Un día como todos, una mañana como cualquiera, en esta ciudad tan distinta pero a la vez tan igual a las demás, yo, Héctor, viajaba en mi motito camino a mi casa. Venía de ver a Susana, una hermosa muchacha con la que salía hace poco tiempo.
Llegando a la intersección de la calle 54 y 11, venía a la derecha de un taxi, a la par del mismo, cuando note que frenó de golpe, sin darme tiempo a imitarlo y frenar junto a él. Lo último que recuerdo de ese momento fue la sorpresa de ver a ese gigante colectivo 273 encima mío.
Desperté sentado en el pilote de una habitación del Hospital de Gonnet. No tenía frío ni calor, hambre ni sueño, lo único que sentía era una gran tranquilidad y paz. De lejos vi a un joven, de unos 23 años, igual a mí de aspecto físico, los mismos ojos, el mismo pelo, las mismas ropas. Ese Joven tenía los brazos raspados y la cabeza llena de sangre y sucia. Lo tapaba una sábana blanca hasta el cuello y se observaba que a la altura de la pierna izquierda se había formado en la sábana un gran círculo de color rojo oscuro. Ese joven tenía conectados sueros por todas partes, un pulmón artificial, como veinte cables que no se para que eran y un catéter.
De repente la vi a Susana, entrando desesperada por la puerta del dormitorio llorando como loca, la vi arrodillarse y tomarle la mano a ese joven, la vi pedirle, rogarle, que se quedara, que se quedara con ella, que no se fuera, que no la abandone.
Desde el techo baje a su lado, le apoye la mano en el hombro y le dije que no llorara, que yo estaba bien, que no la iba a abandonar, que siempre la iba a cuidar.
Desperté en una habitación del hospital varios días después. No podía mover la pierna izquierda y me dolían mucho las costillas y los brazos. Noté que tenía todos los brazos llenos de hematomas, los cuales deduje que eran por el suero. En la esquina de la habitación la vi a Susana, mi Susana, sentada con la cabeza apoyada en una frazada y tirada hacia el costado. ¿Qué hacia ella ahí? ¿Por qué estaba yo ahí?
- Susana, Susana.
- Amor despertaste - Me tomo de la mano y empezó a llorar intensamente.
- Para, no llores gordita, ¿Qué pasó? ¿Cómo llegué acá? ¿Hace cuanto estoy internado? ¿Vos llegaste hace mucho?
- Pasa que tuviste un accidente, venías en la motito, no frenaste y te llevó por delante un micro, volaste como cinco metros y caíste sobre la vereda. Tuviste una fractura expuesta de tibia y peroné, un traumatismo de cráneo y varios golpes en el cuerpo, casi te nos vas. Pensé que no ibas a despertar nunca más. Hace 87 días que estás internado. Te quedaste sin trabajo. Tu padre tuvo que ir a hacer trámites, venía dentro de un rato.
- Hace tanto que estoy. ¿Cómo te enteraste?
- Me aviso un taxista en mi casa y desde ahí vengo todos los días.
Sucedió que Susana había perdido su trabajo y sus estudios por venir a visitarme todos los días. Sus padres casi la echan de su casa. No se por que me aguato tanto si recién nos conocíamos hace dos meses. Ni mi segundo nombre conocía y arriesgaba todo por mí.
Quince días después Susana me acompaño a mi casa. Estaba muy dolorido, no soportaba el yeso y me picaba mucho. Las muletas que me consiguieron eran muy altas y me lastimaban las axilas. Apenas pasamos la puerta le dije:
- Gordita alcanzame un almanaque.
- Espera que entremos y nos acomodemos bien
- Alcanzame un almanaque ahora
- Esta bien, ¿para que querés un almanaque ahora?
Tome el almanaque y busqué un día viernes.
- El viernes tres nos casamos gordita. Vos me bancaste tres meses sin conocerme. Dejaste todo por mí y yo no puedo dejarte ir, no te me podes escapar.
Hoy, después de 25 años ella sigue tan enamorada como el primer día...
Gracias Susana por tu historia.
martes, 11 de septiembre de 2007
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3 comentarios:
te zarpaste egú... impresionante esta historia...
sos un genio chaval...
abrazo...
La verdad te estas convirtiendo en un escritor profesional!!! Y pensar que empezaste escribiendo anécdotas cómicas de este muchacho Egu!!! La verdad vas a trascender mucho más allá de tu oficina!!! Un abrazo
Sin palabras. Me sorprendió encontrar un relato de este estilo y debo reconocer que me puso la piel de gallina.
Abrazo grande
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