jueves, 3 de febrero de 2011

¿Ser o no ser (escritor)?

Varias veces, en sobremesas con amigos, ha surgido el tema de porqué no me dedico más de lleno a escribir. Ellos argumentan que lo que yo hago se entiende, entretiene, emociona y divierte, todas virtudes que ayudarían a que tuviese cierto éxito. En realidad calculo que lo dicen para que deje de quejarme por mi trabajo actual e intente hacer algo que realmente me guste. Siempre mi respuesta es la misma, yo no soy escritor.

Lo que yo hago es volcar a papel una idea, un flash del momento, no puedo escribir por el solo hecho de hacerlo, y muchas de las cosas que escribí forzándome a hacerlas carecen de todo lo que a ellos les agrada. Lo mío es cuestión de un segundo, se me ocurre algo debo descargar el buffer de mi cerebro, si logro terminarlo en ese momento es muy probable que el texto tenga sentido, sino el tiempo invertido fue en vano (nunca llego a terminar algo empezado por más que lo intento). Tengo más de diez cuentos sin terminar y varias anécdotas que comienzan en la descripción del momento sin llegar si quiera al nudo del enredo. Nunca voy a salir del relato o cuento corto, ya que es físicamente imposible escribir una novela de un tirón en un solo momento. Otra factor que me juega en contra es que solo escribo en frente de una PC, lo que produce que las ideas que llegan en los viajes en tren o colectivo mueran con la misma rapidez con que nacieron.

Leyendo el blog de ORSAI, me enteré que el gordo Casciari y su amigo el Chiri habían idea una revista literaria y que invitaban a escritores (lectores de su blog) a enviar sus cuentos o crónicas para participar del segundo número de la revista. En ese momento, motivado con la ilusión de estar impreso en algún lado, me puse a leer toda mi obra literaria (por llamarla de alguna manera) y surgieron dos cuestiones fundamentales para darme cuenta que nunca voy a ser un escritor. Primero, no me gustaba nada de lo que escribí, o mejor dicho, no encontré nada lo suficientemente bueno como para osar competir por un lugar en su revista. Segundo, ninguno de mis cuentos o relatos llegaban a las cuatro mil palabras solicitadas por ellos, todos mis textos mueren en alrededor de ochocientas palabras (mil como máximo), lo que me hizo darme cuenta de que soy un escritor corto (de ideas, de palabras, de relleno). Como escritor soy un eyaculador precoz (cosa que no es buena ni en la escritura, ni en ninguna otra faceta de la vida), puedo estar un buen rato introduciéndome en el tema pero a la hora de ir a la acción me apresuro por llegar al final de la historia. Otra características de mis textos es la falta de vocabulario, suelo utilizar repetidamente las mismas palabras perdiendo la mayoría de las veces la posibilidad de explicar la idea por no saber plasmarla en el texto, sin el cómo no logro explicar el qué.

Esto de la escritura me llego de casualidad, como todo lo que empiezo en mi vida. Con los amigos del trabajo nos intercambiamos mails donde contamos nuestras vidas o simplemente nos saludamos. A muchos les causaba gracia cuando me extendía en alguna idea o me dedicaba a contar alguna anécdota de mi vida diaria, por lo que me recomendaron abrir un blog e intentar resguardar todas esas historias. Así sin más empecé a escribir y descubrí que me gustó. Al escribir uno descubre que le faltó leer (y mucho), así que de la mano de la escritura llego la lectura a mi vida. Así conocí a Cortazar, Borges, Sabato, Artl, Fontanarrosa, king, Tolkiend, Asimov, Casciari, Pelayo y tantos otros autores cuyos nombres no preste atención. Descubrí que los clásicos no me gustaban, me adormecían, pero hice el esfuerzo para descubrir como llegaron a ser lo que son (lamentablemente nunca logre descubrirlo). Descubrí que es infinito el mundo de la lectura y que cada nuevo autor que llega a mi cabeza tiene algo propio, algo suyo que lo hace diferente. Llegue a la conclusión de que nunca voy a poder ser escritor porque carezco de eso que me haga diferente. Si bien escribí en el blog alrededor de 200 textos, los mejores de ellos, los que generan emociones, fueron frutos de haber leído algo antes. La mayoría de mis escritos tienden a tener la apariencia de algo escrito por otro tipo (salvando las distancias, las enormes distancias entre lo que escriben ellos y lo que escribo yo). Así leyendo las anécdotas de Pelayo y sus hijas me dieron ganas de escribir de Santi, de contar su historia, leyendo a Borges se me ocurrieron cuentos como “Juego de pelota”, “Viejos Recuerdos”  o “La clave”, de Cortazar saqué la idea para “El embotellamiento” o muchos otros cuentos, y de Asimov no me quedó otro que formar "La Iglesia Asimoviana" , donde recomiendo muchos de sus cuentos que poseen ciertos toque religiosos. Todos los días me pasa lo mismo, voy leyendo en el tren y es inevitable que se me ocurra una historia, que me den ganas de escribir algo. Nunca surge algo de la nada, siempre tiene que ver con lo que estoy leyendo.

