Sentados en el sillón con Santi y la flaca, no pude contener una lágrima que se deslizó por mi mejilla, al ver que mi hijo sufría por algo que no quiero que entienda a tan corta edad.
Estábamos mirando “La princesa y el sapo”, una de esas películas de Disney con gente cantando todo el tiempo, dibujos en 2D y bastante humor. Casi terminando la misma, uno de los personajes secundarios de la película (un bichito de luz muy gracioso que ayudo a los protagonistas a resolver sus problemas) se tiene que enfrentar al malvado para proteger a sus amigos, este hombre cruel lo termina pisando por entrometerse en su camino. La escena continuó, los héroes vencieron al malvado y cuando estaban festejando el cocodrilo trompetista llegó con el bichito moribundo, que luego de pronunciar sus últimas palabras falleció. En ese momento Santi nos mira, con un puchero enorme y sus ojitos vidriosos, y nos pregunta “¿Qué le paso al bichito?”, con su madre nos miramos (ambos temíamos hablar de esto y justo nos vimos obligados por una película de Disney) y le respondimos “el bichito se murió”. “Yo no quería que se muera”, nos dijo antes de largarse a llorar por el dolor, por ese dolor no físico, difícil de curar y frenar, y abrazó con todas sus fuerzas a la flaca, para que lo contenga.
Hace rato que le ando escapando a hablar de la muerte con Santi. Solo dejo escapar los verbos en tiempo pasado cada vez que me pregunta sobre alguien que ya no está.
- Papí, ¿dónde vive tu abuelo?
- Él vivía donde vive mi abuela ahora.
- De qué trabaja?
- Era albañil.
- Podemos ir a visitarlo
- No hijito, no se puede.
Todas respuestas esquivas que intentan evitar el momento que tarde o temprano tendré que afrontar.
Hijo, disfruta de tus 3 añitos y tres meses, no sientas dolor por la muerte (aunque la mayoría de las veces es inevitable). Disfrutá la vida, la tuya, la nuestra, la de todos los que te quieren y rodean. La muerte no difiere mucho de la escena de esa película, cuando el bichito de luz dejo de existir entre los suyos para convertirse en estrella. La muerte es eso, un cambio. Ya tendremos tiempo de sentarnos a hablar más profundamente sobre estos temas. Ya discutiremos sobre religión, creencias, ciencia, naturaleza, ya tendremos tiempo de tratar estos temas, mientras seguí con tu sonrisa eterna y deja las lágrimas para cuando pelemos las cebollas para la salsa del domingo.
Todo cambia, todo llega a su fin, todo menos el amor que te tenemos tu madre y yo. Eso perdurará por siempre.
viernes, 18 de marzo de 2011
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1 comentario:
Otra vez me hiciste llorar... Diego...
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