Al salir a la calle nos encontramos con un revuelo tremendo de los pasajeros de ese hotel, uno se nos acercó y nos contó que uno de los pasajeros, un señor de unos cincuenta años, le estaba tomando una foto a su mujer y se desvaneció en un instante, que lo habían trasladado a la clínica más cercana. Cuando llegó el coordinador junto con la señora de este pasajero nos enteramos que el mismo había fallecido. Por lo que nos contaron tuvo un ataque cardíaco, lo que nunca sabremos es si fue por motivo del trajín del viaje o no. Como detalles les comento que le robaron la cámara de fotos, nunca se supo donde fue a parar, que en el hospital no quisieron decirle a la señora que tenía hasta que no pagase la consulta (alrededor de cien pesos) y que una vez que la pagó le dijeron que su marido había muerto. Lindo detalle. Le quisieron cobrar los medicamentos y demás elementos usados tratando de revivir al marido (alrededor de 400 pesos) para poder entregarle el cuerpo, cosa que se negaron rotundamente y que por medio de la embajada de argentina lograron conseguir. Para poder trasladar el cuerpo del marido la señora tuvo que pedir permiso de los hijos y tuvo un costo de unos tres mil pesos, vaya uno a saber en concepto de que. Y como último detalle, más adelante nos enteraríamos que en la clínica le habían robado el marca paso al señor una vez que falleció.
Por consecuencia de estos hechos se suspendieron las excursiones del día y nos dieron día libre, el que aprovechamos para conocer la ciudad de Foz de Iguazú y disfrutar de la pileta del hotel (la cual consistía en un 90 por ciento cloro, diez por ciento agua, salías blanquito blanquito, eso si, sin ningún bicho encima).
Al día siguiente tuvimos nuestra primera excursión a las cataratas. Como era de esperarse salimos muy temprano, alrededor de las ocho, y pasamos a buscar al resto de los pasajeros por los demás hoteles. Alrededor de las diez de la mañana (si, se tardaba dos horas más o menos en buscar a todos) llegamos a la aduana, donde nos enteramos que uno de los pasajeros no tenía los documentos, por lo que hubo que volver al hotel a buscarlos. En la aduana, por el mismo problema de los papeles, nos tuvieron otra horitas parados y terminamos llegando a las cataratas alrededor de las once y media, hermoso horario para andar por las pasarelas con el sol arriba de uno a 42 grados de temperatura. Pero no nos quejemos, un retraso lo puede tener cualquiera.
Como el coordinador se olvidar de reservar un guía y llegamos tarde al parque, tuvimos que recorrer las cataratas por cuenta propia, sin un guía que nos cuente de las particularidades del lugar.
A la vuelta, luego de haber andado todo el día, o través tuvimos demoras en la aduana, pero como ya estábamos acostumbrados nadie se quejo.
Al siguiente día fuimos a las cataratas del lado brasilero y a la represa de Itaipú, nos falto una excursión que estaba promocionada, que era el Ito tres naciones o algo así, que según el coordinador no estaba incluido en el paquete, pero como veníamos sin problemas nadie quiso arruinar el día y no se protesto.
Al día siguiente tuvimos una compensación por parte de la empresa por haber tenido tantas dificultades, nos regalaron el viaje al magnífico mundo comercial de ciudad del este, el mismo tenía un costo de diez pesos y estaba destinado a una serie de locales recomendados por la empresa (dos locales, uno de electrónica y uno de basar). Para los que no queríamos comprar allí teníamos que rebuscárnosla de alguna manera para recorrer los demás centros comerciales de la zona, eso si, el coordinador y un coordinador de ventas asignado especialmente para el caso se cansaron de advertirnos sobre los peligros de ciudad del este, robos, violaciones, venta de productos truchos y demás. Como somos valientes y no nos dejamos intimidar recorrimos por cuenta propia este magnifico mundo de electrónica y boludeces a precios irrisorios. Aquellas personas que siguieron los consejos del coordinador terminaron comprando cosas en sus locales de confianza a precios superiores a los del Shopping de Palermo, pero con la satisfacción de haber comprado un producto de ciudad del este sin perder la virginidad en el intento.
Al emprender la retirada, el colectivo estuvo estacionado por unas dos horas frente a unos locales de comida, muy higienicos y adornados, sobre los cuales había una playa de estacionamiento exclusiva de taxis y remises truchos, de la cual teníamos una vista preferencial de los baños (foto).
Pero no se vayan que esto no termina acá, todavía falta lo mejor.
(Cantidad de faltas de Ortografía detectadas por el Word = 11)
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