Santi, en la punta de la mesa, jugaba con un pedazo de masa que había sobrado de cuando hicieron las pizzetas para su cumple con su madre a la tarde.
Le llamó “veneno” a la masa, y la paseaba para todos lados. La escondía debajo de un autito de juguete, de su taza con la leche, de unos papeles de la flaca. La tiraba, la agarraba, la amasaba, una y otra vez.
En cierto momento se le cae uno de los autitos al piso, y se agacha a buscarlo. La flaca, aprovechando su distracción, le roba a “veneno” y me lo entrega, yo lo escondo debajo de un plato con galletitas, imposible de verlo a simple vista.
- ¿Y mi veneno? – Pregunta a penas se incorpora
- No sé – dice la madre
- No sé – dice la abuela
- Ni idea – digo yo
Empieza a buscar el pedazo de masa por todos lados y no lo encuentra, busca en la mesa, en la cocina, en el living, debajo de los muebles. Lo busca siempre con una sonrisa, sabiendo que era una broma.
- ¿Donde escondiste mi veneno? – le pregunta a la madre
- No sé de lo que me hablas hijo
- Dale papi, dámelo
- Yo no lo tengo hijo
Busca un poco más, se da por vencido y se sienta en su silla.
- Veo veo – dice Santi después de unos segundos, para sorpresa nuestra
- ¿Qué ves? – le pregunta la abuela
- Una cosa
- ¿Qué cosa? – pregunta la madre
- Maravillosa
- ¿De qué color? – insiste la abuela
- Blanco
- La servilleta – dice la madre
- No
- Ese papel – dice la abuela
- No
- El mantel – dice la madre
- No
- Veneno – digo yo
- Si, muy bien papi, a ver..., ahora mostrame donde lo viste a veneno
No se si las piensa las cosas, si le surgen de la nada, si las improvisa, pero si este chico sigue con esta capacidad innata que tiene a los 4 años para resolver los problemas que le surgen en el camino con tanta creatividad y gracia, no hay forma que no triunfe en la vida.
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