miércoles, 14 de julio de 2010

Ritmos

- Papi, mové la cabeza así.- Me dice Santi mientras revolea la suya al compás de Back is Black de AC DC

Me pongo los anteojos de sol negros haciendo juego con los suyos, subo el volumen del estéreo y viajamos hacia el supermercado bailando a nuestro estilo.

Por los altos parlantes del hípercomercio de ropa comienza a sonar Thriller, de Michael Jackson. Santi en el piso, tomado de una mano de su madre, empieza a mover los hombros, luego una pierna sola siguiendo el ritmo contagioso que llega a sus oídos. Su mirada perdida entre las ropas de los estantes, su cuerpo poseído bailando al compás del tema que reivindicó el baile coreafrico en la música de las últimas décadas.

En el equipo comienza a sonar un gato cantado por Los Nocheros. Santi, sentado sobre la falda de su madre, comienza a mover el cuerpo al son de la música, mientras termina de comerse un triple de jamón y queso. La flaca me mira sorprendida y me hace notar lo bien que el chiquito acompaña el ritmo folclórico, aquel que creemos que nunca había oído hasta ese momento.

La música es muy variada. Cada una viene acompañada de una forma muy distinta de bailarla e interpretarla. Todos los géneros parecen ser excluyentes, enemigos. Un ramonero no puede escuchar folclore o ir a ver un concierto de música clásica, parecerían aguas y aceites en un mismo recipiente, resistiéndose a ser el mismo jugo fundido.

De vez en cuando aparecen personas distintas, personas que no discriminan en este universo de notas y letras infinitamente distintas y hermosas cada una en su contexto. De vez en cuando aparecen personas que sólo se dejan llevar por ritmo. De vez en cuando aparece Santi.

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