viernes, 18 de abril de 2008

Casi, casi

Ayer me tocó rendir la ante última materia de la eterna carrera que comencé a cursar hace ya diez años.
El camino para llegar a rendirla fue bastante accidentado y complicado. Todo comenzó en diciembre, días antes del nacimiento de Santi, con la materia a medio estudiar, con las esperanzas de que el azar me ayude una vez más me presente a rendirla. Luego de dos horas de espera y varias veces de preguntar en el departamento de alumno, otro profesor nos hizo saber que el titular de la cátedra no podría presentarse por problemas personales. Así que mi rendida quedó suspendida por tiempo indeterminado hasta nuevo aviso.
Con la llegada de mi hijo, todo paso al olvido, las definiciones de los componentes en tiempo real pasaron a ser un breve recuerdo de “me parece que alguna vez escuche algo al respecto”. Por suerte pude coordinar con dos compañeros más para retomar las carpetas y volver a las pistas del mundo universitario. Luego de dos veces que nos juntamos a estudiar, mis compañeros fueron tirándose atrás en la idea de rendirla. La fecha del examen estaba cerca y no habíamos leído ni el tercer capítulo de los veinte que conforman la materia. Como yo ya estaba en el baile decidí seguir moviendo las piernas, esperando que nadie se diera cuenta que no sabía lo que estaba haciendo.
Así llego el tan esperado día del examen, me presente en el horario del mismo y al llegar a la facultad me encontré con un cartelito que la mesa había sido postergada. Algo me estaba diciendo que no continuase, pero como soy cabeza dura y no me gusta tirarme atrás, decidí seguir adelante con el intento. Por suerte el atraso era solo de un día y me daba un poco más de tiempo para repasar. Si bien no podía seguir faltando al trabajo, las dos horas de viajes jugaron un papel fundamental en el repaso de los temas.
Así llegué a la facultad una vez más. La materia debía rendirla a las 20 hs., pero como es costumbre mía llegue media hora antes para entrar en clímax. El hall central de la facultad era el punto de encuentro propuesto para encontrarnos con el profesor, aunque me olvidé de un pequeño detalle, me había olvidado de la cara del profesor, tenía una vaga imagen de que era pelado, medio canoso tirando a robusto, pero en realidad casi todos los profesores eran así, por lo que me quede parado observando cada rostro intentando reconocer aquel que me tomaría la tan postergada prueba.
Así pasaron los minutos, 19:40, 19:45, 19:50, 20:00, 20:15, 20:30, 20:45, y nada. Ya me estaba poniendo impaciente y no había rastros del profesor. En un momento divisé un grupo de jóvenes con cara de impacientes iguales a la mía y se me ocurrió que rendían la misma materia por lo que decidí vigilarlos también ya que seguro reconocerían al profesor antes que yo. En cierto momento veo que el grupo de jóvenes desaparece, los busco por el pacillo y veo que se encontraban persiguiendo a un hombre mayor por lo que salí corriendo atrás de ellos para ver si reconocía al mismo. Cuando llego al aula donde se detuvieron no llegué a reconocer la cara del profesor por lo que decidí volver al hall a la tan agonizante espera. Para ese entonces ya había empezado a preguntarle a cualquiera que pasase si era el profesar tal, a lo que solo obtenía negativas, para colmo de males ya estaba cerrado el departamento de alumnos y el de sistemas, los dos lugares donde podía obtener información al respecto.
Decidí volver al aula donde estaba el grupito de jóvenes rindiendo y preguntarle al profesor que no reconocí si él era en realidad él, a lo que obtuve una afirmación con un posterior “no me viste cuando pasé”. ¿Cómo explicarle que no me acordaba su cara? Era preferible quedar como un boludo a quedar como un colgado. Así que hice como que no lo había visto y decidí empezar con el examen, aunque con una hora menos para resolverlo.
El examen contaba de dos partes, una práctica dividida en tres puntos y una teórica dividida también en tres puntos.
Al ver la práctica me sentía al horno, no había estudiado nada de práctica, es más, ni sabía que había práctica en esta materia. Pero ya que había perdido tanto tiempo un poco más no hacía nada, así que empecé a completar el primer punto con lo primero que se me venía al cerebro y deje sin resolver los dos siguientes.
