miércoles, 16 de marzo de 2011

La última anécdota

Hace algún tiempito leí una teoría sobre la amistad. El autor proponía que eran amigos aquellas personas que estaban en los buenos momentos junto a él, y no en los malos (como supondríamos todos). Según él, la amistad consistía en compartir buenos momentos, pasarla bien con quien se tiene al lado, crear anécdotas comunes que los ligan más allá de solo unas horas en común.

Yo no comparto mucho la idea de este autor, tengo mi propia teoría sobre la amistad, y lo único en lo que coincidimos es que con los amigos se generan anécdotas. Pero en mi teoría no cualquier anécdota es importante, sólo importa la anécdota final, la del día de tu muerte.

Yo estoy convencido de que mis amigos son aquellas personas que estarán en mi funeral, que sabiendo que me morí dejarán cualquier cosa por estar en ese momento, no por despedirse de mi acostado en unos tablones de madera y todo frío, sino para acompañar a mi familia. Aquellas personas que estén junto a Santi y a la Flaca en mi funeral serán mis amigos.

Yendo un poco más allá en mi teoría, llegué a la conclusión de que buenos amigos, esos amigos del alma, los de enserio, no sólo estarán en mi velorio, sino que pagaran la cuenta. Los buenos amigos son los que se encargan de comprar el cajón, de contratar el servicio, de traer los sanguchitos, de servir los cafés para los invitados, los buenos amigos son todos aquellos que intentan desligar de cualquier responsabilidad a los familiares del difunto, de cualquier carga además de la de ese momento.

Estas personas armaran su propia anécdota final junto a mis restos, dirán “Qué gordo que estaba Egú, dos milanesas más y no entraba en el cajón, me rompí la cintura cuando tuve que cargarlo”, “menos mal que estaba muerto Egu, si llegaba a probar lo sanguchitos de miga revivía para cagar a patadas en el orto al encargado del lunch en el sepelio”, “cero onda los del maquillaje, se le notaba la rueda del camión en la oreja derecha, le hubiesen puesto un gorrito aunque sea”, “de blanco lo vistieron a Egu, en su vida uso blanco, tenía miedo que lo confundan con un heladero o un lavarropas”, “le dije a Egu que tenía que ponerse en forma, media cuadra corrió al colectivo y le explotó el corazón por el esfuerzo”.

Espero que mi velorio rebalse de gente, que coman, que chupen, que se diviertan, que me recuerden. Espero que en ese momento mis amigos sepan alegrar a mi familia como tan bien lo lograron hacer conmigo durante lo que duro mi vida.

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