Hace unos años, cuando era joven e incrédulo (no es que haya dejado de serlo simplemente pasaron los años), tuve una de las experiencias más traumáticas de mi vida.
Volvíamos de bailar con mi novia y como todavía era temprano para volverme a casa (alrededor de las 3 de la mañana) decidí quedarme un rato en la casa de ella haciendo tiempo. Alrededor de las 5:30 le pedí a ella que me llamará un remis, a lo que me respondió que no le quedaba crédito en el teléfono como para hacer la llamada, a lo que le respondí que no se hiciese drama, que caminaba un poco hasta la parada del bondi. Cuando iba inmerso en mis pensamientos de caminante nocturno, un patrullero se detuvo delante mío. Como no tenía nada que perder y que temer no le di mucha importancia al hecho, hasta que se dirigieron hacia mí y me solicitaron el documento. Sabiendo que tenía todas las cartas a mi favor, extraje el mismo del bolsillo trasero del pantalón y con un “aquí tiene oficial” con cierto aire de superado se lo entregué esperando la rápida revisión del mismo para continuar mi camino.
Luego de algunos segundos de leerlo con cara de pocos amigos, el oficial tomo mi documento y se lo guardó en el bolsillo de su camisa azul del uniforme. En ese momento sentí que algo no andaba bien y cuando pronunció la frase “nos vas a tener que acompañar”, a lo que le respondí ya con un poco de miedito “¿A dónde?” y me contestaron “a una requisa policial”, me di cuenta del todo de este echo (sobre todo porque en ese momento no tenía la más pálida idea sobre lo que significaba una requisa policial).
Muy amablemente (abriendo la puerta de atrás y gritándome “subite”, sin darme lugar a dudas) me hicieron introdujeron a la parte trasera de su camioneta, una 4 x 4 muy confortable, con una maya de hierro separando mi lugar del de ellos (debe ser para que no pasen los mosquitos), y los cerrojos puestos asegurando la puertas traseras (para que no me caiga si llegaban a abrirse por casualidad, ellos piensan en todo, primero la seguridad de su invitado).
Debo comentar a esta altura que con mi madre teníamos un acuerdo para las salidas nocturnas, si sabía que me iba a demorar debía de llamarla antes de las 6:30 para que se quede tranquila. Este horario no era negociable, siempre lo había cumplido y nunca tuvimos problema. Como todavía no eran las 6 de la mañana no me preocupó demasiado ese detalle, total, ¿cuanto podía tardar una requisa policial?
De a poco la patrulla fue ingresando por calles cada vez más cerradas y cada vez más oscuras hasta adentrarse en una villa miseria del conurbano bonaerense detrás del puente La Noria.
Al llegar a la vivienda hacia la que nos dirigíamos el patrullero estacionó a unos pocos metros y los policías comenzaron a vestirse al mejor estilo Robocop, chalecos blindados, cascos protectores, armas de grueso calibre, todo indicaba que iban a una guerra y yo sentado esperando que me devuelvan el documento.
Uno de los oficiales me dijo “vos pibe quedate acá, nosotros vamos a ingresar a reducir al sospechoso. Si empezás a escuchar disparos tirate al piso y quedate piola, ´stamo”. En ese momento sentí como me empezaban a temblar las piernas y caí en la cuenta de que nunca conocí la definición de requisa policial hasta ese momento.
Al rato llego otro policía a buscarme, me informo que ya habían atrapado el sospechoso y que ahora yo debía ingresar para atestiguar todo lo ellos encontrasen.
Al ingresar a la precaria vivienda lo primero que vi fue el rostro del detenido con su mirada clavada en mí intentando recordar hasta el último detalle de aquel que le saldría de testigo en su contra. El sospechoso se encontraba esposado sentado en lo que se suponía que era el living de la casa. Sobre la mesa había varias armas de fuego y municiones de distinto calibre.
Uno de los policías me hizo señas para que lo siguiera por las distintas habitaciones de la casa mientras me iba mostrando lo que encontraba a su paso. En un determinado momento tomó una cámara de fotos de una repisa y me dijo “toma pibe, llevate un subenir”, entre el miedo a que me incriminen por algo, el miedo a que más tarde me pidan algo a cambio y el miedo a la reacción del policía ante un no de mi parte, tomé la cámara rápidamente y la guardé en el bolsillo de mi campera.
