viernes, 3 de agosto de 2007

Cuarto dia de Cautiverio

Por cuarto día consecutivo, no podemos dejar nuestros puestos de trabajo a causa de las tropas de una prestigiosa multinacional, que ganaron la calle y la puerta al edificio.
Esta guerra entra gremialistas parece no tener fin.
Si bien se llego a un acuerdo entre las partes, una de la mismas esta desconforme del mismo y viene por más.
Lo que respecta a las víctimas indirectas (toda guerra tiene victimas que no tienen nada ver con ninguna de las partes) la ayuda humanitaria llega en escasa medida. Ayer hubo una lucha sangrienta, todos contra todos, por intentar ganar una porción de pizza de las seis pizzas que trajeron (somos ochenta personas en el piso, hagan cuentas). Por mi parte, solo tuve que medirme con dos chicas de recursos humanos y un empleado del área de ventas. Las chicas fueron rápidas para quitar del camino, pero para el empleado tuve que invertir lo mejor de mi, y con una toma, comparada a la fataliti de sub zero, pude congelarlo y llegar a la meta, donde alcance el tan deseado premio, una porción de fugazza con muzarela y medio baso de cuatro pomelo.
Para hoy, me vine preparado con lo mejor de mi arsenal personal (estrellitas ninjas, nuchacus y espada samurai) previniendo una nueva jornada de aislamiento.
Como era de esperarse, la gerencia de la empresa, mandó un comunicado prohibiendo la salida del edificio a partir de las once treinta, prometiendo provisiones (empanadas y sanguiches de miga) para los cautivos.
Este es mi último mensaje desde mi puesto de combate, ya que no se si podré sobrevivir otra lucha como la de ayer.
A aquellas personas con las que teníamos un compromiso pendiente (almuerzo a base de matambrito de la casa y papas rejilla) no puedo más que pedirles disculpas y rogarles que me recuerden así, con mis noventa y cinco kilos intactos, una figura esbelta y escultural envidiada por gran parte del sexo masculino (la otra parte envidia la figura de Moria Casan, Wanda Nara o Florencia de la V) y rogarles que conserven la esperanza en que algún día seré liberado y podremos tener el tan deseado encuentro en uno de los restaurantes porteños que tantos recuerdos trae a mi memoria.

Un abrazo para todos los que pueden gozar de su libertad, aunque sea condicional (solo en horario de trabajo, cuando llegan a sus casa están bajo los mandos de sus mujeres, las cuales les consumen el alma lentamente)

(No tiene faltas de ortografía detectadas por el Word. Lo arme con el correo electrónico)

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