lunes, 30 de julio de 2007

Los trabajos de Egu Tercera Parte y, hasta el momento, última parte

Un negocio fabuloso que descubrí, para el que tienen poca plata en el bolsillo para invertir, es el de los remates. Yo me dedicaba casi exclusivamente a comprar artículos de computación, casi todo bastante viejito, pero en funcionamiento y a muy buen precio. Entre las cosas que he comprado se encuentran impresoras matriciales (más de veinte de distinto tipos, marcas y condiciones), computadoras completas (las viejas 486 o Pentium) discos rígidos, mouse, teclados, monitores, cintas de correr, equipos de gimnasia, bicicletas, aire acondicionado, teléfonos celulares, mesas, sillas, mesa de ping pong, artículos de pesca, patines, zapatos de baile, tazas de auto, y un montón de pavadas más que no me acuerdo. Aunque no lo crean, lo de los remates es un verdadero vicio. Uno termina comprando cualquier cosa que no necesita simplemente por que esta barato. En un momento estuve a punto de comprar una mesa de billar de mármol con tapizado original, madera de roble con leones tallados en sus patas, un verdadero lujo, lo que pasa es que pesaba mas de 150 kilos y donde pones una cosa así, más teniendo que subirlo por escalera a un primer piso (pero los 130 pesos a lo que se vendió tentaban a cualquiera). En un determinado momento lo empecé a tomar como un trabajo, rigurosamente iba todos los lunes, miércoles, jueves y viernes a los remates los cuales duraban alrededor de tres horas, compraba todo lo que me parecía barato y lo vendía por páginas de Internet como deremate o mercado libre, como mínimo al doble de lo que lo pague. Había productos, como las impresoras matriciales, que los compraba por menos de 20 pesos y los vendía a más de cien (igual era barato, están alrededor de trescientos cincuenta en los comercios del ramo), el problema era que rara vez había. Si bien nunca deje de ir a los remates, hoy es muy raro que tenga tiempo para hacerlo. En un determinado momento hasta estuve a punto de convertirme en profesional. Me enteré de un remate judicial de una casa de deportes de la ciudad, como siempre fui a ver si conseguía algo para hacer negocio. Cuando llegué empecé a ofertar por lotes de productos que me interesaban. De a poco fui viendo que la gente de alrededor me miraba con cara rara, como con ganas de pelear, hasta que en un determinado momento se me acercaron dos personajes y me preguntaron Sabes como son la cosas acá pibe. Por su puesto que les respondí que no. Muy amablemente me explicaron que ellos eran una organización que se encargaban de comprar TODO lo del remate. Después del remate y si llegábamos a un acuerdo, podían llegar a venderme el lote de lo que a mi me interesase, sino arreglábamos afuera de otra manera. Así que decidí quedarme al margen. Una de estas personas, al darse cuenta de mis cualidades para el remate, me ofreció trabajar para ellos. Eran una organización bancada por varias personas que ponían el dinero inicial, yo podía ingresar como prestamista (cosa que nunca haría, jamás pondría mi dinero en manos extrañas) o como comprador. Ellos iban a todos los remates judiciales de negocios, casas, autos, todo lo que saliese en el diario, y compraban los productos y lo vendían un 50 por ciento más caro (más o menos dependiendo del valor del lote). El problema era que había ambientes pesados, como los remates de casas y autos, donde eran varios los grupos que se disputaban los lotes y todos querían comprar lo mismo, así que se solucionaba a los golpes en el mejor de los casos. Si bien el negocio me interesó perdí el contacto con esta gente, cosa que mi novia todavía agradece.
Con un amigo de la facultad empezamos a desarrollar proyectos de software pero ninguno de los mismos llegó a estar finalizado, por lo que nunca vimos un centavo. Con este mismo amigo decidimos hacer servicio técnico de PC, pero con una modalidad diferente. La idea era recorrer todos los locutorios, cyber, negocios y particulares y ofrecerles un mantenimiento preventivo de PC por un abono mensual. Nuestra idea era mantener las máquinas en condiciones evitando que se rompan y optimizando su funcionamiento. Como toda nueva idea, necesita un poco de suerte para ser aceptada, cosa que no se dio. Luego de varios de días de buscar clientes y no llegar a nada el mantenimiento preventivo de PC quedó en el olvido.
