jueves, 26 de julio de 2007

Mis vacaciones parte 2

Allá por enero del 2006 decidimos hacer un viajecito con mi novia hacia las cataratas del Iguazú. Si bien ya las conocíamos (yo fui más de diez veces, es una parada obligatoria para cada persona que llevo a conocer Misiones) mi novia no conocía las cataratas del lado brasilero y teníamos ganas de estar en un hotel con pileta piolas un par de días.
Luego de las vueltas obligatorias para contratar a la empresa de viaje, caímos nuevamente con la empresa que nos llevó a Mar del Plata (y si, la plata tira, no me puedo resistir a una buena oferta) al fin y al cabo todos merecen una segunda oportunidad, no por habernos fallado una vez tenía que pasar lo mismo ahora.
Como era de esperarse empezó mal el viaje. Estuvimos esperando el colectivo en la Terminal de La Plata por tres horas. Según la empresa había un problema en retiro de donde no dejaban salir al colectivo, cosa que luego nos enteramos que era una total mentira, ya que nunca paso por retiro, es más nos mandaron uno muy viejo que nos llevó hasta no se que parador de que ruta para hacer trasbordo con el que si nos llevaría (si el colectivo del viaje anterior era de la década del 70 este esta el abuelo). Los asientos no se reclinaban, las máquinas de jugo y café no funcionaban, la tele era de nueve pulgadas (estoy siendo generoso) y tenía lo que suele tener la mayoría de los colectivos de larga distancia, era extremadamente frío o caliente la temperatura del mismo (según nos explicó el chofer más adelante, una vez que se prendía el aire acondicionado no podía apagarse al menos que se detenga el colectivo, así que teníamos que elegir entre sufrir los tres grados bajo cero del aire o los cuarenta de la temperatura ambiente). Como es típico de esta empresa, el coordinador designado para este viaje, en compensación por la demora, compro triples de miga para todos (un triple de jamón y queso por persona). Pero como eran nuestras vacaciones no íbamos a empezar con el pie izquierdo, pusimos la mejor de las voluntades y ¡a disfrutar del viaje!.
En resumidas cuentas, el viaje hasta posadas (primera parada del tour) duro unas veintidós horas. Al llegar nos hicieron pasar a un comedor donde nos daban el desayuno, eso si, nadie nos aclaró que nos lo cobraban (ilusos de nosotros pensar que estaba incluido en el paquete).
Las primeras excursiones, ruinas de San Ignacio y Minas de Wanda, fueron muy rápidas, una recorrida rapidita por el lugar y la parada obligatoria de recuerdos (donde por supuesto el coordinador debe intentar vender lo más posible para ganar unos pesos con las comisiones).
Al llegar a Puerto Iguazú tuvimos que hacer una parada para desinfección del baño, lo que nadie nos aclaró es que el baño iba a ser clausurado por el resto del viaje, cosa no de menor importancia para los cincuenta tipos que viajábamos en él.
Al llegar a la aduana empezaron los papeleos de rutina para pasar al país limítrofe de Brasil. Pasaron una, dos, tres, cuatro horas y seguíamos en el mismo lugar. A esa altura ciertos compañeros de viaje ya querían linchar al coordinador (esta gente que se pone nerviosa y no entiende que hay que disfrutar de las vacaciones, no se puede creer). Según nos explico el coordinador, los desalmados de la gendarmería de Brasil no nos querían dejar pasar con la fotocopia de la documentación del colectivo. ¡Si! ¡Fotocopia!. Resulta que según ellos nunca salían con los papeles originales del colectivo, sino que llevaban fotocopias a todos lados (cedula verde, habilitación, etc) cosa por la nunca le habían hecho problema hasta ese momento (no vamos a ser tan malos como para pensar que el colectivo no tenia habilitación o que era un colectivo trucho o que estaba clonado en varias unidades, no, siempre hay que creerle a la empresa).
Luego de las desesperadas horas que pasamos en la aduana pensando que nos teníamos que volver y donde la gendarmería de Brasil se dio cuenta que se le estaba escapando la situación de las manos, ya que algunos de los pasajeros estaban a punto de tomarse a trompadas con el chofer y el coordinador luego de una discusión con gritos e insultos incluidos, nos dejaron continuar hacia nuestro destino. Los pasajeros estábamos divididos en cinco hoteles diferentes y partes bastante distantes de la ciudad, como el coordinador y el chofer estaban en el mismo hotel que nosotros, éramos los últimos en llegar y los primeros en salir (llegábamos siempre tarde de las excusiones y salíamos de madrugada para hacer el recorrido de una hora y media juntando gente por los distintos hoteles). En particular, para esa primera noche, llegamos al hotel a las 21:55, y como el comedor cerraba a las diez, el coordinador nos hizo ir a comer rápidamente sin darnos tiempos a registrarnos, acceder a nuestros cuartos, asearnos ni nada parecido. Al llegar al comedor, los mozos del hotel, como ya querían irse, nos abrieron todas las ventanas y apagaron los aires acondicionados (no se olviden que estamos en brasil en enero, con una temperatura de cuarenta grados de media) lo que provocaba nuestra sofocación y nos quitaba el apetito por completo. De todas maneras el menú consistía en tenedor libre, bueno es una manera de decir, eran o ensaladas, o arroz preparado de manera rara, pastas sin salsas, y lo único que se aproximaba a carne eran o menudos de pollo (se suponía que eran pedazos de pollo pero jamás encontré uno) o una salsa negra con trozos de carne en su interior que no me atreví a preguntar su procedencia (ojo que no ve, paladar que no siente).
Al llegar a la habitación nos dimos cuenta de que el aire acondicionado no funcionaba, había un olor típico a casa vieja y no era lo más agradable a los ojos que digamos, pero como no somos exigentes no nos íbamos a quejar por estos detalles.
Así paso el primer día de nuestro viaje, totalmente perdido, no pudimos disfrutar de la pileta, estábamos desnutridos y acalorados, pero del cansancio de dos días viajando no importaba nada más que la cama. Pero no se crean que la cosa ternita acá, esto recién empieza.

(Cantidad de faltas de ortografía detectadas por el Word = 18)

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