Cuando terminamos el reconocimiento nos quedamos un rato esperando en el living junto al preso el paso del tiempo. A esa altura mi madre debería de estar llamando a todas las comisarías y hospitales del país porque no tenía noticias mías. Le pedí a uno de los policías si podía facilitarme algo para llamar a mi hogar a lo que me respondió que me quede tranquilo, que ya habían notificado a la seccional que yo estaba participando de un reconocimiento y que me iba a demorar, que si mi madre llamaba alguien le iba informar esta situación (cosa que nunca sucedió ya que nunca figuro mi nombre en ninguna comisaría de ningún lado).
Al no haberme quedado convencido con la respuesta del oficial agarré y dije “señor…”, dirigiéndome al esposado, “¿no tendría un teléfono para prestarme para llamarla a mi mamá?”. El tipo lentamente levanto la mirada hacia mi persona y con cara mezcla de sorpresa y resignación me respondió “no pibe, no tengo crédito”.
Mientras esperábamos al resto de los uniformados para empezar a subir al sospechoso al móvil policial, le pregunté a uno de los policías de la puerta si me dejaba ir a llamar a mi madre por teléfono a un almacén que se divisaba cerca de ahí. Ante su afirmación comencé a trotar hacia el teléfono. Cuando hago varios metros escucho que el oficial a cargo me grita por la espalda “qué haces pibe, sos pelotudo vos, queres que te maten, vení para acá”, a lo que me di media vuelta y con cara de perro asustado volví corriendo a la patrulla. Intenté explicarle al oficial a cargo de mi situación desesperada pero solo conseguí un “vos quedate acá piola, esto ya termina, después una patrulla te lleva a tu casa, no te hagas problema por nada”, lo que me tranquilizó un poco pero no del todo.
Luego de que se llevaran al preso en una de las camionetas me subieron a mi en la otra y emprendimos el regreso al hogar. “A mi déjeme en Larroque y Santa Fe, no se haga drama, desde ahí camino hasta mi casa”, le dije al conductor de la camioneta, quien muy amablemente se dio media vuelta, apoyó su brazo contra el respaldo del asiento delantero, y me tiro un “¿tas loco pibe?, yo hago tres cuadra, te saco de esta villa, te dejo en la parada el 137, de ahí te vas a Lanús y calculo que de alguna forma te la arreglaras para llegar a tu casa”, a lo que se dio media vuelta y continuó la marcha.
Tal como me había prometido, a las tres cuadras me dejó sobre un puente muy vistoso y amigable y desaparecieron de mi vista. A las pocas cuadras noté un locutorio al que corrí desesperado para llamar a mi madre, y me largue a llorar cual nena chiquita y le dije a mamá que me tomaba un remis hasta casa (el remis danzaba como un cumbiero al ritmo de sus desastrosos trenes delanteros y traseros, y las marcas de las balas en las cuatro puertas le daban un toque único y exótico típico de la zona en que me encontraba).
De esta grata experiencia obtuve mi primera cámara fotográfica propia, el conocer la definición de requisa policial para la próxima vez que me pidan el documento y el saber que ningún teléfono tiene crédito cuando uno realmente lo necesita.
Aclaración: esta historia no es mía, pero es cien por ciento real. Gracias Asus por la misma, hace rato largo que no me reía tanto como cuando nos la contaste, la forma de tu relato, los cambios de tomo, las manos acompañando, los comentarios de COPE y Dito, todo junto generó un marco único que casi me lleva a la tumba de una contractura estomacal a causa de las risas; la gente del matambrito todavía debe de estar preguntándose que le pasaba a ese loco, con qué lo estaban torturaban para que grite de esa forma, y todo gracias a tu relato. Excelente historia.
viernes, 14 de noviembre de 2008
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2 comentarios:
De nada genio. Gracias a vos...
Ojala que los que la lean logren divertirse aunque sea el 30% de lo que nos divertimos nosotros entre que la contaba y ustedes la escuchaban...
lo que lloré... por favor... lo que lloré con esta historia...
daría cualquier cosa por tenerla filmada y subirla a youtube...
asus y egú, dos genios...
abrazo ancho para contenerlos a los dos...
quito.
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