lunes, 7 de enero de 2008

Los primeros minutos de vida



Bien, empecemos con las anécdotas en las que participa mi hijo.
El día anterior a emprender el viaje a la clínica a recibir a mi hijo, estuvimos discutiendo (por llamarlo de alguna manera) con mi mujer, la posibilidad de avisarle a alguien (llámese pariente, amigo o lo que sea) para que nos acompañe a la clínica y me haga el aguante en el momento del nacimiento. Si bien mi idea era que lo recibamos solos y que lo disfrutemos un tiempo sin intervención de terceros, el cambio por cesárea hizo que todo varíe con respecto al nacimiento, y según argumentaba mi mujer (que suele estar en lo correcto nueve de diez veces) la espera a la cesárea podía demorarse demasiado y era mejor si alguien estaba a mi lado haciéndome compañía.
Después de un rato de analizarlo llegué a la conclusión de que las personas adecuadas para esta tarea eran las abuelas, ellas se morían de ganas de estar y me gustaba la idea de que sean las primeras en verlo junto a mí.
Así llegamos todos juntos a la clínica y luego de los respectivos papeleos, acomodamiento en la habitación y demás, llegó la hora de la cesárea. El camillero pasó a recoger a mi mujer por la habitación y junto con las abuelas nos fuimos a la sala de espera de la maternidad.
Así paso una hora mientras esperábamos noticias del nacimiento, hasta que una partera conocida de mi suegra dijo que la esperemos, que ella ingresaba a la sala para ver como iba todo. Ante la noticia de que la cesárea venía atrasada por que la ostreta recién llegaba las abuelas decidieron ir a desayunar al buffet y yo me quede esperando en la sala.
A los pocos minutos escuche los gritos del médico anunciando que ya había llegado Santiago, y me arrime al pasillo para ver por primera vez a mi hijo. Estaba con una pierna totalmente doblada, todo rosadito lleno de un líquido blanco espeso cubriéndole el cuerpo, los ojos pegados y el pelito parado. Mientras lo admiraba en silencio un grupo de mujeres que también estaba en la sala de espera se acercó para conocerlo y felicitarme por el nacimiento (cosa que me enteré luego ya que en el momento no escuchaba ni veía absolutamente nada, estaba en otro planeta).
Así se llevaron a mi hijo a los respectivos controles de rutina, y aparecieron las abuelas por el ascensor. Luego de insistir varias veces con que se perdieron de ver al nieto por ir a comer y la confirmación de los respectivos testigos de turno, las abuelas cayeron en la cuenta de que su misión fue un rotundo fracaso.
Así terminé viendo por primera vez a mi hijo en soledad, o mejor dicho rodeado de una cantidad de personas que no conocía, luego de tanta discusión por quien era la persona adecuada para que me acompañe en ese momento. Así que señores, nada de andar planificando demasiado, a la vida le gusta jugar con nosotros, le gusta improvisar y ver que pasa, y no nos queda más que adaptarnos y jugar bajo sus reglas, total siempre se gana, no hay manera de perder en este hermoso juego que se llama vivir, no puedo negar que a veces se complica, que hay obstáculo que parecen imposibles de superar, pero la balanza siempre resulta positiva, solo hay que animarse a aprenderla a usar.

1 comentario:

Capitán Manija dijo...

jaja... lo mejor q te puede haber pasado es verlo vos solo por primera vez... es tu hijo y tenés ese derecho más que ganado... las abuelas ya lo mimarán y te volverán loco a vos con su atención a todo capricho del pibe...

no quiero pensar lo q va a ser cuando este chico empiece a hablar y a despacharse con historias de la altura de las del padre...

te mando un abrazo... ya te estoy debiendo dos...

quito.