El primer recuerdo que tengo de la posibilidad de dedicarme a esto es del secundario, segundo año para ser más preciso (unos 14 años). La profesora de lengua y literatura nos estaba enseñando la métrica y la forma de los versos, que tenían que respetar ciertas reglas (que no recuerdo) para ser correctos. Como ejercicio práctico teníamos que escribir un poema, de cualquier cosa, no importaba la calidad del mismo, pero conservando la métrica explicada por ella. Se me ocurrió algo sobre el sol, sus colores, su resplandor (no recuerdo con precisión el texto y lamento mucho no tener nada de esa época a mano), la profesora leyó todos los poemas y fue corrigiendo uno a uno. A la hora de entregarlos el mío no me lo dio, me pidió que me quedara hasta el recreo. Luego, ya en privado, me preguntó si realmente lo había escrito yo, si no lo haría leído en alguna otra parte o lo había robado. Creo que fue el primer diez en su materia, estábamos acostumbrados a los interminables unos que me ponía por mis bestialidades con las faltas de ortografía, fue una grata sorpresa, calculo que más para ella que para mí, nunca pensó que de una bestia escribiendo como era mi caso podría nacer algo bello. Más adelante escribiría algunas letras para algunas canciones que había pensado en el momento, pero al igual que ahora (aunque en ese momento no lo había analizado), si me forzaba por escribir el resultado era desastroso.

Nunca me imaginé como un escritor, en realidad nunca me imaginé siendo nada, por eso creo que nunca voy a llegar a serlo. Quizás esa falta de destino, de un objetivo claro sea el peor de mis defectos y lo que hace que mi abanico de posibilidad sea tan amplio y ambiguo. En el secundario teníamos una materia que se llamaba teatro. A parte de perder el tiempo e intentar que aprendamos algo (que nunca lograron), la profesora planteaba ciertos ejercicios de teatrales, más como juego que como disciplina en sí. Uno de eso juegos consistía en qué cada uno dijera qué quería ser de grande, luego cuando todos expusimos nuestros deseos propuso interpretar una obra de teatro donde cada uno desempeñaba el papel del profesional que había elegido. Cuando me llegó la pregunta respondí con sinceridad, “nada”, “cómo nada, tenés que desear ser algo”, se horrorizó ella, “no nada, nunca pensé en ser nada, veremos cuando llegue el momento”. Esta decisión mía llevo a que interprete a un tipo que daba vueltas en el escenario haciendo nada, simplemente mirando, sentándose en cualquier lado, acostado, parado junto a los actores o en cualquier lado, pero haciendo nada. La próxima hora consistió en que el curso vecino adivinara cual era mi papel y nadie pudo hacerlo, a nadie se le ocurrió que uno simplemente no esperada nada de su vida. Esa nada, esa falta de anhelos de joven, creo que son los culpables que hoy sea casi imposible que me convierta en un escritor.

¿Me gustaría ser un escritor? No lo creo, la presión por escribir me llevaría a no hacerlo o hacerlo sin gracia, sin sentido. Me gusta escribir, pero cuando mi cerebro me lo pide, quizás como descarga, quizás por la imperiosa necesidad de compartir mis ideas, mis pensamientos, mis recuerdos.

Nunca voy a poder ser un escritor, me falta la disciplina, el arte, la motivación, la técnica, la forma, la originalidad, la ocurrencia, la simpleza, el vocabulario, la vocación de un buen escritor. Pero a pesar de esto siento que nunca voy a dejar de escribir ya que estoy atrapado en este juego.

1 comentario:

quito dijo...

porqué pensás q no sos escritor? hay algo que determine el título? Fijate que no hay una carrera que te dé el título de "escritor"...
escritor se es cuando se escribe... con eso basta... ni siquiera hacen falta los lectores (ellos son parte del ego posterior por reconocimiento o popularidad y de una eventual retribución económica)...
creo q escribir, ser escritor, tiene q ver con eso q decís q hacés: escribir por necesidad, por gusto, porque te salen las cosas cuando te salen... y tiene esa belleza de animarse a dejarle a uno mismo del futuro fotos de nuestra cabeza presente... ya después, si esas fotos las compartís con terceros es algo más, un bonus, algo q se te va de las manos y deja de ser tuyo porque lo que provoque (malo o bueno), será de cada uno q lea...

abrazo egú... no dejes de escribir si te hace bien... eso es lo único q necesitás para ser escritor: ESCRIBIR!