viernes, 27 de julio de 2007

Los Trabajos de Egu primera parte

Si se puede llegar a llamar trabajo (alcanzar una recompensa a partir de un esfuerzo), lo primero que se puede considerar trabajo lo hice en la primaria, quinto grado. Había encontrado una figurita de Basuritas (era unos dibujitos de personas que tenían nombres a los cuales les agregaban apellidos graciosos haciendo rima, ej: Elba Gayo, y tenía el dibujo de una chica muy pero muy fea). A partir de esa figurita empezó mi primer emprendimiento comercial. La fuí canjeando por dos o más figuritas, dependiendo de lo difícil que ran de conseguirse, participe en torneos de figuritas (se doblaban en diagonal dos figuritas, una por participante, y con la palma de la mano, sin poder agarrarlas, había que darle un golpecito y darlas vuelta. Si alguna se daba vuelta te la quedabas), pedí prestadas algunas en épocas de default y finalmente, cuando logré tener una buena cantidad de figuritas, me asocie con un compañerito, el cual se encargo de la compra del álbum y yo me encargue de poner mi capital de figuritas para lograr llenarlo. La última de la colección fue una donación de una compañera (la última fue Nicolas Piradora, no se puede creer de las cosas que se acuerda uno y después cuando se presenta a un examen se olvida de todo). Como recompensa a tanto esfuerzo, canjeé el álbum completo en el kiosco de mi barrio, y recibimos como premio un mazo de cartas de ALF, un póster de los Basuritas, el álbum lleno y sellado (calculo que para que no se vuelva a canjear) y una pelota de fútbol. Al hacer la división de vienes de la empresa, a mi me correspondió el mazo de cartas y el póster y a mi socio la pelota y el álbum. Algunos dirán que salí perdiendo en la repartija, pero como no invertí un centavo, considero que fue uno de los mejores negocios de mi vida.
Otro emprendimiento que realice en la primaria fue el vender navecitas de V Invasión Extraterrestre. Las fabricaba a partir de una hoja de carpeta, y había varios modelos, y si las querían de colores, se las pintaba, eso si, era otro precio. Hasta tenía la nave nodriza con navecitas más chiquitas que salían de su interior. A la larga terminé por fundirme, la serie paso al olvido y mi habilidad por crear naves de papel a desuso.
Luego, un poco más crecidito, junto con los chicos del barrio, salíamos a cortar el pasto (yo me encargaba de juntarlos con el rastrillo, lo otro implicaba mucho esfuerzo) y armábamos collares y pulseras de hilo trenzado. Todo lo que se obtenía de la empresa se destinaba a la compra de jugo Tang para hacer tereres a la tarde. Como se habrán dado cuenta, cuando rompimos la bordeadora con la que trabajábamos y gastamos todo el hilo de nuestros padres, se acabo la empresa, a parte con la de viyouterí no tuvimos demasiado éxito, dos o tres ventas a familiares y amigos pero nada más.
Para el viaje de egresado de la primaria, me dedique a vender rifas por el barrio, y recolectaba botellas de damajuana y aceite los cuales vendía en el almacén del barrio.
Ya en la secundaría acompañaba a mi padre a trabajar a su local, una agencia de quiniela. Una vez que se aprende el procedimiento no te lo olvidas más. Si bien nunca renuncié tampoco tuve continuidad en la misma.
Un tiempito trabaje como suplente de Disk Jockey. Mi hermano pasaba música, y cuando no podía ir, iba yo. Un total a abrumador fracaso, tanto pasando música como ganando chicas.
Para mi viaje de egresados de la secundaría, empecé a organizar bingos de ropa los domingos a la tarde en mi casa. Aunque no parezca era un trabajo muy demandante, tenía que realizar las invitaciones a las mujeres del barrio, tías, primas, abuelas, toda mujer que se me cruzaba era invitada. La ropa me la proveía mi tía que en ese momento tenía una boutique y me la dejaba a precio de costo para así poder hacer la diferencia. Me tenía que encargar de preparar la mesa de juego, acomodar los cartones, colocar los porotos en pequeñas montañitas para las participantes, preparar mate, café y te para las jugadoras, servir galletitas y llevar un ritmo constante para que no se aburran. A parte yo era el encargado de cantar las bolillas, controlar los cartones ganadores y repartir los premios (ropa para el bingo, una pavada para la línea. La pavada iba envuelta y en estaban todas juntas en una bolsa, entonces la ganadora sacaba al azar un paquete). Como es de esperarse, todo el poder no puede estar concentrado en una sola persona, ya que la misma tendría todas las posibilidades de hacer lo que quisiese. Bueno, era así. A la gente más querida por mi, le recomendaba que paquete de que color contenían las mejores pavadas de la bolsa. Luego del segundo bingo lo que hacia era empezar a emparejar los premios. Iba viendo que bolillas le faltaba a quien y cuando a la persona que yo quería que gane le quedaba una sola bolilla, la cantaba, sin importar lo que salía de la media. Como yo era el fiscal de mesa, siempre ganaba. Si bien es una práctica desleal, la intención siempre fue buena, que todas ganen algún premio, por chico que sea, y que vuelvan a jugar la semana entrante. Eso es marqueting.

(Cantidad de faltas ortográficas detectadas por el Word = 31. Creo que hoy me excedí)

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