martes, 20 de marzo de 2012

Hace una pila de años...

Un día como hoy, 33 años atrás, la señora de Rondina se despertó a la madrugada con un gran dolor abdominal.

      -          Oscarcito, Oscarcitooo, Oscarcitooooooooooooooo
      -          ¿Qué querés?
      -          Creo que tuve una contracción, deberíamos ir al hospital
      -          Te dije que no comieras tanto, tomate un uvasal
      -          No, esto es distinto, creo que se viene Dieguito
      -          Qué venga nomás, avísame cuando llegue
      -          Despertate y sacá el auto, dale
      -          Está lloviendo, ¿no lo podemos dejar para mañana?
      -          Dale carajo, mové el culo .- y comenzó a patearlo en la espalda para que salga de la cama

Oscar se despertó, levantó a Luisito, de apenas 2 años, de su cuna, lo llevó con unos vecinos para que lo cuidaran y preparó todo para enfilar hacia el hospital.

Las calles en Misiones se caracterizan por sus subidas y bajadas muy pronunciadas, algunas superan los 45°. Los camioneros llegan como pueden a la cima de las lomas, y los demás automovilistas deben correrse del camino si ven venir a uno en una bajada, porque no hay forma de frenarlos y arrasan con todo a su paso.

Oscar y Bety en el 79 vivían en una casita humilde de Eldorado, en el kilómetro 6. Hacía apenas 2 años que habían llegado desde La Plata, con promesas de cambios y trabajo estable para Oscar, pero su culo inquieto y emprendedor lo habían hecho renunciar al mismo e intentaba llevar adelante una familia nueva con lo que iba surgiendo a su paso. Oscar tenía la cabeza llena de ideas para negocios nuevos e interesantes, pero nunca tuvo la perseverancia ni la suerte necesaria para llevarlos a cabo. Bety se había recibido de partera hacia algunos años, trabajaba haciendo guardias en varios hospitales de La Plata. Se habían conocido en un cumpleaños, por unos amigos en común, el gordo Duarte, compinche de juergas de Oscar, y Jorgelina, amiga y compañera de trabajo de Bety, ambos terminarían siendo los padrinos de Luisito. Ellos insistían en que Oscar y Bety eran tal para cual, que debían conocerse, y mucho no le erraron. Cuando surgió el viaje hacia Misiones para Oscar, Bety tuvo que decidir si acompañarlo o seguir con su vida. Decidió dejar su trabajo, sus amigos, su familia, su vida, todo, para estar junto a ese muchacho que conocía de apenas siete meses atrás. Entre locos se entienden, dice el dicho, así que se casaron y viajaron con lo puesto hacia el norte Argentino.

Ese 20 de marzo llovía torrencialmente, la tierra colorada en contacto con el agua logran una mezcla viscosa y pegajosa, no hay ruedas que puedan dominar ese fango, y si la pendiente que hay que ascender es pronunciada, como lo era en el km 6, la combinación es fatal. Oscar iba por su tercer intento, pero no había caso, el Renault 12 no lograba escalar la pendiente para llegar a la ruta.

      -          No doy más, se viene, se viene
      -          Qué querés que haga, este auto no sube
      -          Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
      -          Aguanta, aguantá

Las revoluciones del 12 sobrepasaron las seis mil, la cola del mismo zigzagueaba de lado a lado como si estuviese bailando, escupiendo barro para todos lados, de a poco, de centímetro a centímetro, fueron ascendieron, llegando con lo justo al asfalto. El 12 viajaba a toda velocidad por las calles de la ciudad hasta llegar al hospital. Bajaron, corrieron por sus pasillos, le asignaron una habitación, y esperaron a la partera de turno. La vecina de habitación de Bety volvía de la sala de parto con un varón en brazos, el cual había nacido con un diente. Los médicos y enfermeros no dejaran de ingresar a la habitación, un recién nacido con un diente no se ve todos los días. Mientras, Bety esperaba su turno, el cual llegaría poco antes de las 8 de la mañana.

Al día siguiente Oscar ingresó a la habitación con un ramo de flores en una mano, y Luisito a upa en el otro brazo. Entre los dos contemplaban en silencio al nuevo integrante de la familia. Lo llamaron Diego, en honor a uno de los sobrinos del pato Donald. Después harían un tercer intento, buscando que llegase Huguito y poder formar el trío, pero en el 81 llegaría Laurita, cerrando así la fábrica de hijos para ellos. Oscar y Bety se habían jugado, habían dejado todo en post de un sueño, y a pesar de sus errores e intentos fallidos, lo estaban logrando. 29 años después Diego les regalaría un nieto, llamado Santi, y 33 años después una nieta llamada Uma, pero esa es otra historia.

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