jueves, 31 de mayo de 2012

Liverpool


Ayer volví caminando a casa. Tomé la diagonal 74 en dirección a plaza Moreno y escuché a Pipo Pescador con su clásico “vamos de paseo…”, sonando desde algún equipo de un local de la vereda contraria. En el local leí el cartel de “Liverpool”, no puede ser, me dije, detuve mi marcha y seguí mirando.

Liverpool es el bar donde nos conocimos con la flaca, hace ya 15 años atrás. Era un muy buen lugar de encuentro con los amigos, mesas de pool por todos lados, dos barras de tragos, poca luz, bancos altos para sentarse, mesas bajas y sillones mullidos. No entraba en la categoría de antro, pero tampoco es un lugar a donde llevaría a mi hijo a tomar un licuado. Allí compartí mi primer cerveza con la flaca, le pregunté cómo se llamaba, le ofrecí jugar al pool, divertirse. Todo lo que recordaba de ese lugar había desaparecido, salvo su nombre en vidriera.

Observé en detalle la escena porque no terminaba de creérmela, no sólo se escuchaba a Pipo Pescador, sino que dentro del local había un inflable con chicos saltando en él, guirnaldas de colores colgando de los techos y dibujos de Mini y Mickey adornando las paredes. Me reí solo en mi vereda y seguí caminando, pensando como los lugares cambian junto con nosotros, junto con nuestras vidas.

Es increíble como la vida va cambiando sin que nos demos cuenta, ese local es el claro ejemplo de lo que nos pasa a diario. Hace algunos años atrás (los cuales no nos parecen tantos) nuestra vida estaba musicalizada por algún rocanrol de Papo, estaba iluminada por luces tenues y de colores, saborizada con panchos de plaza y cervezas frías, hoy, sin saber cómo ni cuándo, nuestra vida se convirtieron en esas casitas de fiestas infantiles, llenas de música infantil, decorados de colores y luces blancas y fuertes, todo preparado para que nuestros hijos disfruten, la pasen bien, se diviertan y no se lastimen en el intento. Cuándo se produzco la mutación no lo sabemos, simplemente pasó, y no fuimos consientes de ese cambio.

En unos pocos días vuelve a nuestra vida otra época qué estábamos olvidando, otra etapa que habíamos dejado sin darnos cuenta en el camino. Una llena de pañales, mamaderas, chupetes y cansancio. Una etapa demandante, pero fantástica. Pero no es un viaje al pasado, no se confundan, es sumar al tren de nuestra vida ese pequeño vagoncito que creíamos olvidado. Es una carga más para nuestros motores viejos y oxidados, un vagón lleno de pequeñas responsabilidades y grandes alegrías y satisfacciones.

Qué lindo viaje que me espera en breve, lo estoy esperando con ansias, con nervios, con muchas expectativas y ganas. Todo viaje es cansador, pero el secreto consiste en disfrutar del camino a medida que lo estamos andando.

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