altillo), pasamos de 2 habitaciones a 3, de 1 baño a 2, de un sinfín de cosas
suficientes para vivir a cosas suficientes para vivir cómodos. No estoy en
contra del ya que estamos, pero esa frase nos llevo a endeudarnos con 4
créditos distintos y una cuota en la tarjeta de crédito difícil de saldar. Es
cierto que nos ahorraríamos el alquiler a futuro, pero en el presente sangran
los bolsillos.
Entre planos e ideas el proyecto se fue atrasando, y los
albañiles comenzaron a trabajar el 20 de diciembre del 2011. El 21 a la flaca
se le ocurrió cambiar toda la casa diseñada por el arquitecto, darla vuelta,
quitarle el garaje pasante para agrandar el living, hacer una losa arriba de
los baños para poder hacer un altillo allí, fueron algunas de las
modificaciones de último momento. Quedaba bien, pero a último momento solo sumo
descontrol y nerviosismo.
De lo que nadie nos habló de antemano era de la cantidad de
gastos fuera de presupuesto que conlleva una construcción. De entrada tuvimos
que sacar 2 árboles (daban justo en la cocina), poner un alambrado dividiendo
el terreno del hermano de la flaca, rellenar el terreno con 5 camiones de
tierra tosca, hacer el pozo ciego, etc, etc, etc, aparte de que los cálculos de
materiales del albañil siempre se quedaban cortos, era todas las semanas salir
corriendo a comprar cemento, cal y arena (y ver como los precios aumentaban día
a día con respecto a la compra anterior). Salimos a comprar ladrillos y nos
encontramos con el problema de que no estaban fabricando, la quita de los
subsidios del gas por parte del gobierno hizo que las fábricas dejaran de producirlos
y comenzaran a escatimar sus ventas, buscando hacerse de un stock para la hora
del aumento. Por suerte el viejo de la flaca tenía un conocido que tenía una
fábrica de ladrillos, nos vendieron 6000 al precio actual y pudimos comenzar.
Pasó el tiempo y la cosa parecía venir bastante bien, aunque
algo lenta. El albañil que contratamos nos prometió 7 personas trabajando en
todo momento, y con suerte nosotros encontrábamos 3 (la mayoría del tiempo
tirados debajo de la sobra de un árbol tomando cerveza). Un día directamente
dejaron de venir. Cuando pude contactarme con el albañil (después de varios
días de gastar tarjetas y tarjetas de crédito del celular llamándolo) el tipo
me salió con que tenía a la madre internada de urgencia, que no podía ir, pero
que iba a mandar a la gente, para que no se atrasara nada. Nosotros teníamos
que mudarnos en marzo (se nos vencía el contrato de alquiler) así que salir a
buscar gente nueva estaba descartado en mis pensamientos. Al día siguiente apareció
un solo peón a levantar ladrillos. Me enteré de que en realidad el albañil se
había ido de vacaciones a Bolivia, y junto con él 2 de sus empleados (como así
también me enteré de que era oriundo de Bolivia, cuando él aseguraba en todo
momento que era jujeño). Este peón consiguió alguien que le ayudara, y entre
los 2 estuvieron 40 días haciéndose cargo de la obra. Cuando llegó el albañil
pidió disculpas, puso un par de excusas y se dispuso a continuar con la obra.
La confianza ya estaba perdida.
Compramos los techos, el vendedor, techista de más de 30
años, nos recomendó que las chapas las colocaran de norte a sur, una sobre
obra, que de esa forma evitaríamos tener problemas con sudestadas y vientos
fuertes. Se le informó al albañil de ese detalle, pero por negligencia (o mala
leche) hizo todo al revés, quedó así. A parte de perder la confianza, había
encontrado desconfianza en cada cosa que hacían los albañiles, todo me
resultaba que estaba mal.
De golpe y porrazo empezaron a venir sólo 2 días de la
semana, todo siguió atrasado y marzo había quedado atrás (tuvimos que ampliar
en contrato de alquiler por 6 meses más, con los costos inherentes que eso
implica a pate de un aumento importante en el importe del mismo), y me encontré
con que les había dado el 80 % del presupuesto cuando la casa aún no llegaba al
50 % del final. Terminaron de poner las aberturas y dejé de pagarles,
prometieron volver en 2 semanas entre los 7 para terminar con todo, eso nunca
se cumplió.
Así que no encontramos con una casa a medio construir, con
un montón de deudas y con la certeza de que se nos acababa el tiempo en el
departamento en el que estábamos. Y ahí, en medio del caos y la incertidumbre,
apareció Pocho.
Pocho es un tío mío que se dedica a la construcción, tiene una
empresa constructora a media con un socio y hace obras de todo tipo. No lo
tenía en los planes de la casa porque quería evitar roces con la familia (a la
flaca le gusta hacer las cosas a su manera, sin tiempo, y con lujo de detalles,
y esto puede generar problemas con cualquier persona a cargo). Pocho se cargó
la obra al hombro y comenzó, junto a un par de empleados suyos, a terminar todo
lo necesario para que la casa aunque sea quedase cerrada (el miedo a los robos y
a que se nos metieran en la casa era constante). El problema que teníamos con
Pocho, es que él solo nos cobraba la mano de obra de sus ayudante, su trabajo,
su tiempo, su esfuerzo, sus materiales, su infraestructura, nos la estaba
regalando, entonces trabajar para nosotros a él le implicaba un gasto enorme,
no solo por no ganar dinero en nuestra obra, sino por dejar de percibirlo en
otras.
