Hace un par de meses que le estoy enseñando a Santi el significado del dinero, bueno, en realidad eso intento.
Comenzamos guardando en su pato alcancía (cada vez que le ingresa una moneda por la espalda grita muy alegre “cuak cuak”) cada monedita que me sobraba del día a día, pero el animalejo terminó por quedarse sin pilas y comenzamos a almacenarlas en una lata. La excusa para guardarlas era que el fin de semana con ellas iríamos al ico ico (a la calesita en idioma Santi), y que él daría sólo las vuelvas que pueda costearse con lo ahorrado en la semana.
Así pasan los días, llego a casa, me pide moneditas, las guarda en su lata, y me dice muy contento “para ir al ico ico”.
El domingo a la tarde estábamos discutiendo con su madre por temas monetarios, hace poco nos mudamos y sinceramente hice mal los cálculos de costos implícitos, llego justo a fin de mes evitando por muy poco el pedir dinero prestado. La discusión surgió porque ella quería que renueve mi atuendo, mínimo que me compre un pantalón (según su visión los míos están todos gastados), y yo argumentaba que teníamos otras prioridades, que la ropa era lo de menos y que nadie se daba cuenta de los 5 agujeritos que tienen mi baquero.
En cierto momento Santi deja de jugar con sus muñecos, se acerca hasta donde nosotros estamos y me dice mirándome a los ojos “Yo pago”, se va a buscar su lata de monedas y me la entrega. Una patada certera a mi orgullo machista monetario.
miércoles, 19 de mayo de 2010
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1 comentario:
Y pensar que el padre quería enseñarle al hijo sobre el dinero...
Ojalá se afloje un poco la soga: todos los cambios traen algunos gastos extra. No hay que tomar decisiones apresuradas hasta que no corra un poco más de agua bajo ese puente.
Un fuerte abrazo.
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