lunes, 14 de septiembre de 2009

Otro día más

El despertador sonó a las 7 AM, como casi todos los días.
La camisa limpia y planchada colgaba del respaldo de una vieja silla esperando que la use, como casi todos los días.
Las luces del día comenzaban a filtrarse por las cortinas apolilladas de la cocina, como casi todos los días.
Los perros del barrio comenzaban a darle vida a ese paraje olvidado por el gobierno lleno de tierra y barro, lleno de oxido y basura, como casi todos los días.
Contó las monedas de su bolsillo, no alcanzaban para el bondi, debería comprar cigarrillos o alguna gilada inútil para poder llegar al trabajo, como casi todos los días.
Beso en la frente a su señora y arropó a sus tres hijos antes de partir, como casi todos los días.
Espero por 40 minutos el bondi, como casi todos los días.
Realizó su viaje de 80 minutos al microcentro, como casi todos los días.
Camino a lo que él llamaba trabajo, como casi todos los días.
Espero ansioso que abrieran la puerta y al ingresar saludo con un “buen día”, como casi todos los días.
Extrajo una 22 de atrás de su cintura y pidió toda la recaudación a una cajera asustada, mientras reducía al resto de los clientes con insultos y amenazas, como casi todos los días.
Un custodio que aún no había llegado a ponerse el uniforme extrajo su arma reglamentaria y grito “quieto”, como alguna le tocó hacerlo. Ante los nervios y lo imprevisto gatillo su 22, pero la bala no quiso abandonar el tanque, oyó el arma del custodio detonarse, pensó en su mujer, en sus hijos y se dijo “Este es mi último día”.

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