¿Una ilusión tiene precio? Sí, lo tiene, pero es difícil de pautarlo. Como en toda transacción comercial hay un producto, un interesado y alguien dispuesto a entregarlo a cambio de algo. Las ilusiones suelen estar compuestas por los dos primeros ingredientes y en la mayoría de los casos el tercer ingrediente suele ignorar su papel en esta obra.
Hace un año compramos un paquete de pañales para santi (talle M en aquella época). De regalo (aunque nunca nada es un regalo y menos en la compra de ciertos productos) nos dieron un DVD de winnie poo (o güini pú) con una aventura de los superdetectives en navidad. Estos animales de peluche (estoy convencido de que los dibujitos tratan de peluches que hablan y no de animales en sí, hay ciertos detalles en los dibujos que dejan ver una costura, un cierre o una tachuela agarrándole la cola al burro, los animales no tienen estos detalles, mucho menos el burro sino se viviría quejando) tienen un grupo secreto, uno cofradía, una secta o simplemente una asociación sin fines de lucro, la cual resuelve problemas, vos le planteas un problema y luego de 20 minutos de situaciones diversas y en algunos casos (los menores de los mismos) cómicas, te lo resuelven. En este DVD en particular los superdetectives deben ayudar a uno de los renos de Santa Claus (cómo complican las cosas las traducciones idiomáticas, ya es difícil asimilar para un niño de 2 años quien es papá Noel, ahora si el mismo se llama santa claus o simplemente santa, cómo hacemos para convencerlo de que ese gordo de barba canosa que lleva una bolsa en el hombro es un ser puro y bueno y no un ex presidiario que se esconde detrás de confusas múltiples personalidades) a llevar la bolsa mágica de santa que se le perdió en medio del bosque hasta el polo norte antes de que éste cancele la navidad.
Santi después de ver ese capítulo unas 792 veces, relaciona todo lo referido a la navidad con la risa de Papá Noel (ho ho ho). Desde que en diciembre comenzaron a aparecer los pinos de plásticos decorados y las mini estatuas del personaje de rojo, cada vez que nos cruzamos una vidriera de un comercio decorado Santi grita “Ho ho ho”.
Una de las tareas de los padres (creo que una de las más difíciles y riesgosas) es mantener esa ilusión en el alma de su hijo, la de un ser buenachón que llega cada 24 de diciembre a la medianoche a dejarle unos regalos debajo de un pino de plástico y unas luces intermitentes (algunos padres utilizan la historia como medio de extorsión y tortura). Como primer paso para mantener la ilusión, el 8 de diciembre decidimos armar el arbolito (porqué se usará la misma palabra para el adorno navideño que para los vendedores callejeros de dólares?). Luego de varios retos a Santi por no quedarse quieto y querer tocar absolutamente todo, la madre pudo terminarlo con muy buenos resultados finales dadas las escasez en materias primas disponibles (lo que sobró del año pasado). Acto seguido pasamos a la redacción de su primera carta, en la cual Santi debería especificarle a Santa Claus (ya me confundo, no se que nombre darle a este tipo) qué regalos quería recibir este 24. Él, ayudado por unos crayones de colores, dibujó todo lo que quería de regalo, y luego su madre se tomó la tarea de traducir los símbolos al castellano. El primer dibujo correspondía a un gol (pelota en lenguaje de Santi), nada difícil de cumplir, aunque no fue muy claro al respecto. Dentro de los goles existe una variedad interminable, tanto en colores, tamaños y diseños. Esperemos que Santa (o papá Noel) no se confunda y le traiga lo que le está pidiendo.
El segundo dibujo correspondía a un batman (chocolate en lenguaje de Santi), aunque no se si en realidad está pidiendo un chocolatín, un jack sorpresa o un muñeco articulado. A mi me gustaba la tercera opción, pero su madre no me deja gastar doscientos mangos en un muñeco (sobre todo porque lo usaría yo y no Santi), así que lo terminé descartando.
El tercer dibujo correspondía a “chiches”. Miren si será pillo este pibe, cómo puede engañar a sus padres de una forma tan ruin y descarada. En una simple palabra englobó un sin fin de alternativas válidas, todas ellas distintas, todas suficientes y aún así escasas. ¿Chiches? ¿Uno, mil? ¿Autos, robot, muñecos?
Qué difícil es mantener la ilusión de un hijo, tener que ser ese vendedor sabiendo que su producto es escaso. Que fácil es para un chico, con una simple palabra, romper las ilusiones de sus padres de unas fiestas tranquilas, sin corridas y altibajos.
Lo que me tranquiliza de todo esto es que regale lo que le regale a Santi, va a estar feliz de recibirlo, es lo bueno de tener un hijo como él, se abstrae de lo material siempre y cuando haya unas manos conocidas dispuestas a jugar a su lado. Él es la ilusión de cualquier padre, sin importar la época del año.
lunes, 14 de diciembre de 2009
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