En una época difícil, como fueron los años 2000 y 2001, nacieron en La Plata y otras ciudades aledañas, algunas organizaciones sociales llamadas Trueque. La idea era la siguiente: cada participante del trueque llevaba productos de producción propia, servicios y demás artículos de valor para canjearlos por los productos que eran llevados por los demás truequeros. Así la gente llevaba ropa de lana tejida a mano, comida casera, verduras, juguetes, ropa vieja, todo lo que a uno se le ocurra que pueda tener un valor comercial. Como se abran dado cuenta los valores de los productos eran muy dispares, por lo que el organismo encargado de la administración de estos trueques genero los ticket trueque, billetes improvisados con número de serie único y mecanismos de seguridad tales como marcas de aguas y un papel y tinta especial. Cuando uno se inscribía en los trueques recibía una credencial identificando el rubro de lo que vendería en el mismo, junto con 10 trueques de regalo para realizar sus primeras compras.
Todos los días nacía un nuevo trueque en algún barrio del gran La Plata, cualquier galpón era bueno para montar su propio microemprendimiento truequil. Los más grandes estaban ubicados en la zona de Quilmes. Los valores de los productos había que multiplicarlos por diez más o menos para obtener el valor en trueques de los mismos, así un producto de $2 se conseguía por alrededor de 20 trueques. Convenía vender en los grandes trueques, donde se pagaban hasta 100 veces el valor real del producto (200 trueques para el producto de 2 pesos), y comprar en los trueques chicos de barrio donde el precio de los mismos era menor.
Se conseguían remises que aceptaban trueques para desplazarse a los mismos, electricistas, mecánicos, peluqueros, abogados, todo tipo de profesionales que brindaban sus servicios en trueques.
En nuestro caso nos acercamos a estos locales ofreciendo plastificados de carnet, y en mi caso particular servicios de peluquería, ambos servicios muy solicitados y de mucha demanda. En la mayoría de los casos terminábamos comprando verduras y alimentos crudos, aunque más de una vez nos hemos llevado alguna que otra chuchería usada.
Entre los distintos truequeros se corría la información de qué producto se conseguía en cuál trueque, así se podía conseguir azúcar en el trueque de 80 o yerba en el de 131, y unas ricas bolas de fraile caseras en el de 32. Todos se organizaban en días distintos y si superaban su número al de días de la semana se organizaban en turnos distintos para no enfrentarse entre sí.
Es increíble como la población se adapta a los tiempos de crisis. Estos emprendimientos más que generar dinero a sus participantes generaba una distracción, una forma de mantenerse ocupado, de sentirse valioso y valorado obteniendo la posibilidad de adquirir productos de primera necesidad a través del esfuerzo propio. La convicción de que uno sirve para algo en un momento tan delicado da fuerzas al espíritu para seguir adelante, esperando que pase la mala de la mejor forma soportable.
Lo mágico de estos trueques fue la rapidez con que desaparecieron de la faz de la tierra. De un día para otro todo lo que se había montado desapareció como por arte de magia, como si sólo hubiese sido un mal sueño. Eso sí, si se enteran de alguno que todavía funcione avísenme, tengo 120 tiquet trueque en mi poder y son demasiados chicos para usarlos como papel higiénico.
jueves, 19 de junio de 2008
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