viernes, 28 de noviembre de 2008

Primer día

El lunes fue mi primer día en la nueva sucursal de la empresa ubicada en Barracas. Como cualquier primer día en un lugar nuevo, las ansias por la llegada y el conocer las nuevas instalaciones eran muy grandes. Me tome el oeste a tiempo, llegue a la Terminal con tiempo de sobra, me saqué los boletos y me subí al primer costera que vino. Llegue a las puertas de capital federal redondeando las siete y media de la mañana, aún me sobraba tiempo para llegar relajado a mi nuevo cubículo.
Me quedé esperando en la parada alguna línea interna que me traslade a barracas, no pasaron dos minutos que veo un 33 con un hermoso cartelito blanco y rojo que decía “BARRACAS”.
Grande fue mi sorpresa cuando descubrí que hasta contaba con asiento disponible, por lo que me senté y me predispuse a disfrutar del viaje.
De entrada noté que el colectivo era un poco vueltero, cancha de boca, bajos fondos, muchas casas de chapas de colores me indicaban que ya no me encontraba en el centro y decidí esperar para ver que rumbos tomaba el colectivo. Como un turista más, saqué mi mapita del subte de la mochila y me puse a seguir las calles para saber cuando debía tocar el timbre que indicara mi parada.
En una de las esquinas me encontraba muy concentrado observando los carteles de una esquina, cuando siento un cierto calorcito en mi rodilla izquierda, lo que me hizo girar de forma brusca la cabeza hacia la izquierda y encontrarme con un borracho vomitando toda la comida del día anterior sobre mis zapatos. Intenté huir al mal trago (nunca mejor aplicada la frase) pero ya era tarde para parte de mi ropa, mi mochila y mis zapatos. Cuando el señor termino de autolimpiarse el estómago se bajo del bondi abandonando parte de su ser por más de medio colectivo y dejándonos al resto de los viajantes con las cabezas a medio sacar por las ventanillas y conteniéndonos las arcadas (siempre puede ser peor, podría haberse producido un efecto dominó fatal dentro del colectivo, estuve a punto de iniciarlo pero la falta de sólidos en mi estómago evitaron la catástrofe).
En ese momento me encontré en la encrucijada de bajarme en un barrio que nunca antes había oído nombrar, o soportar el resto del viaje el sufrimiento propuesto por el borrado.
Debo de ser muy expresivo, porque detrás de mí dos flacos no dejaban de verme la cara y reírse a carcajada limpia.
Cuando llegué a mi nuevo establecimiento laboral me encontré con un edificio de proporciones gigantescas, para llegar a mi box tuve que caminar como cinco cuadras por pasillos multicolores de poca luminosidad.
Para no perder la costumbre terminé desorientado en un piso que no me correspondía intentando usurpar una PC que no era la mía (lo sospeche por la cantidad de galletitas y objetos sobre el escritorio, pero me dije bueno, deben de ser regalos empresariales, y empecé a lastrarme todo sin remordimientos) hasta que muy amablemente se acerco el personal de seguridad a decirme “¿pero no te dijeron que era por allá, no escuchas lo que te dicen pibe?”, pero como explicar que uno tiene el sentido de la orientación atrofiado por una vida pasada no muy sana.
Al fin llego a mi querido cubículo, y me encuentro con la sorpresa de que mi monitor se encuentra justo dando todo su brillo hacia la oficina del gerente, lo que imposibilita cualquier tipo de trabajo extra o actividad que no se refiera al trabajo (estoy más controlado que la frontera de México con EEUU). De un lado la tengo a mi líder, del otro a una asistente del gerente, y de frente una hermosa impresora (¿me parece a mi o me aislaron, será algún tipo de mensaje en doble sentido?), al compañero más cercano lo tengo a unos 20 metros, para ir a charlar un rato debo pedirme un taxi.
Pero no todo es tan malo, el café con leche de la máquina es excelente, y el edificio tiene solo tres pisos, así que en caso de incendio o catástrofe son pocas las escaleras que tendríamos que bajar.
De acá en más sólo queda conocer el barrio, recorrer los bodegones de la zona, visitar aquellos lugares de interés, y rogar no toparme con más borrachos (el presupuesto del jabón en polvo se fue de los límites permitidos). Bienvenido Barracas a mi vida.

1 comentario:

Capitán Manija dijo...

dónde quedó el egú que a todo lo malo le encontraba lo positivo?

feliz primer día egú... rezá porque los siguientes no sean tan "así"...