martes, 12 de julio de 2011

La ventanita (cuento corto)

Algún día tenían que volver los cuentos a Los Caminos de Egu. Nadie los debe de haber extrañado, sin embago acá están de nuevo, espero que lo disfruten.


La ventanita

A Noelia la conocí hace algunos años. Vivía enfrente de mi edificio, mismos pisos, ventanas enfrentadas.

Una mañana de un sábado de Junio (recuerdo que era junio porque empezaba a hacer mucho frío), me encontraba sentado en la cocina de mi monoambiente de San Telmo leyendo el diario mientras me tomaba un café con leche bien caliente. Miré a través de la ventanita (una pequeña que tengo arriba de la cocina y que es la única en todo mi departamento) y descubrí a la mujer de mi vida. Pelos oscuros, sin llegar a ser negros, tez blanca, facciones finas y elegantes, anteojos (siempre me gustaron las mujeres de anteojos) y gestos firmes. Todo indicaba que se estaba mudando, desde mi ventanita podía observar todo su living y su dormitorio (los cuales tenían grandes ventanales, sin rejas ni persianas), y una pequeña parte de su cocina, la cual también tenía una pequeña ventanita. Muchos hombres entraban y salían depositando cajas en el piso, sin saludarla, sin intercambiar palabra con ella, solo escuchando sus órdenes y haciendo su trabajo. Creo que eso fue lo que más me gustó de ella, la firmeza con que trataba a los demás, muy segura de lo que quería, todo parecía tenerlo controlado.

Los días se sucedieron y de a poco la fui conociendo, al principio a través de mi ventanita espiando cada detalle de su departamento (debo admitirlo), pero luego llegarían nuestros encuentros. A través de la ventanita la veía despertarse, desayunar, cenar, vestirse, y a veces desvestirse (esa era la mejor parte de mi día). Siempre fui un chico tímido, me costó mucho acercarme a ella, hablarle, confesarle que la amaba en silencio. Pero antes de eso tuve la oportunidad de conocer un poco más de su vida. Supe que trabajaba en una imprenta, como diseñadora gráfica, resolvía gran parte del trabajo en su casa, por eso tenía tantas oportunidades de verla. Era vegetariana y le gustaba el fútbol, siempre mirando algún partido de Racing (algún defecto tenía que tener). Tenía pocas amigas, dos o tres con las que se juntaba los fines de semana. Amaba el helado (comía todas las noches y siempre de chocolate), y cuidaba un pequeño bonsái, el cual regaba y recortaba antes de ir a acostarse.

Yo siempre buscaba la forma de encontrármela en la puerta, esperaba a que abandonara su departamento para salir corriendo y poder chocármela en la vereda. A ella le gustaba eso, me lo demostraba con sus sonrisas cuando me veía ir a su encuentro. Pocas veces nos saludábamos, pero no era necesario, su mirada me decía todo, ella me amaba, sin confesármelo, a través de las ventanas de nuestros departamentos.

Un sábado organicé para salir con los muchachos a jugar al bowling, salida de hombres, cerveza, muchas risas. Al tiempito de llegar me empezó a doler la cabeza, no había tenido una buena semana en el trabajo y el cuerpo me estaba pasando factura por eso. Regresé a mi hogar temprano, ni bien entré corrí a la cocina a buscar una pastilla y noté que ella tenía la luz del dormitorio encendida. La miré por la ventanita y mi mundo se vino abajo, un hombre besaba su cuello mientras le hacía el amor con furia sobre su cama, su rostro gozaba mientras la tomaba de los pelos, sus labios dejaban escapar gemidos de placer mientras manoseaban su cuerpo, ese rostro, esos labios, ese cuerpo que tanto amé estaba en manos de otro hombre, mientras yo sostenía un Ibuprofeno y un vaso de agua fría en la soledad de mi departamento. Todo en mi vida se desmoronaba, todo lo que alguna vez sentí puro y perfecto se rompía en una noche de sexo. Me sentí sucio, engranado, estafado.

Abandoné mi departamento y me dirigí al de ella. Esperé en la puerta del edificio, detrás de un árbol por largo tiempo, esperé que terminara lo suyo para poder enfrentarla. Al rato (no se si habrán pasado minutos u horas en mi espera) vi como el hombre con el que estuvo encamada bajaba del ascensor y abandonaba el edificio, corrí a su encuentro. Lo miré cuando habría la puerta, lo miré fijo, con rencor, con odio. “¿Pasas?”, me preguntó, y sin responderle me metí al edificio. Subí por las escaleras, masticando bronca. Le toqué el timbre y me quedé esperando a que me abriera. Escuché como la cerradura cedía y su rostro, su hermoso rostro se asomaba por la puerta. Nuestras vistas se cruzaron. “¿Sí?, ¿en que le puedo ayudar?”, me dijo con un tono amable y distendido, como si nada hubiese pasado.

Le rompí la nariz con la palma de mi mano en el primer golpe, su sangre manchó todo el parquet del departamento mientras retrocedía intentando no caerse y se tomaba el rostro, un rodillazo rompió varias de sus costillas y sentí como le comenzaba a costar respirar, cuando estuvo arrodillada en el piso le pegué un derechazo en el rostro, se le rompieron varios dientes. Me arrodille sobre su pecho, la tomé de la cabeza con ambas manos, la obligué a que me mirara con sus bellos ojos claros llenos de su propia sangre y le grité "¿porqué me hiciste esto si lo nuestro era perfecto?", noté desconcierto y nerviosismo en su rostro y le aplasté la cabeza contra el piso, algo sonó a roto y cerró los ojos. La golpee y la golpee, mientras le gritaba “yo te amaba, te amaba” con cada nuevo golpe, hasta que me dolieron los dedos. Antes de irme abrió sus ojos por última vez con mucho esfuerzo y me observó un segundo con ellos, sentí que con su mirada me preguntaba porqué yo le había hecho eso, mientras perdían su brillo, como si ignorara su traición, como si yo no fuera nadie para ella, nadie en su vida.

Al día siguiente encontraron su cuerpo, así descubrí que se llamaba Noelia, que había nacido en Arrecifes y que había venido a vivir a Capital hace unos años motivada por la oferta de un buen trabajo. “Es claramente un crimen pasional, no se llevaron ni un solo objeto de valor”, declaró el forense después de analizar su cuerpo y su departamento. Pero lo mío no fue pasión, fue puro amor, amor incondicional, amor eterno, amor sincero. A las semanas metieron preso al hombre que le hizo el amor esa noche. Las muestras de semen en el cuerpo fueron fundamentales para declararlo culpable. El hombre era un compañero de trabajo suyo y estaban saliendo juntos desde hacia algunos meses atrás, según declararon sus amigas, el tipo era casado y suponían que lo hizo para ocultar las huellas de su infidelidad.

Para mi fue muy duro reponerme, Noelia había sido mi primer amor, mi primer amor verdadero. Igual ahora estoy conociendo a otra chica, una rubia muy joven que entró de pasante hace unos días en mi trabajo. Ella está en otro piso, siempre la observo trabajando por la ventana que separa nuestros pisos. Todavía no la saludé, pero se me insinúa con sus miradas y sus gestos, de eso estoy seguro. Tengo la certeza de que vamos a llegar muy lejos.

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