La teoría era muy compleja y rebuscada y daba para largo y tendido, y de los tres puntos solo podía llegar a rebuscármela en uno, el cual extendí en tres hojas completando los puntos siguientes con frases rebuscadas que no correspondían a la consigna en cuestión, pero es mejor hacer algo que dejar la hoja en blanco.
Cuando entrego el examen veo que el profesor empieza a mirar la práctica de muy mala gana, buscando el lugar donde estaban los dos puntos que no había completado. Me llama y me dice “Este punto más o menos safa, pero el resto ¿Dónde están?” y ante una negativa de mi parte me pide que haga un esfuerzo para resolver alguno o sino debería desaprobarme. Así que me senté con mi hojita y empecé a inventar grafiquitos y cuentas que no llevaban a ningún lado, pero que adornaban más de lo que decían. Al entregar eso, el profesor de muy mala gana dio por aprobada la práctica esperando una excelente teórica para compensar el nivel. Al corregirla se encontró con que los dos puntos finales estaban para un regular menos, y que el primer punto se encontraba incompleto, a lo que me pidió que lo complete con lo que suponía correcto. Otra vez tomé el lápiz y volví a inventar una fábula fantasiosa esperando que se asemeje a una realidad que no conocía. Al corregirlo puso especial atención en uno de los puntos sobre los cuales me explaye, especialmente sobre la frase “aplicar un sistema de control”, a lo que me pregunto “¿y que sistema de control aplicarías?”, a lo que respondí “no tengo ni idea, no me acuerdo nada de control ni se de que me esta hablando”. El profesor, con una paciencia envidiable, me dibujo un sistema de control, donde la parte principal era el problema que yo planteaba, me propuso tres alternativas y me dio a elegir una de las mismas, de las cuales solo pude rechazar una ya que era evidente que no cerraba con nada. De las dos restantes me pidió que elija una “PID o PI” a lo que elegí la PID, cuando me pregunta porque le respondo “ni idea, por azar”, me explicó que significaban las siglas en ingles de cada una y me pidió que vuelva a elegir una sabiendo que significaban. Ante mi cara de asombro y desconcierto decidió darme una pequeña clase teórica y terminar con el sufrimiento (más de él que mío) poniéndome un cinco como nota final.
Varias veces me ha pasado que si yo fuese el que estuviese tomando el examen no me hubiese aprobado ni por casualidad, bueno, esta era una de esas veces. Pero, como a caballo regalado no se le miran los dientes, tomé mi libreta y me alejé con una sonrisa de oreja a oreja.
Gran parte de mi carrera se resume a los hechos anteriormente nombrados, un poco de estudio, un poco de conocimiento general, bastante chamuyo y mucha pero mucha suerte.
Comencé la carrera con un cinco en química, en aquellas aulas moustrosas donde entraban ciento cincuenta personas sentadas, donde había una mesa de cinco profesores y decenas de alumnos motivados y nerviosos; y termine la carrera con un cinco en aplicaciones en tiempo real, en un aula para veinte personas, con un solo profesor y cuatro pibes cansados alrededor mío. El tiempo se paso, las ganas casi desaparecieron, y tan cerca de la recta final la suerte me sigue acompañando como ese primer día, como lo hará por gran tiempo. Algún día colgaré el diploma en la pared, unos dados de un lado, un mazo de carta del otro, un agradecimiento inmenso a quienes me acompañaron y alentaron, y convencido de que con ganas y perseverancia todo puede lograse en esta vida, solo se necesita suerte y tiempo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

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Una vez me pasó lo que contás: fui a rendir una materia, a la segunda pregunta (era oral) me dí cuenta que no sabía nada y que iba a ser una masacre. Así como vos lo resolvista a lo "Egu", yo lo resolví a lo "Kone".

Aprobé. Me pusieron un 4. Listo. Un final menos.


Pero salí llorando.
Salí pensando en que dejé en las manos de un profesor la posibilidad de tirar a la basura un año entero de estudios y bastante guita (léase que estudié en facultad privada) por no dedicarle un poco más de tiempo.

Suerte en la próxima y a ver si además ayudamos con un poquito de estudio, no?