martes, 17 de agosto de 2010

Fin de semana laaaaaarrrgoooo

El lunes en un nuevo recordatorio de la muerte del Gral San Martín, coordinamos para ir a buscar un mueble a una quinta de unos medios parientes de la flaca, los cuales habían vendido la propiedad y se encontraban en etapa de regalo del mobiliario. El dueño de la misma pensó que ese mueble en particular podía andar muy bien para la habitación de Santi ya que era de una madera muy buena y estaba muy bien pintado. Cada vez que intentamos averiguar más características del mueble nos encontramos con definiciones vagas y confusas, parte por el olvido de las personas consultadas y parte por lo difícil de describir el mueble en palabras (una imagen vale más que mil palabras en estos casos).

Desde que nos mudamos con la flaca nuestra hogar fue un rejunte de muebles donados por parientes varios. La idea siempre fue aceptar la oferta, adaptarla a nuestro gusto, y disfrutar de algo con el menor costo posible. En este caso creo que le erramos.

Para poder trasladar el mueble decidimos contratar en flete. Si bien quizás el mismo entraba en el auto, no quisimos exponernos a rayarlo o algo parecido, así que decidimos pagar 80 pesos la hora sin abonar un ayudante por ser algo relativamente chico (yo me encargaría de la carga y descarga del mismo con algo de ayuda del fletero).

Al llegar a la quinta nos encontramos con otro grupo de fleteros, 4 personas cargando cosas a su camión. Ingresamos, saludamos y nos dispusimos a conocer el mueble. Cuando ingreso a la habitación donde estaba me encuentro con un escritorio grande, un sobre escritorio (con luces), y dos módulos de cajoneras y puertas, lo cuales tenían cada uno un metro noventa de altura, unos ochenta centímetros de profundidad, y unos cuatro metros de largo. El modelo del mueble era viejo y de un color medio raro, gris y rosado. Ahí encontramos nuestro primer problema, había que reciclarlo ya que con esos colores no podíamos colocarlo en la habitación de Santi. El otro problema surgió a la hora de querer levantarlo, tonelada, tonelada y media cada módulo, a penas logré despegarlo del piso con mucho esfuerzo. La miré a la flaca y le dije “esto pesa fortuna, como carajo lo cargamos? No pasa por el ascensor, no entra en la pieza de Santi y hay que pintarlo todo nuevo”, intentando desmotivar la idea de llevarlo, pero fue en vano, si la flaca tuvo otra vida de seguro fue anticuaria o lingera, porque le encanta juntar porquerías y cosas que la mayoría consideraría basura.

Fui a buscar al fletero y le dije “para cargarlo voy a necesitar una mano”, el viejito me miró resignado y con cara de para esto a mi no me contrataron. Los muchachos del otro flete al ver la cara del viejo y mi rostro ofuscado al caer en cuenta del problema que teníamos entre mano, decidieron ayudarnos. “Flaco te damos una mano?”, me grito uno, y mi si no se hizo esperar, el tipo le dijo a su ayudante en voz baja evitando ser escuchado “veni, dame una mano que sino el viejito se muere” y yo me hice el distraído y los seguí al cuarto. Entre los 4 subimos los tres módulos, con mucho esfuerzo y traspirando. Les agradecí a los muchachos y me dispuse a irme, pero no, aún le siguieron ofreciendo cosas a la flaca, y por supuesto no pudo negarse.

A parte del mueble nos subimos dos estufas tiro balanceado, una de 5700 calorías y otra de 2000, dos ventiladores de techo, una mesa redonda para el patio, y un sofá cama de dos plazas que pesaba lo mismo que todos los muebles juntos, pero para esto ya no contábamos con la ayuda de los muchachos, así que me arremangué y con la ayuda de viejo (y mucho, pero mucho esfuerzo de mi parte) pudimos cargarlo.

Ahora llegaba la hora de llevar las cosas a su destino, el cual cambiamos para la casa de mi cuñado (en nuestro departamento no entraba todo, en realidad nada, así que tuvimos que buscar un lugar con más espacio). Por suerte para la descarga de las cosas pude contar con la ayuda de mi cuñado, y entre los dos pudimos descender todo del camión y pagarle las dos horas de flete al viejito para que siga disfrutando de su día feriado.

En resumen las cosas quedaron en lo de mi cuñado (si quedan ahí eternamente mejor, pero como en todas las cosas la decisión no es mía, sino de la flaca, así que veremos que se le ocurre hacer con tanto mueble raro), gasté 160 mangos de flete, desperdicié mi feriado y terminé con los brazos doloridos y acalambrados (al menos me queda la esperanza de que mi cuñado pueda darle utilidad a tanto mueble reciclado)

La vida es así, no te puede ver feliz descansando. No me quiero imaginar lo que me depara mi siguiente día feriado.

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