Hace unos meses me enteré de un concurso que organizaba la revista Ñ de Clarín de cuentos cortos. Si bien nunca había escrito un cuento (salvo los del historias inexplicables del blog que no se si llegan a obtener el título de cuentos), la falta de experiencia no me iba a detener para sumar una nueva anécdota para este espacio.
Como era de esperarse los resultados no fueron muy positivos, entregué tres cuentos de los cuales sólo uno podía llegar a hacer un poquito de ruido, otro no era más que una adaptación de una de las entradas del blog, y el otro no lo sabría catalogar, es algo raro que salió por ahí, ninguno de los cuales llegó a clasificar para la final (me imagino a los integrantes del jurado sentados en una mesa redonda leyendo los cuentos impresos en papel amarillento fumando habanos y escupiendo el café de la risa productos de las incongruencias escritas por quien les habla, “mira este pibe, puso había sin h y con v corta, una bestia”).
Para que los mismos no pasen al olvido (es muy probable que en algún momento formatee la máquina y vuele todo sin darme cuenta), decidí subirlos a este espacio, a mi espacio, al de ustedes, al que quiera compartirlo. Ahora les presento el primero (y el que más me gusta) de los cuentos del concurso.
martes, 23 de septiembre de 2008
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