Con Pocho me di cuenta del mal ojo que tengo para los
detalles ya que empezaron a surgir todos los problemas que tenía la obra. Caños
arriba del nivel de los pisos, paredes fuera de escuadra, aberturas mal
colocadas, loza que se llovía, cargas que se filtraban, eran algunos de los
problemas. Todo lo intentaron corregir, pero tampoco son magos, aunque hicieron
un buen esfuerzo. Así llegamos al punto de tener paredes revocadas, contrapisos
completos, y aberturas colocadas, el problema era como seguir con los detalles
sin continuar comprometiendo a Pocho.
Así dimos con René, por recomendación del cuñado de mi cuñada.
El flaco era de Florencio Valera y se ofreció a venir todos los días en
colectivo a terminar un baño y la cocina. Aceptamos el presupuesto (algo
elevado para nuestros bolsillos), y nos garantizó que en 2 semanas terminaba
todo. Tardó 4.
Cuando quisimos seguir trabajando con él (con el resto de
los detalles), nos pasó un presupuesto, lo aceptamos, y no vino más. No
volvimos a saber de René. Otra vez tuvimos que recurrir a Pocho.
Esta vez mi tío metió 3 personas de las suyas, para que
pusieran los cerámicos, 2 más para que hicieran los cielos rasos, y algún otro
para que terminara con todo lo de albañilería que quedaba dando vueltas. De la
pintura luego me encargaría yo.
Cuando todo parecía continuar bien, a 50 metros de la casa
un grupo de 40 personas, tomaron 2 manzanas completas, las lotearon y
comenzaron a edificar carpas precarias a base de chapas y cartones. Nada
hubiese sido alarmante sino hubiese sido porque comenzaron a robar las casas de
los vecinos, a cobrar peaje a los que pasaran con el auto (con amenazas que
cumplieron de romper el auto si no se les pagada), robos en todos los comercios
de la zona, batallas a tiros todas las noches entre ellos para ver quien se
quedaba con qué, y el intento de violación de una chica. El barrio se había
convertido en tierra de nadie, la policía no hacía nada, la justicia trabajaba
lento y las amenazas aumentaban a cada segundo, mientras nosotros seguíamos
construyendo a escasos 50 metros de lo peor de la sociedad. Comenzaron las
marchas a la legislatura con los reclamos de los vecinos, la intervención de la
justicia dictaminando desalojar los terrenos en 6 meses, más marchas, corte de avenidas
céntricas de la ciudad, abogados de derechos humanos defendiendo a los ocupas,
más tiros, más robos, más descontrol. Teníamos menos de 3 semanas para
mudarnos, y lo único que tenía como certeza era que ahí a mi familia no la
llevaba.
Por suerte apareció un juez que viendo en lo que se había
convertido el barrio se apiadó de la gente que vive allí, y ordenó el desalojo
en una semana. El día anterior a que llegaran las fuerzas policiales la mayoría
de los ocupas desalojaron los terrenos tomados, al día siguiente solo quedaban
un par de familias compuestas por mujeres y niños. La policía nunca intervino,
no hubo gases lacrimógenos ni maltrato de ningún tipo, pero aún así se fueron
con la promesa de volver (y el amparo de la gente de los derechos humanos para
poder hacerlo). Parece que en la repartija las garantías se las quedan los
grupos organizados (todas las noche llegaban camiones con comida y agua para
los ocupas) que se adueñan de lo ajeno a partir de la fuerza, la violencia y la
amenaza, mientras que para nosotros solo queda el miedo.
A poco de una semana, la gente de Pocho pudo terminar lo
necesario para que nos mudemos, los últimos días me la pasé pintando la casa
nueva (y la flaca se la pasó limpiando todo).
Todo parecería terminar aquí pero aún faltaría la mudanza. Las
mudanzas son de las situaciones más traumáticas (hay estudios que las comparan
con un divorcio o un accidente automovilístico). 2 días enteros se la pasó la
flaca embalando todo, 3 hs se demoraron en hacer el flete, y hubo muchas cosas
que quedaron afuera (llevamos 2 camionetas completas de cosas al día siguiente
con Pocho). Para mudarnos nos ayudó Ana, Nico, Laurita, Marisa, Beatriz, éramos
7 tratando de acomodar todo. Llegamos, nos instalamos y aún estamos acomodando
(y lo seguiremos haciendo por varios días más ya que nos faltan terminar los
roperos, los muebles de la cocina, armar los muebles del living, y un montón de
cosas más).
Las canillas comenzaron a perder por todos lados, el calefón
no quiso prender, la cocina explotó al intentar colocarla, el microondas no
arranca por la baja tensión de la línea, el lavarropas no funciona por la poca
presión del agua, y mil detalles más.
Estoy sentado escribiendo, viviendo en medio de un
descontrol permanente pero feliz. Algún día todo esto finalizará y la
construcción de la casa será solo una buena anécdota.
3 comentarios:
Felicitaciones por el nuevo hogar!!!! Besos!
el dia de mañana esto va a ser una linda anécdota,la casa esta hermosa diego.
Ya estamos en la casa, todavia no teminamos de acomodar todo y yo ya quiero reformarla otra vez, todos los días le cambiaría algo. ¡¡¡Teneme paciencia!!!
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