Así que volví a la peluquería. Conseguí, por medio de mi hermana, empezar a trabajar en una peluquería nueva muy grande, con grandes expectativas. De entrada éramos cuatro peluqueros y tres podólogos con la posibilidad de ampliarnos dependiendo de la demanda. A los dos meses el dueño decidió cerrarlo. Si bien cobrábamos barato para la zona, la atención era de primera, hubo buena publicidad y demás, no tuvo pegada en el barrio. En todo el tiempo que estuve debo haber cortado el pelo a cuatro personas, y como cobrábamos a porcentajes, los empleados se les fueron yendo uno a uno al dueño de la peluquería llegando al momento de cerrar las persianas.
Por una de esas casualidades me enteré que por Tolosa (barrio aledaño a la ciudad de La Plata) había un peluquero que tenía mucho trabajo y estaba buscando un ayudante. Así que fui a caer a lo de Vito, salón masculino. Al poco tiempo estaba trabajando bien (siempre en los horarios que podía, ya que desde que deje bellas artes e ingrese a ingeniería nunca deje de estudiar). Ahí estuve alrededor de dos años donde aprendí mucho del oficio y sobre todo del trato con los clientes, pero siempre me quedaron las ganas de abrir mi propio cyber.
Allá por el 98, al poco tiempo de haber empezado la facultad, junto con un compañero, se nos ocurrió abrir un cyber, pensado un poco más a los juegos en red que a Internet, pero sobre todo con buena atención, bien personalizado y sobre todo con un muy buen precio: tres pesos (por aquel entonces la hora de Internet estaba en cinco o seis pesos y la gran mayoría eran locutorios y muy pocos cyber de Internet dedicados, pero siempre con mala atención, atendido por personas que no tenían idea de lo que hacían y sin valor agregado de ningún tipo). Luego de ver el auge que fueron estos negocios creo que fue una de las ideas más brillantes que tuvimos, hubiésemos recuperado la inversión en cuestión de meses y ampliarnos en menos de un año, las posibilidades eran inmensas, pero como era una idea nueva, nadie daba dos pesos por el proyecto, lo que recayó en un no rotundo por parte de todos los inversionistas a los cuales acudimos.
Siempre me quedó la espina de mi propio cyber, así que dejé la peluquería y por el 2005 lo abrí junto a la ayuda de mi novia y su familia (mi cuñado fue el encargado de armarme los boxes y el mostrador estilo quiosquito, y mi suegro el encargado de acondicionar el local).
Si bien era un cyber muy chico, seis máquinas solamente, teníamos un excelente servicio, Internet de máxima velocidad (lo más rápido del momento por cablemoden), más de noventa juegos en red (si noventa y lo último del mercado, renovábamos cada semana), la mejor atención (modestia aparte creo que en ningún lado daban una atención personalizada como la que brindábamos, es más, los chicos no venían a jugar a los juegos venían a jugar conmigo, los jóvenes no venían a navegar por Internet venían a obtener la formula para navegar de una manera optima, las personas de edad no venían a ver que podían hacer con la nuevas tecnologías sino que venían a aprender computación de la manera más amena y entretenida, los padres dejaban a los niños jugando por horas y con mi novia, a parte de entretenerlos, los cuidábamos, era como una guardería barata, todos estos servicios por la diminuta suma de un peso cincuenta la hora), teníamos quiosco y helados en verano, la mejor higiene, las mejores máquinas y los mejores productos. Pero como todo negocio hubo factores que no se tuvieron en cuenta.
Anduvo bien desde un comienzo, ya estábamos pensando en ampliarnos, cuando llegó el primero de una avalancha de robos. Todo comenzó un sábado por la tarde, con el local lleno, entraron dos jóvenes, no más de quince años de edad, con la mano en la cintura de la parte de atrás de la remera, diciendo que tenían un revolver, que me iban a matar, que les de el dinero, que no me haga el loco. Siempre tuve un preconcepto hacia los robos a mano armada, yo soy de los tipos que piensan que no hay que resistirse, que se entrega el dinero lo más rápido posible para que se vayan y se pase el peligro. Bueno, todo esto que pensé no lo puse en práctica (uno no sabe como puede reaccionar hasta que le pasa, uno piensa que va a reaccionar de tal o tal manera, todo erróneo, la misma mente llegado el momento le juega una mala pasada y terminas por convertirte en otra persona). Lo primero que dije fue que no. Helados los dos muchacho me miraron y me dijeron como que no, no te hagas el loco danos la guita, esta lleno de pibes, queres que le pase algo a ellos. Despacio salí de atrás del mostrador y empecé a caminar hacia los ladrones mientras le decía que no les daba nada, ellos retrocedieron hasta que uno quedo afuera del local y el otro en la puerta de entrada, en ese momento le cerré la puerta en la cara provocando que este último se golpee y caiga en vereda. Ambos subieron a sus bicicletas y se fueron. Luego de hacer la denuncia de rutina en la policía (la cual no llegó a nada, nunca llegaron a nada) seguí trabajando de manera normal prometiéndole a mi novia que no iba a volver a resistirme.
