lunes, 30 de enero de 2017

¿Por qué?

      -          Papi, con Santi cuando seamos grandes no queremos tener hijos – me sorprendió la gorda mientras nos dirigíamos al baño.
      -          ¿Estas segura hija? Mira que es algo muy lindo tener hijos.
      -          No, lo hablamos anoche, yo no quiero tener hijos, él tampoco – me retrucaba mientras se reía de costado y me miraba desde abajo.
      -          Pero te vas a perder la oportunidad de tener una cosa hermosa como vos a quien querer y amar más que nada en el mundo – quise convencerla, pero a pesar de que sabía lo que quería trasmitirle no supe cómo, me quedé sin palabras, sin argumentos.

¿Por qué nos decidimos a ser padres? ¿Qué nos lleva a tomar esta responsabilidad gigante? ¿Qué nos motiva a comenzar a transitar el camino más difícil y duro al que puede enfrentarse un ser humano?

No hace mucho (aunque sea para mis recuerdos), mi viejo me levantaba tempano para acompañarlo a hacer los mandados, solían ser domingos, y yo lo tomaba como un castigo por haber salido la noche anterior, haber vuelto tarde y con alcohol en exceso en sangre. Mientras caminábamos por el barrio me contaba alguna anécdota de su juventud o algún pensamiento que tuviese dando vueltas. En algunas de esas charlas recuerdo que me planteaba el por qué la gente quería tener hijos (en realidad se lo planteaba para sí mismo, conmigo como testigo). Según su argumento no tenía sentido, solo se perdía tiempo, libertades, dinero, se cedía mucho para algo que no tenía un sentido claro (y eso que me lo planteaba a mí, que era su hijo, ni me quiero imaginar lo que hablaba con los amigos). ¿por qué alguien querría cambiar pañales, lidear con maestros enojados, gastar fortuna en ropa y zapatillas ajenas, perder tiempo en médicos y odontólogos?

Hay varias personas que argumentan que lo que uno sigue es un ‘instinto de paternidad’. Según ellos, algo muy misterioso y arraigado en nuestros genes hace que en determinado momento tengamos la necesidad de procrear, como tenemos la necesidad de comer, defecar, o dormir. Si, suena raro y muy místico, y difícil de validar, pero el fin último de este instinto sería la supervivencia de la especie (menuda responsabilidad le tiran a uno sobre los hombros). Por este mismo motivo el acto sexual que lleva la procreación es tan satisfactorio y placentero, toda una trampa envuelta en millones de años de evolución con el fin último de que seamos padres.

Alguna vez leí que si los humanos fuésemos inmortales dejaríamos de tener hijos, y es un argumento bastante válido para llegar a la conclusión de que uno, al ser padre, busca perdurar su vida más allá de la muerte, y que mejor forma de lograrlo que a través de sus hijos. Nuestra sangre es nuestro único legado, todas las acciones que hagamos en vida serán olvidadas en unos pocos años, pero saber que perduramos en nuestra descendencia es lo más cerca que tenemos de ser inmortales.

Hay ciertos factores sociales o de grupo que también influyen en esta decisión. Que algún integrante del grupo de amigos, parientes o de pertenencia comience a tener hijos genera una reacción en cadena que lleva a que muchos integrantes del mismo grupo se comporten en forma similar. Sí, sé que suena difícil que basemos nuestras vidas en las decisiones de los demás, pero vean cuantos amigos o parientes tienen hijos con la misma edad que los nuestros y verán que no es algo tan alocado. Los factores sociales suelen ser más fuerte en las mujeres, nacen con el título de madres bajo el brazo y se pasan la mitad de su vida tratando de validarlo. Es una carga muy grande para ellas, pero no deja de ser un regalo.

Es difícil describir o detallar lo que significa ser padre, son un sinfín de momentos que no se acaban, que te llenan de satisfacciones. Sentirlo en el vientre de la persona con la que compartís tu vida, verlo por primera vez a través de un vidrio, sentir lo más frágil del mundo entre tus manos, sus pequeños huesos, su suave piel, su delicado olor, hacer contacto visual y prometerle que siempre vas a cuidarlo, que se duerma entre tus brazos, sobre tu pecho, cambiarle el pañal con la delicadeza de estar desarmando una bomba nuclear, vestirlo rogando por no estar rompiendo nada, escuchar sus primeras palabras, el ‘papá’, el ‘te quiero’, el ‘te extrañé’, el ‘precioso’, verlo caminar, comer, crecer, sentir realmente la dimensión del tiempo al verlos cambiar a cada momento, sus angustias, sus dolores, sus lágrimas, todo convertido en dolor propio, el saber que gracias a ellos sos una mejor persona (o aunque sea intentás serlo), el identificarte con sus gestos, sus palabras, sus acciones y sentir que una parte tuya, la mejor, vive en ellos, descubrir que el mejor remedio para un día de mierda es llegar y ver una sonrisa en sus rostros al verte cruzar la puerta. El saber que tu vida tiene sentido con solo darte cuenta que fuiste capaz de crear algo tan bello.


Son tantas sensaciones, tantos sentimientos, es todo tan confuso y tan simple a la vez, no se puede explicar en 2 libros, en un blog, no existen palabras para describirlo, lamentablemente hay que vivirlo. Como alguna vez dije, la paternidad es el trabajo más duro al que puede enfrentarse un ser humano, pero también el más gratificante. 

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