Para el día del padre del año pasado al pasado (otro año más, como vuela el tiempo) tuve la necesidad de extraer dinero del cajero automático para poder hacer las compras de los regalos que ameritaba la fecha. Así que tomé mi auto y empecé a recorrer cajeros con la esperanza de que alguno se digne a entregarme esos papelitos de colores tan preciados.
Al llegar al primer cajero, y luego de ingresar la tarjeta de débito, el cajero me solicitó la password correspondiente. Al primer intento me encontré con que la había ingresado de manera errónea, por lo que volví a intentar. Nada más que un nuevo rechazo. Ahí comprendí que quizás la clave no era la correcta, ¿sería que estaba ingresando cualquier cosa?, así que empecé a probar con diversas claves que iba recordando en el momento, logrando simplemente un rechazo tras otro. Al comprender de que corría el riesgo de que me retuvieran la tarjeta decidir retirarme y buscar un nuevo cajero para probar con claves alternativas. Luego del quinto cajero y varios rechazos a cuesta opté por volver al departamento y buscar entre los papeles olvidados el papel que te envía el banco con el pin de activación. Al volver al cajero me encontré con que la tarjeta había sido dada de baja por varios intentos erróneos en el ingreso de la clave. ¿Conocen a algún boludo que trabe su tarjeta por confundirse su clave la cual utiliza veinte veces por día? Ahora ya lo conocen.
Me encontré ante la situación de que debería pasar el fin de semana con dos pesos en el bolsillo o recurrir a pedir dinero prestado, cosa que nunca me gustó, no por orgullo sino por principios.
Así nació el acertijo de cómo sobrevivir son dinero, que se puede hacer para comer y viajar sin necesidad de recurrir al vil metal.
Ese mismo viernes a la noche saqué a comer afuera a mi señora. Como MacDonal acepta ticket y de esos si tenía, no tuve inconvenientes en el pago de la cena.
El sábado al mediodía comimos sobras, cosa que siempre hay en la heladera hasta el momento que su olor espanta a las cucarachas, y por no soportar el sentimiento de abandono uno decide tirar todo lo que haya cambiado de color.
El sábado por la noche llamamos a unos amigos que no veíamos hace rato y nos auto invitamos a cenar.
El domingo al mediodía almorzamos en la casa del padre de mi novia para festejar su día y por la noche lo hicimos en la casa de mi padre por el mismo motivo.
Para los traslados utilizamos el auto al cual le cargue el tanque de gas (bueno, hasta donde se llegase a cargar) con los dos pesos de la billetera.
En conclusión, sobrevivimos el fin de semana casi sin gastar dinero.
El lunes lo primero que hice fue ir al banco a que me reactiven la tarjeta.
El cajero me miró sorprendido al comentarle que la misma se había trabado. En un tono medio burlón me preguntó como había sucedido eso, y yo defendiendo mi hombría le dije que le había prestado la tarjeta a mi mujer y que ella se había olvidado la clave y que probó y probó hasta bloquearle. Luego de una carcajada y el comentario “estas mujeres son todas iguales, nunca van a hacer nada bien” y mi posterior afirmación riéndome y moviendo la cabeza de lado a lado haciéndome el ganso, me activó la tarjeta nuevamente y regresé a mi vida habitual.Así que gente no hace falta dinero para subsistir, solo imaginación y suerte (lastima que ambas cosas se agotan con el tiempo y son difíciles de recuperar).
jueves, 10 de enero de 2008
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2 comentarios:
A la vista de los comentarios uno podría creer que también hace falta un poco de caradurismo y sinvergüenza para decirle al cajero que no fuiste vos el que bloqueó la tarjeta, cagón!
Menos mal que tu mujer está ocupado con vuestro hijo, porque como lea este blog te vuela un shot en el orto, no?
Abrazo grande
por favor... me reí tanto como cada vez que lo contás en persona...
el final es digno de un cortometraje gran egú...
impresionante...
azobra...
quito.
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