miércoles, 12 de septiembre de 2007

Algunas historias Inexplicables – Segunda Parte

Mi viejo me despertó para comer un asadito ese domingo. El día anterior nos habíamos acostado tardísimo, habíamos ido al casamiento de Susana y Héctor, unos grandes amigos de la familia. Realmente nadie en la familia daba dos pesos por la relación pero después de unos pocos meses de conocerse nos sorprendieron con la noticia. Se los veía tan contentos juntos, bailaron toda la noche, como si no existiese nada más que ellos dos. Héctor no podía moverse muy bien que digamos, hace poco tiempo había tenido un accidente y si bien tuvo la suerte de contarla todavía no estaba del todo recuperado. Me hubiese gustado que estuviera mi madre en ese momento, ella quería mucho a Susana, eran muy amigas.
Ana, mi madre, murió hace como cuatro años en un accidente de auto. Iba con mi tío Joaquín por la ruta 36, camino a Mar de Ajo a encontrarse con nosotros para pasar unos días todos juntos en la costa. Se les cruzó un caballo y mi tío no pudo controlar el 504 que tenía y al tratar de esquivarlo tocó la banquina. El auto rodó como cincuenta metros sin detenerse. Los médicos dijeron que no habían sufrido, eso siempre fue un consuelo.
Mi padre nunca se repuso a la muerte de Anita, siempre decía que la culpa era de él, que no tenía que haberlos dejado solos en La Plata, que nos tendríamos que haber quedado.
Mientras comíamos noté esa mirada de angustia en sus ojos, estoy seguro que extrañaba mucho a mi madre pero en ese momento juraría que deseaba que mi tío Joaquín estuviese ahí. Eran muy amigos, a parte de ser cuñados, compartieron muchas cosas de pibes y gracias a él conoció a mi madre.
Un día ordenando la ropa de verano y sacando la de invierno encontré entre mis cosas una muñeca de porcelana que pertenecía a mi madre. La pusimos sobre el mueble del televisor en el comedor.
Viendo la tele un día se callo la muñeca de donde estaba. Nos resultó muy raro y no le encontramos explicación ya que no corría viendo en la habitación ni nada la tocó, a parte no se rompió, no se cómo pero cayó de cabeza al suelo y no le pasó nada, mi viejo decía que era la vibración de la tele, pero yo nunca la vi vibrar.
Desde ese día empezaron a caérsenos las cosas de los estantes, estábamos comiendo y se caían los especieros, íbamos al baño y se caían los toallones. Nunca supimos explicarlo.
Al poco tiempo, mi viejo ordenando cambió de lugar un sillón que pertenecía a mi madre, era su sillón favorito, lo puso en la esquina que daba a la puerta del patio. Cuando nos despertamos al día siguiente el sillón volvió a estar en el lugar de siempre. Cómo se movió nunca lo supimos, yo no me desperté en toda la noche y mi viejo me juró que el no fue. Siempre lo atribuí a que él podría ser sonámbulo y lo hizo sin darse cuenta pero que alguna razón tenía que haber.
Esa noche mi viejo volvió muy tarde a casa, hacia mucho frío y empezó a helar temprano. Empezó con una tos intensa y luego con que no podía respirar. Lo llevé al hospital Rossi y lo dejaron internado. Avise a mis parientes que lo habían internado y todos vinieron a verlo al día siguiente.
En la sala de espera estaban mi abuela, mi primo Martín y me prima Laura, también vinieron Susana y Hector. Susana esta embarazada de tres meses y se los veía muy contentos. Los médicos nos dijeron que era una bronquitis, que no nos preocupemos, que en un par de días lo largaban y podíamos volver a casa.
Cuando salió mi abuela de estar con él nos dijo que ya se había dormido, que estaba contento que todos hayan ido a visitarlo.
Entre a la habitación a darle un beso antes de irme a trabajar. Me senté en la cama y me quede pensando unos segundos.
Entre sueños mi padre hablo y dijo:
- Joaquín, sos vos, viniste.
Lo miré y estaba totalmente dormido, es más a penas abrió los labios, parecía como que la voz le saliera de otra parte que no fuera la boca. Me sorprendí al escuchar el nombre de mi tío. Qué estaría soñando mi padre en ese momento que dijo eso.
- Anita, vos también viniste, sabía que nos íbamos a volver a encontrar.
Sentí como se me ponía la piel de gallina, como un frío intenso recorría todo mi cuerpo, como no podía moverme.
Haciendo el mayor esfuerzo posible me levanté de la cama y salí del cuarto.
Aún estaban todos en el pasillo esperando para poder verlo. Me acerqué a ellos y les dije:
- Mi padre se esta muriendo
Martín asombrado me miró y me dijo:
- Dejate de joder boludo, que se va a morir, no seas exagerado si solo tiene una bronquitis, nadie se muere de eso.
- Se esta muriendo, lo vinieron a buscar. Se esta muriendo.
Agarré mi campera, me la puse y me fui a trabajar.
Mi padre falleció doce minutos después. Los médicos no entienden como pasó, pero la bronquitis generó un efecto secundario que produjo que mi padre tenga un paro cardíaco, trataron de reanimarlo pero no hubo caso. Se lo atribuyen a un virus desconocido que se lo puede haber contagiado en el hospital.

No hay comentarios: