Uno de los momentos de mayor presión sicológica donde se intenta doblegar la voluntad ajena y llevar a la otra persona a realizar algo que claramente no quiere (a parte de una entrevista laboral o un casamiento) debe ser cuando un grupo de personas intenta vendernos un tiempo compartido (o cualquiera de sus derivados que termina siendo lo mismo). Ayer tuvimos con la flaca nuestra primera experiencia de este tipo, la diferencia con otras experiencias similares fue que esta vez fui preparado.
Una telefonista nos sito a una oficina a retirar un baucher por la estadía de una noche en un complejo muy bonito de San Bernardo. El complejo yo lo conocía de nombre y de vista, así que el mismo existía y el premio claramente podría ser válido (no nos quisieron regalar 15 días en Cancún, ahí sí me sentiría estafado de ante mano). Lo único que pedían a cambio era una hora de nuestro tiempo. Arreglamos para que Santi se quedara en lo de su abuela, y apenas llegué de trabajar (ya de noche y muy cansado) nos dirigimos a la entrevista previa para obtener nuestro regalo.
Subiendo el ascensor a la oficina le dije a la flaca “al final, cuando nos quieran vender, vos no hables, dejame a mí, y por favor no te cagues de risa”. No le di tiempo a que responda ni piense lo que le había dicho que ya nos encontramos enfrente de la secretaria del lugar quien nos derivó con uno de los vendedores de turno.
Después de dos horas de escuchar las ventajas de su sistema y de ver las miles de fotos de sus complejos sin pronunciar palabra alguna de mi parte (sólo algún que otro ruido de vez en cuando para afirmar algo), llegó el momento de la venta propiamente dicha.
VENDEDOR: Bueno ¿Qué les pareció el sistema?
YO: muy interesante
VENDEDOR: ¿Si pudieran contar con él lo aprovecharían?
YO: por supuesto
VENDEDOR: ¿Si llamo a mi supervisora para que les diga los costos, estarían dispuestos a comprarlo?
YO: no
VENDEDOR: ¿pero porqué, si les interesa?
YO: no tengo ni plata ni tiempo
VENDEDOR: pero mire que puede usar lo que quiera y el resto es acumulativo
YO: si, sé, pero igual no puedo pagarlo
VENDEDOR: pero es muy accesible
YO: no puedo pagarlo
VENDEDOR: ¿entonces no les interesa?
YO: no
VENDEDOR: ¿seguros?
YO: si
VENDEDOR: igual llamo a mi supervisora
YO: hace lo que quieras
SUPERVISORA: ¿qué les pareció el sistema?
YO: muy interesante
SUPERVISORA: ¿están dispuestos a contratarlo?
YO: no
SUPERVISORA: ¿porqué?
YO: no tengo ni plata ni tiempo
SUPERVISORA: pero miren que es muy económico
YO: no me interesa
SUPERVISORA: ¿cuánto estaría a su alcance para pagar por mes?
YO: 20 pesos (escuche que se rieron los dos)
SUPERVISORA: no, de en serio, miren que son unas fabulosas vacaciones
YO: 50 pesos
SUPERVISORA: ¿300 pesos por mes les parece caro?
YO: no llego
SUPERVISORA: ¿200?
YO: no llego
SUPERVISORA: está bien, veo que no llegamos a ninguna parte
YO: si, yo quiero llegar a mi casa, asi que…. (parándome con cara de orto)
SUPERVISORA: está bien, está bien, igual les dejo los valores por si se arrepienten
YO: como quieras
SUPERVISORA: son 24 cuotas de 560 y un anticipo de 750
YO: ok
SUPERVISORA: ¿para un futuro les interesaría?
YO: puede ser
SUPERVISORA: ¿nos dejan sus datos?
YO: claro, mi nombre es Esteban Demaestri (es el nombre de un amigo), nuestra dirección es 2 e/ 71 y 72 nro 2359 (no sé si existe ese número entre esas calles), teléfono 423-1111 (la mina me miro con cara rara, no se creyó lo del 1111)
SUPERVISORA: bueno, gracias (y se paran ambos)
YO: un segundo, el baucher
SUPERVISORA: ah, si, acá tienen
YO: gracias
Espero que ese baucher sea válido, sino fueron las dos horas de vida que desperdicie más rápido.
jueves, 16 de septiembre de 2010
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