jueves, 26 de febrero de 2009

La clave

- Uno, dos, tres…, no, no, no, no. Uno, tres, cinco…, no, no, no, no – Intentaba una y otra vez y volvía a intentarlo.
- ¿Qué pasa viejo, se te perdió algo? – Le preguntó dejando de lavar los platos, un poco cansada de sus constantes divagues.
- No, no, no, sólo no recuerdo. Uno, siete, tres…, no, no, no, no.
- ¿Qué no recordás? Decime, así te ayudo.
- No, no, no, tengo que poder yo sólo, alguna vez ya lo hice, tengo que poder hacerlo de nuevo. Yo puedo.

Acomodó en la mesada el plato que estaba lavando, se secó las manos con un repasador medio mugriento y se acercó hasta donde estaba el viejo.

- A ver, mostrame – Le ordenó tomándolo del brazo.

El viejo abrió sus arrugadas manos dejando ver la pequeña esfera que descansaba dentro.

- ¡¡¡Otra vez con esta mugre!!!. Desde que la hiciste que está llena de bichos que se reproducen a cada rato y se la están devorando. Cuántas veces te dije que la limpies, ¿o querés que te la lave de nuevo?
- No, no, no, es mía, los bichitos son míos, yo los cuido, ellos me quieren.
- Son sólo bichos, no sienten nada, no hacen nada, sólo molestan y te están destruyendo toda la esfera, ¿no ves que son parásitos? Dejame que los mate de una vez.
- No, no, no, son míos, todos son míos, yo los quiero.
- Está bien viejo, hace lo que quieras. Ya te vas a descuidar y te los voy a tirar a algún agujero.

El viejo siguió mirando su esfera celeste, millones de años hacían ya desde que la hizo para jugar a la bolita con sus compañeros de colegio. Pero estos últimos milenios se le estaba contaminando y él intentaba recordar la combinación para resetearla como tantas otras veces lo había hecho.

- Uno, cinco, nueve…., no, no, no, no – Continúo probando el viejo

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