Al poco tiempo de cerrar mi peluquería empecé a vaguear por los distintos competidores del rubro buscando alguno que se apiade de mi alma peluquera y me pudiese contratar para trabajar medio tiempo (ya que el resto del día lo ocupaba en la facultad). En eso, mi hermana me hizo llegar la noticia de que el padre de un conocido de ella estaba a punto de poner una peluquería nueva y que se encontraba en la búsqueda de personal idóneo (cosa que nunca fui pero al no contar con esta información el empleador la ventaja estaba de mi lado). Luego de un par de entrevistas con el dueño de la peluquería me terminó cerrando el proyecto, algo ambicioso para mi entender, pero con mucho futuro por delante. La idea era poner una peluquería en pleno centro platense, a pocas cuadras de la peatonal, con excesivo tráfico de peatones y autos. El local estaría preparado para que trabajen cuatro peluqueros y tres podólogas a la vez. De los gastos de las instalaciones se haría cargo el dueño, cada uno debería poner sus herramientas y las ganas de salir adelante. Como me permitían trabajar solo de mañana terminé enganchándome en le proyecto y hasta participando activamente del mismo.
Con respecto a la competencia de la zona, la misma era relativamente escasa, estaba apuntada hacia un público mayor de grandes ingresos donde por un corte de pelo de caballeros se cobraba alrededor de 40 pesos. Nosotros apuntábamos al público que buscaba un buen servicio abonando menos de la mitad de este monto.
Luego de un mes de preparativos, acondicionamiento del local y contratación del personal llegamos a la inauguración de la peluquería. Para esto empapelamos la ciudad con volantes de publicidad con descuentos del cincuenta por ciento en los cortes de cabello y tratamiento podológico. Se realizó publicidad en varias radios locales ofreciendo descuentos a quienes nombraran el programa, y varias promociones en diarios y revistas de gran tiraje.
Los empleados íbamos a porcentaje de las ganancias (50 % de lo que hiciésemos, más de lo que se paga habitualmente), por lo que las expectativas eran grandes y las ansias inmensas.
El local estaba reclinado a nuevo, las cabinas podológicas contaban con la última tecnología. Teníamos calefacción de primera para el invierno y varios aires acondicionados para el verano. Había dos secretarias, una por turno. Las mismas a parte de la administración de turnos se encargaban de atender a los clientes a los cuales se les ofrecía café, té o agua fría, los cuales debían estar siempre preparados para quien lo solicitará.
No había forma de fallar, la publicidad era de primera, el local tenía una vidriera envidiable, los precios estaban destinados a todo público, una atención sobresaliente nunca antes vista, todo preparado para generar fortuna para los bolsillos del dueño de la peluquería.
Al mes solo quedábamos dos peluqueros, uno por turno, una sola podóloga y usa solo secretaria. Durante este tiempo solo ingresaron tres clientes a cortarse el pelo y dos a ver a las podólogas, y todos con volantes, lo que reducía los ingresos a la mitad.
Nadie se atrevía a decirle al dueño que era un fracaso, todos murmuraban, todos querían irse, pero ninguno se animaba a dar el paso definitivo.
Yo fui el último en perder las esperanzas, ayude en la construcción y ayude en el desmantelado de la peluquería dos meses después de la gran inauguración.
El dueño terminó vendiendo las instalaciones a menos de la mitad del valor de compra, y regalándole a algunos de los peluqueros parte de las mismas para que instalasen sus propios locales.
No volví a verlo al dueño de la peluquería, antes de cerrar me comento que quería irse a España o a probar suerte a algún otro lado.
Lo que parecía un éxito rotundo, un negocio redondo, terminó siendo un verdadero cáncer, que provocó graves daños económicos, anímicos y morales.
Los negocios siguen siendo un misterio para mi, me encantan, no voy a negarlos, pero algo que parecía tan seguro, terminó siendo solo humo, un recuerdo, un mal trago.
Igual seguí intentando y se que algún día volveré a las pistas renovado, mientras tanto sigo pensando, a ver que puedo poner para salir del paso.
martes, 6 de mayo de 2008
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