martes, 3 de abril de 2012

Miedo

Viernes, 00:30 AM. Me suena el celular, la flaca me estaba llamando desde la pieza. La atiendo y con voz baja me dice “vení sin hacer ruido, rápido”. Cuelgo y camino los 5 metros que separan el living de nuestra habitación.

Entro y la veo a la flaca con cara preocupada. Con la mano izquierda me hace una seña como de despacio. Lo miro a Santi y lo veo con los ojos totalmente abiertos, mirándome fijo, sin pestañar. Se suponía que hacía más de una hora que debería estar durmiendo. Le digo “¿qué haces hijo, por qué no dormis?”, no me responde, me sigue mirando, fijo, sin pestañar. La vuelvo a mirar a la flaca y me hace una mueca rara, me le acerco y me dice al oído “estoy preocupada, no responde”. Vuelvo y prendo la lámpara del pasillo, los ojos de Santi se fijan rápidamente en la luz. Me muevo y me persigue con la vista, siempre ido, sin pestañar. Me le acuesto al lado y me sigue mirando, hace una mueca como de tristeza, otra asemejándose a una sonrisa, vuelve a estar serio. Estuvimos 10 minutos diciéndole que se duerma, hablándole, llamándolo, moviéndolo, nada, Santi seguía con los ojos abiertos de par en par haciendo muecas extrañas con la boca. Nosotros, cada vez más asustados.

Hasta este fin de semana yo era el único sonámbulo de la familia. Mi vieja siempre cuenta que la primera vez que hablé dormido tendría unos 6 años, que dije un número de 3 cifras el cual jugó a la quiniela al día siguiente, y que salió. Desde ese día todos esperan que vuelva a adivinar el futuro para hacerse unos mangos sin obtener resultados positivos. Luego sería mi hermano el que sufriera mis pequeños ataques de sonambulismo. Luis cuenta que volvía de trabajar de Disjokey, y que yo me sentaba en la cama de golpe, le preguntaba alguna cosa (la mayoría de las veces sin sentido) y que volvía a desmayarme en la cama. Después me mudaría con la flaca, y le tocaría a ella sufrir mi locura. Una noche yo dormía, y ella fue a buscar algo en el ropero, cuando pasó a mi lado le dije con tono seductor “Hooola flaquita, hace cuanto que no te veía por acá, que linda que estás”, ella se rió sin saber de lo que yo estaba hablando y me volví a dormir (por suerte usé el genérico “flaquita” y no algún nombre que podía haberme metido en muchos problemas). Otra noche me desperté a la madrugada, la tomé de la cabeza con fuerza y se la presioné hacia abajo, aplastándosela contra el colchón, según la flaca tenía los ojos desorbitados y una mueca maligna en la boca, a los pocos segundos la solté, me di vuelta y seguí roncando (ahí de seguro actuó una parte muy fuerte de mi inconsciente, la que reprime los deseos y anhelos ). Varias veces me despertaba y comenzaba a hacerle preguntas a la flaca, ella en más de una oportunidad me siguió el juego y hasta grabó algunas de esas conversaciones incoherentes de sonámbulo. Pero todos mis episodios se caracterizaban por lo corto en su duración, nunca fueron más que unos pocos segundos, yo dormía, me despertaba de golpe, decía o hacía algo raro y me volvía a dormir al toque, todo en no más de 10 segundos de duración. Santi estuvo casi 10 minutos con los ojos abiertos, sin reaccionar.

E l problema no es como actúen los hijos, que lo hagan de manera rara o peligrosa, el problema es no saber cómo reaccionar, no saber qué sería lo mejor para ellos en ese momento. El viernes tuve miedo, miedo a lo imprevisto, a lo desconocido, a la ignorancia.

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