A los quince días estaba limpiando los monitores al mediodía, cuando no había nadie en el local, cuando entraron dos pibes pidiendo máquinas para jugar. Les indique cuales eran las mejores, que se sienten ahí, y otra vez empezaron con que era un robo. Me comenzaron a decir cosas a los gritos como que recién habían salido de la cárcel por matar a un comerciante, que me iban a matar si me resistía, que me iban a cagar a palos, que me tire al piso, que me iban a volar la cabeza, que iban a quemar el local, y cosas por el estilo. Con la mayor calma posible, me paré y me dirigí a la caja registradora para entregarles el dinero, cuando estaba agarrando el mismo escuche que uno me dijo apurate, dale que nos queremos ir a Mar del Plata, que ya sale el micro. En ese momento, y sin pensarlo nuevamente, largue el dinero y empecé a gritar, como a Mar del Plata, yo tengo que pagar el alquiler y ustedes quieren mi guita para irse de joda, que este es un barrio de mierda, que esta lleno de negros de mierda, que se creen que soy, un banco, que me roban todas las semanas, y un montón de cosas lo más fuerte posible. Otra vez me miraron pensando que estaba loco y me amenazaron que iban a volver a matarme. Esta vez la policía no tardo quince minutos, sino treinta, y tampoco nunca los agarraron. A la semana, de nuevo al mediodía, entro un hombre mayor, unos cuarenta años, preguntando si vendía cigarrillos, le dije que no (a parte de implicar mucho capital parado la gran mayoría de mis clientes eran menores y no quería exponerlos ni siquiera a estar cerca de los mismo, es más en el local estaba prohibido fumar), me pidió un chocolate y me dio veinte pesos para pagarme, cuando voy a darle el vuelto lo tenía al tipo apuntándome a la cabeza con un revolver. Este estuvo un poco más piola, me encerró en el baño y el mismo fue agarrando lo que quería, mientras yo le gritaba desde el baño que había pocas cosas de valor, que ya me habían robado antes, que agarrase lo que quiera pero no me rompa nada. Después de dos minutos salí del baño y llame de nuevo a la policía, a esta altura ya no me acuerdo si vinieron o no. Al poco tiempo me enteré que el que me robo era el padre de uno de los que me quisieron robar anteriormente y no pudieron, había salido hace horas de la cárcel y lo primero que hizo fue venir a buscar plata a mi local. La justicia anda de diez y yo tengo que andar pagándolo, un aplauso para los abogados de este tipo.
A la semana tuve el último de los altercados con estos personajes. Un sábado a la noche, con el local a full y mi novia atendiendo, entraron dos tipos, unos veintipico casi treinta cada uno, pidiendo máquina para navegar. Mi novia les indicó por cual pasar y sacaron un arma cada uno. Nos hicieron tirar al piso, y mientras uno nos apuntaba a nosotros y a los clientes a la cabeza, el otro se robaba todo lo que encontraba en el mostrador, así se llevaron nuestros celulares, documentos, registro de conducir, tarjetas de crédito de mi novia, billeteras y dinero de los clientes. Si bien era un robo más, este tenía un atenuante, era a mi novia a quien le apuntaban a la cabeza, era a los clientes a quienes amenazaban de muerte, ya no era yo solo haciéndomele el loco, estaba en juego la vida de un montón de personas en la mano de estos dos desquiciados. Los robos eran cada vez más violentos y se notaba una perseverancia con mi local, era el único que robaban en todo el barrio (hasta pensé que me los mandaban de la competencia al ver que era el único cyber que robaban, pero luego de cerrar empezaron a robarlos a ellos también por lo que descarte esta teoría), por lo que decidí cerrar. Ni el sueño del negocio ideal (trabajaba trece horas por día y seguía teniendo ganas de ir a atenderlo) valía la pena de arriesgar (por mínimas que sean las probabilidades) la vida de mi novia.
Así se acabaron mis sueños del emprendimiento propio, decidí dejar de buscar negocios y empezar a trabajar en lo que me había estudiado. Al poco tiempo conseguí trabajo en capital como analista programador y empecé a crecer como profesional y como persona, pero esto es el presente, todavía no es hora de contarlo.

(Cantidad de faltas ortográficas detectadas por el Word = 53. Hoy se me fue de las manos)

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