jueves, 19 de febrero de 2009

El sueño

La noche lo sorprendió con un trago en una mano y la otra rozando discretamente el pecho de su compañera, mientras, de fondo, la música hacía delirar a cientos de jóvenes que saltaban al ritmo de las luces y el verano.
Hacía sonreír a su compañera a cada segundo, sin siquiera intentarlo, tenía todo dominado, esa noche obtendría lo que quisiera.
Unas amigas de ella se sumaron a la mesa, les atraía ese muchacho de pelos oscuros y largos que no dejaba de seducir con su sonrisa y su mirada profunda y extraña.
Todas lo buscaban, todas lo rozaban y acariciaban, todas querían pasar la noche a su lado.

Se despertó agitado, transpirando. Nunca había tenido tanto miedo en un sueño y nunca había tenido un sueño tan extraño.
Miró a su alrededor y no encontró nada rato, “deben de haber sido las sobras, debo comer más despacio”, pensó mientras se secaba la frente con uno de sus brazos.
Miró a su mujer acurrucada a su lado, sus antenas bajas, sus ojos cerrados. Miró a sus cientos de huevos inmóviles, disfrutando del calor de un piso húmedo y desgastado, y lo llenó de paz.
Acurrucó sus seis patas, exhaló el aire contaminado por un repelente con aroma a lavanda, y la cucaracha continuó durmiendo, esperando no volver a soñar con humanos.

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