El otro día tuve que pasar a buscar un producto que compré en una de esas páginas de ventas de inservibles on line. Como alguna vez comenté, vivimos en un mundo de espejitos de colores que nos prometen felicidad con promociones irreales y como soy un mortal más y bastante débil de carácter por cierto, también termino entrando en su juego de consumismo absurdo.
Paseando por un nuevo barrio desconocido por mí de este inmenso universo llamado Capital Federal, me llevé con una sorpresa que me alegro el día.
Iba caminando, perdido entre las casas y edificios que compartían su belleza enjaulada, cuando me topé con una pequeña plazoleta, de esas que se encuentran todas enrejadas, donde la ciudad te regala un poco de verde para cortar su tosco gris cemento. Noté que en una bicicleta llegaba pedaleando un señor mayor, algo más de 50 años, con un nene de unos 6 o 7 años sentado en su manubrio. El estado de la bicicleta y la vestimenta de ambos daban claros indicios de su condición humilde y sencilla. En la plaza se encontraban dos chicos jugando con una pelota de fútbol, muy bien vestidos, ropa deportiva, zapatillas de marca, de lejos se notaba que necesidades nunca habían sufrido y que poco conocían de la palabra escasez económica en su vida. Los chicos al ver llegar a los de la bicicleta detuvieron su juego, luego de pensar unos segundos, dieron unos pequeños pasos hacia ellos y gritaron “amigo, ¿querés venir a jugar con nosotros?”. El chico de la bici, se dio media vuelta con una sonrisa que le cubría todo el rostro, una sonrisa sincera, de esas que surgen de espontáneo, de esas que no tienen fronteras; lo miró al señor y le lanzó un “¿puedo?”, el hombre mayor la paró de pecho y definiendo de primera respondió “si, dale, anda, mientras aprovecho y descanso un poco”, convirtiendo un verdadero golazo; apoyó la bici en un banco (no se notaba en su cuerpo un gramo de cansancio) y se dispuso a observar el espectáculo que le regalaba esta tarde porteña. De la nada apareció otro chico para unirse al grupo, y todos se saludaron estrechando sus manitas como si se trataran de viejos amigos de toda la vida, de esos que nacen de la nada y a los que el tiempo quiso regalarles otro rato.
Jamás pensé ver una escena semejante en medio de esta jungla moderna, la falta de tiempos en los adultos, la falta de solidaridad general, el exceso de miedo por lo distinto, por la inseguridad, la falta de pausas y sobre todo el olvidarse a compartir los momentos, hacen de este tipo de ciudades a las personas cada vez más aisladas e individuales.
Los chicos siempre nos enseñan algo, la simpleza de sus seres, su ingenuidad innata, su alma desinteresada está siempre dispuesta a compartir, sin importar con quien, sin importar cuándo, cuánto ni cómo, ellos no discriminan no temen; por nuestra parte sólo tenemos que aprender a decir “andá, dale”, sentarnos en un banco, olvidarnos de todo por un rato, y empezar a ver el espectáculo que la vida nos regala una tarde cualquiera, en esta inmensa y hermosa ciudad.
lunes, 1 de diciembre de 2008
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2 comentarios:
Es una lastima que la gente valla perdiendo la maravillosa costumbre de relacionarse espontáneamente . a nosotros no nos paso , en nuestros tiempos era común , recuerdo los campeonatos que se armaban en la canchita del barrio en los cuales para participar solo había a acercarse a ver y siempre te invitaban a jugar , o ir al jugar al arroyito o andar en bici a la hora de siesta , salir a tirar bombitas en carnaval y hacer muchos amigos .
En mi caso particular esas amistades que forje en la infancia fueron las que acompañan hoy y creo que me acompañaran el resto de mi vida , con algunos agregados y otros que se agregaran por el camino .
Cuidate .
Te quiero mucho
Gonza
Es una lastima que la gente valla perdiendo la maravillosa costumbre de relacionarse espontáneamente . a nosotros no nos paso , en nuestros tiempos era común , recuerdo los campeonatos que se armaban en la canchita del barrio en los cuales para participar solo había a acercarse a ver y siempre te invitaban a jugar , o ir al jugar al arroyito o andar en bici a la hora de siesta , salir a tirar bombitas en carnaval y hacer muchos amigos .
En mi caso particular esas amistades que forje en la infancia fueron las que acompañan hoy y creo que me acompañaran el resto de mi vida , con algunos agregados y otros que se agregaran por el camino .
Cuidate .
Te quiero mucho
Gonza
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